Las negociaciones en Barbados parecen complicarse. La mediación impulsada por Noruega para buscar una solución pacífica a la crisis venezolana, solicitada expresamente por la Unión Europea y respaldada por el resto de la comunidad internacional, no ha arrojado los resultados que todos esperaban. El tiempo que le dieron a Nicolás Maduro y a su combo para acordar su salida se agota sin acuerdos, lo que ha obligado a los gringos y europeos a intensificar la presión sobre los oficialistas.
No en vano la Unión Europea aprobó la implementación de más sanciones para Venezuela, mientras que los voceros del gobierno de los Estados Unidos, Mike Pompeo y Elliot Abrams, han arreciado sus declaraciones asegurando que aceptar elecciones y permitir que Maduro se mantenga hasta ellas equivale a renunciar al cambio, por cuanto en la transición este seguiría a cargo del Ejército, la policía, los colectivos y mantendría el control de los resortes de violencia e intimidación.
En el marco de la misma estrategia, mientras los gringos aprietan las clavijas por un lado, por el otro lanzan una seña clara de disposición a aliviar las sanciones personales impuestas a miembros del oficialismo con el único fin de lograr su colaboración en la caída del régimen. Vale resaltar que las referidas sanciones abarcan la prohibición de entrada a Estados Unidos y el resto de países que no reconocen al sucesor de Chávez como presidente de Venezuela, además que tienen efecto rebote en todo el núcleo familiar del sancionado, así como la congelación de cuentas y propiedades que estos tuvieran en el imperio. Aunque el gobierno de Donald Trump insiste en una solución pacífica y la conformación de un gobierno de unidad nacional que lleve al país a nuevas elecciones, asegura que tienen la capacidad de usar la presión militar.
Desde el otro lado de la acera, los oficialistas también han subido el tono en cada una de sus apariciones públicas. Cual gallitos de pelea insultan a diestra y siniestra a quien se les atraviese. Aparte de sus enemigos naturales, ahora le tocó llevar palos a la alta comisionada de los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, y a la alta comisionada de la Unión Europea para las Relaciones Exteriores, Federica Mogherini. Ambas pasaron, en una semana, de ser aliadas de Maduro a ser la más alta representación de la traición y tergiversación de la realidad nacional. En fin, los chavistas están peleados con medio mundo, situación que se refleja también a lo interno de sus filas.
Hoy todo es incierto sobre el desenlace de estas negociaciones, pero más incierto aún es lo que pasaría si no se llegase a ningún acuerdo que nos lleve a una salida electoral. Les repito lo que les he dicho en cada uno de mis artículos: las negociaciones de Noruega son la última carta pacífica para destrabar el juego y estas tienen fecha de vencimiento.
Las dos partes en conflicto se juegan el todo por el todo, ninguna quiere fallar. Para mantenerse con vida a Maduro le toca sortear la rebelión dentro de su granja, las consecuencias de las severas medidas impuestas a su administración y la repercusión internacional del demoledor informe de la ONU donde se le califica de torturador y violador de los derechos humanos; mientras que el líder de la oposición, Juan Guaidó, a 6 meses de su juramentación como presidente encargado de la República, debe superar el desgaste y desaliento de más de 80% de los venezolanos que clama por un cambio urgente. Ojalá no surjan terceras y peligrosas vías durante el proceso de definiciones porque allí sí que la puerca torcería el rabo.
Gladys Socorro
gsocorro.wordpress.com
@gladyssocorro
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