lunes, 2 de septiembre de 2019

JHONASKI RIVERA RONDÓN: SADO-MONETARISMO: DEL VALOR DE USO AL VALOR DE ABUSO DE LAS ECONOMÍAS SOCIALISTAS

El lenguaje marxista, al igual que el lenguaje zurdo en general, es sumamente paradójico, ya que al aplicar esquemas teóricos esclerotizados a una realidad tan dinámica y viva como la capitalista, rescata la lengua de los muertos al describir mejor a los muertos, por ello es que las categorías  y conceptos que utilizan la izquierda para el cuestionamiento y la hipercrítica de dicha realidad, más bien parecen aludir a los malestares que se producen en la realidad que ellos promueven e impulsan, el socialismo y el comunismo. 

En consecuencia, así como Marx se tomó el atrevimiento de poner a Hegel de cabeza, y así como con otros muchos liberales, con ello lograron la adaptación de muchas de sus categorías al paradigma mecanicista del marxismo, así como sus distintas vertientes socialistas y comunistas. De tal modo, hay categorías propias de la izquierda que habla mejor de lo muerto que de  lo vivo, de ahí que no sería condenable hacer una inversión de izquierda a derecha de ciertas categorías de pensadores zurdos para problematizar y analizar al propio socialismo, incluyendo incluso al “Socialismo del Siglo XXI”. 

Por consiguiente, presentaremos a James Wiltgen, quien enseña cine e historia en la Escuela de Estudios Críticos (The School of Critical Studies) de CalArts, cuyos planteamientos consiste en (hiper)criticar el despiadado y desaforado mecanismo de los mercados digitales, como la expresión exponencial de nuevas modalidades de control que tiene el capitalismo en lo más profundo de la vida personal, y por ello su sado-monetarismo[1], el poder cuantificar todos esos detalles. Sin embargo, primero habría que falsear tal presupuesto, y de ahí contrastarlo con los mecanismos de control económico-político que han utilizado los regímenes socialistas y comunistas. 

En primer lugar lo que habría que resaltar es que la existencia de mercados digitales es posible gracias al crecimiento tecnológico que ha experimentado el mundo, en el cual la competitividad, la efectividad y la inventiva se ha puesto a prueba para desarrollar todas las potencialidades del hombre, que sea virtuoso o despiadado vendrían a ser calificativos que contienen un trasfondo abiertamente ideológico, el cual, según sea la posición que se asuma, implica promover un determinado orden moral. Por tanto, una aversión al capitalismo vendría a suponer una aversión a las cualidades más digna del hombre libre, dado que: “El capitalismo es el único sistema en el que tales hombres pueden funcionar libremente y donde el progreso es acompañado, no por privaciones forzadas, sino por un constante ascenso en el nivel general de prosperidad, consumo y goce de la vida.”[2] 

Y precisamente ha sido en el seno del capitalismo que surgió el Internet, un esquema de interacción descentralizado, que no solo ha permitido la democratización de los medias y el conocimiento, sino que también ha generado esquemas descentralizados de relacionamiento económico, téngase en cuenta las criptomonedas, como la mayor expresión de individualidad y confianza, en el que los agentes prescinden de un ente mediador que solidifique la confianza, dado que al ser una interacción casi directa entre los sujetos económicos, la facilidad y velocidad de las interacciones de compra-venta han aumentado su rendimiento exponencialmente, logrando trascender fronteras y validando esa confianza que en parte motoriza la fluidez del capital. 

Es así que el esquema descentralizado en el que se sustenta el sistema de Blockchain precisamente vendría a contrarrestar la tesis que el capitalismo genera más mecanismo de control “absoluto” de los individuos, si bien, no se niega que el Internet está propensa a la manipulación, sugestión, control y vigilancia, dentro de ella también las herramientas que permiten contrarrestar en alguna medida las invasiones que puedan ocurrir, lo que nos invitaría en otro apartado hablar sobre la ética del hacker en estos tiempos de globalización. 

