Repugna a quienes somos demócratas por convicción, y más aún periodistas de oficio, escuchar a Maduro, presumiendo ser un hombre de estricto apego de la democracia y las libertades públicas, de las cuales se ufana a diario en sus charlatanerías, que a diario esgrime en cadena por la televisora del Estado, y los medios radiales que conforman el poder mediático a sus órdenes.
El cierre de numerosos periódicos, entre otros, El Nacional, Panorama de Maracaibo, El Tiempo de Puerto La Cruz, La Nación de San Cristóbal y otros regionales, que en total sobrepasan de 39, desnuda la mentira del inquilino de Miraflores, con preaviso de desalojo, pues en los últimos cinco años para no ir muy lejos, los estados Amazonas, Apure, Barinas. Portuguesa, Sucre y Zulia se quedaron sin medios impresos, como lo refiere el colega y amigo Nelson Bocaranda en sus columna "Runrunes", con datos suministrados por el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS).
La iracundia de Maduro con el periodista mexicano Jorge Ramos es una clara demostración de su talante dictatorial, pues ante las preguntas del enviado especial de CNN, lo amenazó tajantemente y se levantó de la silla, no sin antes ordenar a sus envalentonados espalderos que custodian su grotesca figura, incautar el material grabado y los equipos, con el propósito de evitar que saliera a la luz pública, lo grabado hasta ese momento. Pero, afortunadamente, alguien del entorno del usurpador le hizo llegar al periodista mexicano el material decomisado con la entrevista que hace pocos días salió a la luz, lo cual no solo constituyó un “tubazo”, como denominamos en la jerga periodística las primicias, sino un golpe al hígado al Hussein tropical.
El periodismo es un apostolado para quienes ejercemos el oficio, por lo que nos induce a formular algunas consideraciones particulares, pues aun cuando la objetividad es condición esencial del periodismo, nunca satisfará a quienes detentan el poder y se creen dueños absolutos de la verdad, como es el presente caso del socialismo del siglo XXI, que utiliza a su libre albedrío los recursos del Estado para adquirir, diarios, revistas, televisoras, emisoras, semanarios y medios comunitarios, para utilizarlos ilimitadamente con fines perversos.
Claro está que quienes constituyen este maléfico poder mediático, que incluye hasta una empresa que controla y distribuye el papel periódico que requieren los medios de comunicación independientes (Corporación Maneiro), desconocen la visión valorativa de los medios y de los comunicadores sociales que califican los sucesos de acuerdo con su mayor o menor densidad social y ética, verdadera función del periodismo crítico.
La ignorancia de algunos personeros del régimen, enquistados en el poder desde hace 19 años, que desconocen absolutamente algunos temas como el periodismo, los induce a cometer dislates que ponen en evidencia más su perverso fin, ajeno a la crítica propiamente dicha, pues están divorciados del hábito de la libre expresión del pensamiento, lo cual los induce a pretender soslayar dicha función valorativa y atribuir la visión de la violencia, a un malintencionado culto que “contraría los valores de una supuesta revolución socialista”, mal llamada bolivariana y marxista, que el propio Fidel Castro la denominó en cierta ocasión comunista.
Los periodistas venezolanos, poseemos una certera intuición de los límites legales y morales de la autonomía expresiva, conscientes del papel preponderante que desempeñamos en la sociedad como trabajadores sociales a su servicio, en los holgados territorios donde deberíamos desenvolvernos con amplitud y disfrute de una absoluta libertad de expresión y de prensa. Pero quienes detentan el poder con Maduro a la cabeza, desconocen que un medio de comunicación es el único documento humano capaz de recoger la memoria integral del hombre. Ignoran igualmente que por la fuerza expansiva de sus reprimidas proyecciones, no han valorado en el periodismo la expresión del talento de quienes ejercemos una profesión que exige muchos sacrificios y que en algunas ocasiones el lector ansioso de identidad entre pensamiento y acción, exalta la firmeza, audacia y civismo de quienes nos empeñamos en revelar verdades abruptas.
En memorable discurso pronunciado en sesión solemne del Congreso Nacional el 4 de mayo de 1945, el poeta cumanés Andrés Eloy Blanco, seleccionado unánimemente como orador de orden en homenaje al general José Gregorio Monagas, al referirse a las Constituciones venezolanas, subrayó: “La Constitución de 1936, como ustedes saben, trae una disposición conocida bajo el nombre de Inciso VI, según la cual se consideran contrarias a la independencia, a la forma política y a la paz social de la nación, las doctrinas comunista y anarquista y los que la proclamen, propaguen o practiquen, pues serán considerados como traidores a la patria y castigados conforme a las leyes”.
¡Lástima que fue derogada en el año 1945!
Carlos E. Aguilera
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
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