El ritmo de la destrucción de las condiciones de vida de los venezolanos en general ha adquirido velocidad de vértigo en estos tiempos del régimen de corrupción y mediocridad del comunismo militarista que impera en nuestro país.
Esa destrucción que acaba con nuestra gente no tiene capacidad de espera por la resolución de los conflictos políticos de un país polarizado que todavía no se pone de acuerdo para encontrar una salida a la crisis.
Internamente es un horror que conocemos todos los venezolanos, pero que también se hace más conocido en el mundo por su gravedad inocultable con una cifra de hiperinflación anualizada que supera el 1.350.000 %; una barbaridad inimaginable.
Más allá de las razones y argumentos expuestos por los bandos en conflicto, debemos advertir que el régimen con su fuerza militar y paramilitar no ha podido derrotar a la oposición, ni ésta con su fuerza popular creciente a diario, ha podido derrotar al régimen comunista.
Los errores de la antipolítica le han dado oxígeno y larga vida a un sistema que desde el 2002 estaba derrotado en el ánimo de la ciudadanía. El paro petrolero; la huelga indefinida; la plaza Altamira; el Carmonazo; la abstención parlamentaria de 2005; la salida; las guarimbas y trancazos; la abstención en las municipales; y presidenciales 2018, dan cuenta de que al régimen no le importa la democracia y si le dejan espacios vacíos, los toma sin contemplaciones.
Los éxitos de la oposición solo están referidos a la lucha electoral; esto significa que cuando la oposición hace política, avanza.
Por vía electoral derrotamos la propuesta de reforma constitucional de Chávez en 2007, y también por la vía electoral ganamos los dos tercios de la Asamblea Nacional en 2015, la cual, a pesar de los ataques arteros del régimen sigue de pie, y ha tenido la sucesión de cuatro presidentes en el desarrollo de su período, como son: Henry Ramos Allup; Julio Borges; Omar Barboza, y Juan Guaidó.
Entonces es bueno recordar que el liderazgo de Juan Guaidó de hoy tiene origen electoral, y ello demuestra que ese es el camino que nos conviene a todos, y no el de la violencia, o la antipolítica.
No podemos seguir jugando al ̈comecandelismo ̈, y a la posibilidad de una guerra auspiciada por fuerzas internacionales que no van a venir, según las palabras de los propios voceros de los países aliados. Mientras algunos siguen pidiendo la participación de una fuerza militar que no quiere llegar, los venezolanos de a pie siguen muriendo de hambre; a la buena de Dios en nuestros destartalados hospitales, y hasta en las calles por pobreza o inseguridad.
Lo mejor que nos podría ocurrir es que de una vez por todas dejemos de estar amenazándonos los unos a los otros, y busquemos caminos que nos permitan allanar una solución permanente y durable a nuestro conflicto.
No es con odios y venganzas como se va a resolver la situación. Se requiere negociar con la fuerza de la razón el final de la diatriba y conseguir en un plazo más o menos breve, una salida pacífica y electoral.
Se requiere un gobierno de transición y unidad nacional para parar la destrucción socioeconómica mientras se organiza un proceso electoral transparente; con nuevo CNE; con observación internacional; con la depuración del REP, y con una justicia transicional profesional; independiente y autónoma que juzgue a quienes resulten responsables de la comisión de crímenes de lesa humanidad, y corrupción.
Alcanzar estos objetivos es posible, pero hace falta madurez y serenidad para negociar. Debemos renunciar al odio y la venganza. Es el tiempo de la racionalidad!
Román Ibarra
@romanibarra
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