Pero bien, todo ello reconoce que respecto al tema hay mucha tela que cortar en torno a las posibilidades que se abre en el “capitalismo digital”, porque así cuando se cierran algunas puertas, hay otras bisagras que se pueden girar. Entonces, prosiguiendo con Wiltgen, según él, el sado-monetarismo vendría a ser el predominio de una lógica utilitarista que se maneja en este mundo globalizado, en el cual impera una razón instrumentalista en el cual las voluntades individuales son medidas en términos de “ganancia y pérdida”, la cuantificación de lo cualitativo, lo que aparenta ser la aversión más grande que pueda, la información como moneda de cambio. De tal planteamiento se desprende lo siguiente, al parecer en las relaciones económicas del mercado digital existe“…la combinación de resentimiento con utilidad, valor-abuso como valor intercambiable.” (Trad. del a.)[3] Pero ¿hasta qué punto eso es tan cierto? La experiencia política e histórica ha demostrado que el resentimiento ha sido un arma más efectiva para los políticos que para los comerciantes, lo que no niega que de las acciones de los primeros estos últimos se vean beneficiados, así como también potencialmente amenazados. 

Ahora bien llegados a este punto, el reto vendría a ser el manejar un lenguaje marxista sin vernos arrastrados por el, de allí que sus propuestas sean tomadas deslastrándonos de los presupuestos en los que se sustenta. Entonces, para dimensionar la noción de valor-abuso es necesario recordar que al comienzo Karl Marx abordó el asunto de la mercancía, como “una cosa apta para satisfacer necesidades humanas, de cualquier clases que ellas sean.”[4] De ahí que tales “cosas” posea un valor, un valor según la utilidad de las personas, en consecuencia, para que exista un intercambio de los bienes, debe haber un lenguaje valorativo común, de ahí el valor de cambio sirva de mediadora para hacer la equivalencia entre productos tan dispares, y de ahí que la moneda sirviera como patrón común para poder tasar la desigual carga de valor de uso de las mercancías. 

Entonces, el marxismo es consiente que tales categorías pasan también por la contingencia histórica, y de ahí que ellas definan la especificidad de un tipo de relacionamiento social que predominó en cierto momento, de tal modo que las propias categorías de valor de uso y valor de cambio no solo sirven para analizar una determinada realidad socio-histórica, sino que también les sirve al pensamiento siniestro para reafirmar su identidad al deslindarse de “La Economía política burguesa”[5]. Teniendo en cuenta este doblez que tiene el lenguaje de izquierda, podemos proceder a la inversión analítica. 

Es así que la noción de valor de uso y valor de cambio logran definir formas de relacionamiento económico de un lugar y momento determinado, en consecuencia, la referencia a un valor abuso pretende definir un tipo de relacionamiento económico perteneciente a las especificas condiciones socio-históricas del capitalismo inserto en la dinámica del mercado digital, pero por lo que se logra entrever, la misma plataforma descentralizada de las monedas digitales brinda un cierto grado de autonomía, garantía y respeto entre los mismos individuos, sin la necesidad de estar a merced un ente mediador y centralizado, tal como un banco o el Estado, que pueda transgredir su propia  individualidad, de allí que el sado-monetarismo venga al traste con la realidad que pretende describir y cuestionar. 

En consecuencia, ante la poca correlación con la realidad que pretende cuestionar la noción de sado-monetarismo ¿A qué realidad podría ayudar a explicar tal categoría? A la realidad económica, social y política de los regímenes socialistas y comunistas instaurados. 

En primer lugar debemos desmontar el supuesto de James Wiltgen, su total fobia al libre mercado como se dijese en un artículo anteriormente publicado http://ideasenlibertad.net/el-miedo-a-la-libertad-economica-en-venezuela/ o al comercio como lógica que puede primar en nuestra relaciones interpersonales. Bien decía Aristóteles que “…uno es el mayor amigo de sí mismo. Con que hay que amarse, antes que nada, a uno mismo…”[6], y ello será indicador del valor que me doy a mí mismo, y podrá darme el criterio para darle el valor a las personas que merezcan compartir mi espacio y mi tiempo, una mercancía que puede satisfacer las necesidades de otro, de ahí que en las relaciones interpersonales sirva también en el esquema de intercambio comercial, ya que: “Amor, amistad, respeto, admiración, son la respuesta emocional de un hombre por las virtudes de otro, el pago espiritual entregado a cambio de placer personal, egoísta, que un ser humano obtiene por las virtudes de carácter de otro hombre.”[7] 

