Con Evo Morales, jefe del régimen, Bolivia transitan pésimas condiciones para abonar el terreno de la democracia como método y como condición social. Vía el voto universal, el método es el procedimiento que permite expresar en libertad las opciones políticas para que los ciudadanos elijan la de su preferencia. La condición social coloca a la sociedad, al pueblo, es decir a ‘todos’, en calidad de participantes en la gestión del gobierno de una comunidad.
En otras palabras, libertad, igualdad y pluralidad están lejos de la coyuntura actual, desde la aprobada con premura Ley de Partidos Políticos y sus peculiares primarias: un solo candidato por partido. La sociedad política aceptó sin más.
Abstenerse no era la opción, cierto. ¿Lamentarse es llorar sobre leche derramada?
Hoy el Tribunal Constitucional (TC) borra las garantías contenidas en la Constitución Política del Estado (CPE), aunque hubo quienes en 2009 no votamos a su favor por excesiva, demagógica y populista.
El TC se amparó en el Art. 23 del Pacto de San José de Costa Rica, por encima de la CPE. Lo hicieron, dicen, para evitar ‘condiciones discriminatorias’ al derecho humano de cualquier funcionario público que desee postularse a un cargo electivo, sin renunciar al que está ejerciendo. La renuncia estaba amparada en el Art. 238, numeral 3 de la moribunda CPE. El sumiso TC ya la había herido de muerte bajo el mismo Art. 23 del Pacto de San José, al habilitar la inconstitucional candidatura del binomio continuista Morales-García, ilegal por el Art.168. Además, vetada por el Referéndum que en 2016 sentenció el NO para una nueva reelección.
Ya estaba Bolivia peor que mal sin división de poderes. Hoy está sujeta a un TC que, por instrucciones del poder político, modifica parcialmente la Constitución. Y la deja al libre arbitrio de Morales y compañía que, en casi 14 años de hegemonía+coerción+dominación, han barrido con la institucionalidad democrática y el Estado de Derecho.
Así, el régimen centralista y corruptamente obsceno hace de las suyas, entre Beni y Pando, donde monta fraudes sin pudor. A algunos operadores los pillan con las manos en la masa. Hay detenidos, pero todo queda en la impunidad. El oficialismo no debe andar bien en las encuestas. Tiene todos los poderes bajo su férula, de ahí que la correlación de fuerzas aún le favorece. Sin embargo, pareciera que se le escurre el voto, y no alcanzarán el 70% con el que Morales vaticinó que ganaría las elecciones de octubre próximo.
Otra arista de esta coyuntura es la renuncia del senador Edwin Rodríguez a la candidatura de vicepresidente de “Bolivia dijo NO”. El candidato a presidente de ese binomio es el senador cruceño Óscar Ortiz. Sospecho que no es solo un golpe a esa fuerza política, sino también a Santa Cruz. No olvido el imperativo de “un cruceño jamás”, que esgrimió Morales, cuando era diputado en 2005. En aquel tiempo convulso, tras la renuncia del entonces presidente Carlos Mesa, por sucesión constitucional le correspondía al cruceño Hormando Vaca Díez (+) presidente del Senado, el cargo de presidente de la República de Bolivia. Pesó más el imperativo de “un cruceño jamás”. Y no fue. En ese entonces, Mesa, hoy candidato opositor a la presidencia, miró a un costado. Ante la amnesia, rescato el deber de la memoria.
Ahora nos acosan con que toda la oposición debe sumarse a Mesa para ganar a Morales en primera o segunda vuelta, con los votos que obtuviera Ortiz, en tercer lugar, según las encuestas.
Si Morales fuera reelecto presidente de Bolivia, trampas mediante, gracias al sometido Tribunal Electoral, parece ser el peor de los escenarios. ¿Más cerca de Maduro y Ortega? Quizás. ¿Evitarlo es el precio, a costa de eliminar la pluralidad política? Y ¿sin tomar en cuenta que Morales no tiene ni la más remota idea de dejar el poder, como toda dictadura revestida de democracia electorera?
Morales ha construido su poder con el concurso de muchas voluntades, incluidos segmentos del empresariado cruceño, antes en su contra. La cárcel que sufren muchos sin haber cometido delito alguno, el exilio de tantos con acusaciones falsas, el irrespeto a los Derechos Humanos, a los pueblos indígenas, un poder judicial convertido en guillotina política, no tienen el peso del ‘Kapital’. Ese es el que vale.
La coyuntura electoral lastima a toda la oposición política. También al oficialismo, cuya credibilidad está por el suelo. Gracias a ello, crece la vocación democrática, a despecho de Morales y los demás, incluida la geopolítica de Rusia.
Como decía Hannah Arendt, “La libertad, además, no es solamente uno entre los muchos problemas y fenómenos del ámbito político propiamente hablando, tales como la justicia, o el poder o la igualdad; la libertad, la cual raramente –en tiempo de crisis o revolución- se convierte en el propósito principal de la acción política, es precisamente la razón por la cual los hombres viven juntos en organizaciones políticas. Sin ella, la vida política carecería de significado”.
Desde el ámbito público, la libertad es experiencia política personal y colectiva. Es decir, acción con otros. Necesariamente implica pluralidad.
Susana Seleme Antelo
@AnteloSeleme
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