viernes, 10 de mayo de 2019

ALFREDO M. CEPERO, TRES TIRANÍAS EXTINTAS

Para un hombre como Donald Trump,  que ha hecho fortuna construyendo rascacielos y sobreviviendo bancarrotas hasta convertirse en multimillonario, resulta una tentación irresistible convertirse en campeón de la libertad en todo el Continente Americano

Las tiranías de Cuba, Venezuela y Nicaragua tienen los días contados. Son una especie de dinosaurios políticos e ideológicos que se niegan a aceptar dos realidades contundentes. La primera que los pueblos de América Latina se han cansado de las tiranías y la segunda, quizás la más importante, que el cadáver de un socialismo fracasado en todos los rincones del mundo hace rato que fue enterrado en el cementerio de la historia. Los únicos que insisten en vender ese cadáver putrefacto son los tiranos y los fanáticos. Los primeros por avaricia y los segundos por ignorancia.

Por eso les digo a los pusilánimes y los incrédulos que se equivocan cuando dudan de la decisión de Donald Trump de erradicar del continente a unos anacronismos políticos cuyos gobernantes se mantienen en el poder a base de terror, miseria y opresión. La agenda puesta en marcha por Washington desde el mismo momento en que ungió a Juan Guaidó como Presidente Interino no se propuso realizar un milagro inmediato sino iniciar un proceso hacia la libertad en Venezuela que demanda persistencia y tiempo.

Aunque los usurpadores lo nieguen, las protestas del primero de mayo rompieron el dique que mantiene en el poder a la tiranía de Nicolás Maduro. Hubo militares que traicionaron a Maduro y faltaron a la palabra dada a los promotores de Juan Guaido. Traidores por partida doble en quienes ya nadie confía. Pero pronto habrá otros que darán el paso hacia el cambio para salvar el pellejo y proteger sus prebendas. Por eso estoy convencido de que estamos en camino a un desenlace favorable a la causa de la libertad en Venezuela y en América. Lo que indica que, para venezolanos, cubanos y nicaragüenses, la suerte está echada y no puede haber marcha atrás porque la historia está de nuestra parte y a nosotros nos corresponde hacerla.  

Pero, volvamos por un momento al hombre y a la nación sin cuya iniciativa no se habría iniciado un proceso que ya ha sido respaldado por más de 50 naciones del mundo. Me refiero a Donald Trump y a los Estados Unidos. Porque, hablemos claro, sin los americanos no se mueve una ficha ni se cae una hoja en el panorama mundial. Son una gente que ha cometido abusos e incurrido en errores a través de su historia, pero libraron al mundo de los horrores del nazismo alemán y del fascismo japonés. Y de paso, reconstruyeron a esas naciones y no se quedaron con un solo metro de terreno. Años después liberaron al mundo del flagelo del comunismo sin disparar una bala.

En el caso específico del Presidente Trump, es importante tomar en cuenta su idiosincrasia y su conducta a través de su ya larga vida. No cabe duda alguna que ambas ejercen un  impacto considerable en sus decisiones como presidente. Para un hombre como Donald Trump,  que ha hecho fortuna construyendo rascacielos y sobreviviendo bancarrotas hasta convertirse en multimillonario, resulta una tentación irresistible convertirse en campeón de la libertad en todo el Continente Americano. 

Sus proyectos, como su ego, tienen dimensiones galácticas. Por eso estoy convencido de que seguirá adelante hasta derrocar a estos tiranos. Raúl Castro, Nicolas Maduro y Daniel Ortega deben apresurarse a hacer las maletas si no quieren terminar como Muammar Gathafi, Saddam Hussein o Nicolae Ceaușescu, escondidos en una alcantarilla o suplicando por sus vidas.

Por otra parte, Trump no es presidente de América sino de los Estados Unidos y, como tal, tiene que promover y defender los intereses de la nación que preside y del pueblo que lo eligió. El primero de ellos la seguridad nacional de los Estados Unidos. Esa seguridad nacional está amenazada por la presencia en Venezuela de organizaciones terroristas como las FARC, el ELN y Hezbollah. Sobre todo esta última, financiada y dirigida por los clérigos fanáticos de Teherán que no le perdonan a Trump la anulación del acuerdo suscrito con Irán durante el gobierno de Barack Obama. De hecho, el secretario de Estado Mike Pompeo acusó el domingo pasado a Irán de prestar apoyo "sobre el terreno" al régimen de Nicolás Maduro.

De mayor peligro para los Estados Unidos es la presencia de China Comunista  y de sus empresas estatales en Venezuela. Los chinos ya no se conforman con robar secretos tecnológicos de países adelantados como los Estados Unidos. Se proponen superar a los norteamericanos en el campo del poderío militar. En 1938, en medio de la campaña para imponer el comunismo en China, el líder Mao Zedong escribió: "Aquel que tiene el ejército tiene el poder".

Xi Jinping está siguiendo el consejo de Mao. Para ello, ha acelerado el proceso de transformar a las tradicionales fuerzas terrestres en unas gigantescas fuerzas navales. La idea es convertir a China en una potencia naval que desplace a los Estados Unidos de la zona de Asia-Pacífico. Un paso de importancia en este sentido es la construcción de seis islas artificiales en el Mar del Sur de la China, por donde pasa la tercera parte del comercio mundial. No se puede permitir que los chinos hagan algo similar en nuestro continente.

Por su parte, Vladimir Putin sigue empecinado en restaurar el poderío del antiguo imperio soviético y, de paso, poner banderillas al toro de los Estados Unidos. Pero todo se limita a retórica sin posibilidades reales de impactar los acontecimientos. Pudo anexarse a Crimea en el otro lado del mundo durante el gobierno del timorato Barack Obama, pero muy poco puede hacer en este continente frente a un belicoso Donald Trump. Ante la ausencia de una numerosa fuerza militar rusa en Venezuela, la reunión del 5 de mayo entre los ministros de exteriores Lavrov y Arreaza quedará como un gesto simbólico que en nada cambiará el desenlace final del derrocamiento de la tiranía. Vaticino que ni los chinos ni los rusos serán un obstáculo a las gestiones de los Estados Unidos y sus aliados para llevar la libertad a Venezuela. China y Rusia se irán a sus esquinas sin presentar combate.

Sin embargo, totalmente distinta es la situación de la tiranía cubana. Trump les ha advertido que tienen que sacar a sus represores de Venezuela o atenerse a las consecuencias, pero todas las opciones son nefastas para la tiranía castrista. Si abandonan a Maduro pierden las regalías que reciben de Venezuela, sin las cuales el régimen sería incapaz de sobrevivir. Si desafían a Trump y siguen apoyando a Maduro serán objeto de sanciones drásticas por parte de los Estados Unidos que conducirían a la caída de la tiranía.

Hasta hace una semana todo indicaba que la tiranía venezolana sería la primera en caer. Pero todo cambió después de los acontecimientos del primero de mayo. Cuando los cipayos cubanos en Venezuela impidieron la fuga de Maduro y la restauración de la libertad por medios pacíficos, Donald Trump comprendió que mientras haya presencia militar cubana será muy difícil lograr una solución al conflicto. Raúl Castro es quien se encuentra ahora en "capilla ardiente". Da lo mismo que se vayan o se queden en Venezuela las fuerzas cubanas. Todo indica que las primeras fichas del dominó empezaran a caer en La Habana.

Alfredo M. Cepero
@AlfredoCepero 

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