Por tanto ¿Qué hay de malo en el reconocimiento del valor de la mercancía espiritual de un individuo virtuoso? En tal relacionamiento no parece percibirse un componente negativo, lo negativo o positivo radicaría en la acción-recepción del individuo, ya que una reacción patológica sería aquel que pague con gratitud y amor a aquella persona que la maltrata y la vitupera, de ahí que la dignidad humana caiga en bancarrota, y en este caso estaríamos presenciando un valor-abuso, porque es en esta distorsión donde precisamente se logra explotar las necesidades y debilidades del otro para encontrar en los hombre un mero instrumento o medio político, de allí que tengamos ejemplos históricos que respalden lo dicho como el testimonio del profesor ruso Kuznetzov, quien le llegó a participar en una carta a Trotski en 1919, que Moscú sucumbía por el hambre, a lo que Trotski respondió: 

“Eso no es pasar hambre. Cuando Tito sitió Jerusalén, las madres judías se comían a sus propios hijos. Cuando yo consiga que las madres de Moscú comiencen a devorar a sus hijos usted podrá venir a decirme: «Aquí pasamos hambre».”[8]

Estas respuestas dan cuenta de como el valor-abuso asevera sobre los otros a partir del resentimiento. De ahí el hecho en que ciertas personas que se les adjudiquen merecedoras de ciertos servicios asistenciales según el criterio de un Estado justiciero, haga notar una clara preferencia sobre los “desposeídos” que sobre esa clase media “burguesa” sobre la que recae la mayor carga en la redistribución de los bienes, porque ante la precarización progresiva de las condiciones materiales de un país ella es la que recibe el mayor golpe, véase el caso venezolano que ante el colapso eléctrico, de las comunicaciones y del combustible los bienes más indispensables terminan siendo priorizados para la burocracia y los más “susceptibles y desfavorecidos”, dejando a merced a toda esa clase productiva por ser catalogado como “traidores” y “explotadores”, y allí es donde reside más que un criterio de valor de uso es un valor-abuso sobre las personas, porque ya no se mide desde la capacidad y el mérito sino desde el resentimiento, respuesta que despiertan las virtudes en aquellos que tiene un afán enfermizo por el reconocimiento de lo inmerecido. 

Y precisamente fue desde el valor-abuso que personas como el difunto Hugo Chávez al implantar el proyecto socialista en Venezuela, no solo manifestaba el acto de menosprecio que puede tener hacia su país, sino que al dejar a figuras tan resentidas como Nicolás Maduro, que han sabido hacer uso instrumentalizado del resentemiento como razón de Estado, y de allí se han sostenido figuras como Mussolini, Hitler, Lenin, Stalin, Mao y Fidel, trayendo consigo las mayores calamidades de la humanidad. 

¿Habrá algo más que pueda decir el sado-monetarismo como aquella realidad de precarización económica en el que las personas son valoradas más que por sus meritos, son apreciadas por el resentimiento de otros? Pues si, James Wiltgen agrega el alcance que puede tener el resentimiento y el sadismo en el plano social, económico y político de los sistemas totalitarios, y por ello nos dice: 

“…lo que podría ser denominado el elemento “sado” deberían ser direccionado, como extremadamente densas fuerzas que atraviesan el sistema social y cultural entero, incluyendo clases, géneros y líneas étnicas, en correspondencia de lazos que conectan los macro-agregados con la microtexturas de producción, antiproducción, consumo y redes simbólicas.” (Trad. del a.)[9] 

Lo que da cuenta de esto es como desde la economía se encontró el medio para logra totalizar el poder de control político de las individualidades en cada una de las dimensiones, en donde se promueven ciertos rasgos simbólicos para establecer un determinado orden moral que sirva para el asedio de la libertad, tanto material, simbólico y espiritual, un asedio que se hace desde el resentimiento y el sadismo macabro de aquellas que sopesan a los demás a partir del valor-abuso. Y por ello que el psicólogo social W. Drabovitch dijera que “Estas dictaduras implican lógicamente una esclavitud espiritual y material, a la cual queda sometido todo el resto de la población.”[10] 

