PERO SI DE MADURO
Fue hace ya unos días, estando en una notaría del centro de Caracas,
cuando por fin pude ver uno de esos letreros en los cuales se puede leer “Aquí
no se habla mal de Chávez”, y que, al
igual que aquellos otros prohibiendo
fumar, con el texto “Este es un Ambiente 100% Libre de Humo de Tabaco”, se
encuentran colocados en todas las oficinas públicas y gubernamentales. La única
diferencia entre ambas advertencias, es que mientras una procura un ambiente
más limpio y saludable mediante una Resolución del Ministerio del Poder Popular
para la Salud, la otra busca acallar las
voces de los ciudadanos por medio de un mandato al margen de la ley y del
sentido común.
Cuando a finales del mes de Enero pasado el oficialismo lanzó a la calle
la campaña “Aquí no se habla mal de
Chávez”, no le di importancia al asunto, pues al igual que a la mayoría
de las personas sensatas, me pareció una
muestra más, una de tantas, del control
hegemónico que el gobierno del señor Maduro trata de imponerle a los
venezolanos en materia de libertades.
Criticar al gobierno y hablar mal
del presidente de turno, de un ministro
o de un dirigente político, ha sido desde siempre un deporte nacional, que los
venezolanos han venido practicando en
cada esquina del país, casi siempre con un cafecito en la mano.
Nadie en la historia de Venezuela,
se ha salvado de estar en boca de la gente cuando, con razón o sin
razón, ha dado motivos para ello de alguna manera. Ni siquiera el Libertador,
Simón Bolívar, con toda su epopeya, y no obstante el culto que lo sigue, se ha
escapado de la crítica de muchos historiadores modernos que en relación con
algunos episodios de su vida política, han tratado de poner las cosas en su sitio, despojando al hombre, al ser humano, de su
mito, a través de la verdad pura y simple.
Pretender, por lo tanto, que Chávez quede excluido de la posibilidad de
cualquier crítica popular, no solo es irreal desde un punto de vista
sociológico, sino también antihistórico e inhumano, si lo vemos bien, pues
nadie es perfecto, y hasta a los santos se les reconocen errores y pecados en
su vida terrenal.
En la Corea de Kim Jong- un, no se habla mal de él, como tampoco se
hacía en la Cuba de Fidel. Pero allí no
hacen, ni hacían falta, letreros, pues la represión y el miedo saben hacer bien
su trabajo. Cuando se tiene que echar mano de un aviso para tratar de impedir
la crítica del pueblo, se dejan en evidencia
dos cosas: la primera es que ciertamente se está hablando mal de Chávez
y la segunda que eso ocurre por qué no hay temor en hacerlo.
Seguramente que los letreros en cuestión, inhibirán a muchos de
expresarse en público, a hablar de
Chávez. Principalmente, en el caso de los funcionarios y empleados públicos, o
de las personas que están recibiendo alguna prebenda del gobierno
en forma de bolsa de alimentos o medicinas, en promesas de vivienda, o por
medio del “carnet de la patria” como la gran solución a sus problemas
cotidianos. Es más, estamos igualmente convencidos de que alguno que otro
“enchufado”, como se le dice a quienes beben las mieles del gobierno, le hará
caso al diputado y vicepresidente del PSUV Diosdado Cabello y colocará,
voluntariamente, en su oficina o sitio de trabajo, el cartelito de marras para
que no se diga nada de Chávez, que pueda comprometerlo o ponerlo a mal con la
“revolución”.
El problema para el gobierno es que con libertad de expresión o sin ella, las colas enormes, diarias e
indignantes de la población para comprar alimentos, medicinas u otros productos
de primera necesidad como papel higiénico, jabón o desodorante, hablan por sí
solas; así como lo hacen el resto de las consecuencias de una política
económico-social desastrosa, con la inflación más alta de América Latina, y la
aparición de enfermedades erradicadas hacía tiempo, que colocan a la población
en un mundo de indigencia y precariedad
social, no conocido hasta ahora. Ojalá que el gobierno pudiera acallarlas, como
pretende hacerlo con la gente, pues ello
significaría la solución y erradicación
de dicho males, para la felicidad de todos.
Pero volviendo a la notaria donde me encontraba, debo confesar que al
leer el letrero, sentí por un momento, lo que siente un niño cuando su mamá lo
regaña por decir algo indebido delante de los mayores. Por tal motivo, le
pregunté a un abogado amigo mío, que igualmente estaba esperando por la firma
del notario, desde hacía un buen rato, que pensaba del letrero colocado en la
pared de enfrente; a lo cual me contestó: “Ciertamente, el cartel prohíbe
aquí hablar mal de Chávez; pero no de
Maduro”.
Jose Luis Mendez
Xlmlf1@gmail.com
@Xlmlf
Miranda - Venezuela
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