Definición: El trastorno bipolar, también conocido como trastorno afectivo bipolar (TAB) y antiguamente como psicosis maníaco-depresiva (PMD), es un conjunto de trastornos del ánimo que se caracteriza por fluctuaciones notorias en el humor, el pensamiento, el comportamiento, la energía y la capacidad de realizar actividades con cierta regularidad y consistencia.
El trastorno bipolar no es un estado de ánimo pasajero o un estado donde pueda pasarse de una emoción a otra en un corto lapso. Este trastorno afecta al individuo durante meses o años por etapas, donde la calma y el comportamiento normal se intercalan entre los episodios maníacos y la depresión.
La persona afectada por este trastorno alterna su estado de ánimo entre la manía o hipomanía —fase de alegría, exaltación, euforia y grandiosidad— y la depresión, con tristeza, inhibición e ideas de muerte.
Uno de los más notorios bipolares de la historia reciente de la actual sede del mar de la felicidad, Venezuela, fue el líder intergaláctico, también jefe supremo y eterno del desastre actual, Hugo Chávez. Pero, hay suficientes indicios para sospechar que la cosa es más grave, que el mal afecta a todo el país. No se salva nadie. Con la ayuda de algunos expertos se pudieron identificar varias señales. Sin darle más vuelta pasamos a eso. Veamos.
Simón Bolívar pasó de querido padre de la patria y libertador de la nación, a odiado y abandonado hasta su muerte. Los partidos políticos, de ser un ícono de liderazgo y estabilidad democrática cogieron tanto palo a finales de los 90 que justamente, entre otras razones, le abrieron las puertas al díscolo en jefe, Hugo Chávez. Mucho adeco y copeyano terminó con boina roja. El mismísimo líder de la revolución chavista pasó de ser la esperanza de los pobres y amado líder, a asumir el trono del rechazo y burla de sus discursos y obras. Ahora mismo es cuestionado ampliamente por todos los pobres, que son en realidad todo el país. Los ricos que existen son o militares o chavista de alto vuelo. El resto está hundido en la miseria o huido del país.
Henry Ramos Allup, primer presidente de la nueva Asamblea Nacional, se trasladó desde el sitial de valiente dirigente que prometió sacar a Maduro en seis meses, a un montón de escalones más abajo que incluyen calificativos de desquiciado, hablador de paja y hasta incapaz. Henrique Capriles está ahora mismo sufriendo la más bestial paliza de opinión pública que se recuerde, cuando hace algunos años era la encarnación de la reconstrucción del país. A Leopoldo López lo tienen vuelto una sopa: si es porque se entregó y fue preso entonces es un bruto que no supo interpretarse a sí mismo ni a su pueblo: nadie se alzó y nadie fue a su rescate. Y si es porque se podría haber ido al exilio, entonces es porque era un cobarde. Sin escape y sin términos medios. Maduro, en realidad nunca ha sido apreciado más allá del mismo chavismo. Ya no. Hasta los más recalcitrantes rojos lo destruyen en público y donde sea, en todo caso el bipolar es el mismo Maduro, quien se conduce en televisión, de donde no sale, como si fuese amado por todo el mundo. Que camine por las calles para que sienta ese extraño amor que se está perdiendo. A Cabello le reconocen en voz baja, inteligencia y visión, pero igualmente tiene el muy dudoso honor de ser el dirigente oficialista más rechazado desde hace varios años.
Cada vez que se presume alguna posibilidad de triunfo electoral o por protestas, la gente brinca en las calles. Cuando viene la inevitable derrota, la caída es tan brutal que ni una marcha o un cacerolazo tienen alguna opción. Ahora mismo, si no se notan avances en la gestión de Guaidó, en poco tiempo ni protestas, ni concentraciones. Al contrario, palo y palo contra Guaidó, los partidos y todo lo que huela a antichavismo. Y, claro, otros tres millones saliendo como locos del país.
Hasta los gringos están pagando la lata. Pasaron de héroes a habladores de pistoladas en más o menos 90 días.
Así somos. Qué se puede hacer.
Elides J. Rojas L.
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