No obstante, hay otro aspecto que encierra el sado-monetarismo en las economías socialistas y comunistas, y ellos son las redes de complicidades que permiten constituir y solidificar los mecanismos de control político y social que pueden llegar a lo más privado de los individuos, por ello que sea el mismo Wiltgen sea quien haya referido a un extracto del Antiedipo de Deleuze y Guattari, diciendo que en estos ordenes políticos y económicos: “No hay en ningún grado algún maestro, sino únicamente esclavos comandando a otros esclavos.”[11] Y de ahí que expliquen como las redes de vigilancia cubana en el ejercito Nacional, los ojos vigilantes de cada uno de los servicios asistenciales del CLAP y la Misiones, así como cada uno de aquellas personas que ocupan puestos estratégicos que ayudan al régimen imperante fomentar la desconfianza y deshabilitar parte del dinamismo propio del capitalismo. 

Y ha sido así con el que a partir de categorías del pensamiento siniestro las hemos incrustado desde una perspectiva liberal, en el cual hemos encontrado mayor pertinencia descriptiva y analítica en la disección de los regímenes que promueve el propio pensamiento zurdo, de allí que su paradoja los haga caer al absurdo.


Referencias: 

[1] Este planteamiento está expuesto ampliamente en su artículo “Sado-Monetarism or Saint Fond-Saint Ford”. En Sande Cohen y R. L. Rutsky (Eds.): Consumption in an Age of Information. Oxford-New York: BERG, 2005. pp. 97-118.
[2] Ayn Rand: La virtud del egoísmo. Buenos Aires: Grito Sagrado, 2006. p. 121.
[3] “the combination of ressentiment with utility, abuse-value with exchange-value” James Wiltgen: “Sado-Monetarism or Saint Fond-Saint Ford”. En Sande Cohen y R. L. Rutsky (Eds.): Consumption in an Age of Information. Oxford-New York: BERG, 2005. pp. 97-118. p. 100.
[4] Karl Marx: El Capital. 2da. ed. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1959. p. 1.
[5] Este posicionamiento locutivo es sumamente enriquecedor en el lenguaje marxista-leninista empleado en la Enciclopedia de Filosofía, para ampliar al respecto consúltese: G. A. Kursanov: El Materialismo Dialectico y el Concepto. México: Grijalbo, 1966.
[6] Aristóteles: Moral, a Nicómaco. 5ta. ed. España: Espasa Calpe, 1992. p. 275.
[7] Ayn Rand: La virtud del egoísmo. Buenos Aires: Grito Sagrado, 2006. p. 45.
[8] Extracto sacado en Svetlana Aleksiévich: El fin del “Homo Sovieticus”. Barcelona-España: Acantilado, 2015, p. 12.
[9] “what might be termed the “sado” element must be addressed, as extremely dense forces cut across the entire social and cultural system, including class, racial, gender, and ethnic lines, in feedback loops linking the macro-aggregates with the microtextures of production, antiproduction, consumption, and symbolic networks.” James Wiltgen: “the combination of ressentiment with utility, abuse-value with exchange-value” “Sado-Monetarism or Saint Fond-Saint Ford”. En Sande Cohen y R. L. Rutsky (Eds.): Consumption in an Age of Information. Oxford-New York: BERG, 2005. pp. 97-118. p. 102.
[10] W. Drabovitch: Fragilidad de la Libertad y Seducción de las dictaduras. Santiago de Chile: Zig-Zag, [¿1935?]. p. 149.
[11] “there are no longer even any masters, but only slaves commanding other slaves;” Fragmento extraído en James Wiltgen: “the combination of ressentiment with utility, abuse-value with exchange-value” “Sado-Monetarism or Saint Fond-Saint Ford”. En Sande Cohen y R. L. Rutsky (Eds.): Consumption in an Age of Information. Oxford-New York: BERG, 2005. pp. 97-118. p. 102.

Jhonaski Rivera R.
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