Los ciclones del océano Atlántico como el reciente de nombre “Dorian” que arrasa una buena parte de las islas Lucayas o Bahamas matando a cientos y quizá miles, y azota las costas de la Florida, Carolina del Sur y del Norte, no son de nueva data ni mucho menos. La costa de la Florida históricamente ha sido más que violentada por vendavales que incluso en el siglo XXI emergen, inundan y destruyen zonas costeras e islas sobre todo en el verano septentrional pese a los repetidos avisos satelitales de pronóstico y prevención que no alcanzan a eliminar el número de muertos y la masiva destrucción física y su costosísima secuela sobre todo entre la gente desvalida que resulta la más afectada. Ante esta realidad histórica, ya podemos imaginar lo ocurrido a una flota española el siglo XVIII en aguas atlánticas frente a la costa de la Florida.
El 24 de junio de 1715, 10 barcos de bandera española y uno de bandera francesa zarpan de La Habana, Cuba, rumbo a España llevando toneladas de oro y monedas de plata de un valor de 14 millones de táleros españoles (el tálero dio origen a la palabra dólar). Ya en noviembre, en tanto los 10 barcos navegan reglamentariamente rumbo norte cercanos a la costa de la Florida entre el Cabo Cañaveral y el Fuerte Pierce (en la geografía de 2019), el barco francés, Grifon, navega prácticamente en alta mar alejado de la costa. El 13 de noviembre llega un tifón aterrador por la intensidad del vendaval, el tamaño de las olas y la imposibilidad de disminuir su arremetida de hasta tres días.
En ese trance, con el ojo avizor como único medio de observación, y diez navíos de grueso maderamen repletos de tesoro americano que cuidar y vigilar, huelga imaginar la desesperación de alrededor de 2000 capitanes y tripulación española en pos de evitar la pérdida del cargamento que con tanto esmero se había traído a bordo principalmente en los muelles de los seis fuertes de Cartagena de Indias donde, desde el siglo XVII, llega y se almacena el oro, plata y otros metales y productos procedentes de las minas del Alto y bajo Perú y de otros lares. Cada uno de los barcos se veía fuerte y pesadamente armado para rechazar ataques piratas sobre todo ingleses que aparecían de la nada en alta mar. Como dice el historiador Salvador de Madariaga en El auge y el ocaso del imperio español en América(1979): “Los desastrosos efectos de estos ataques frecuentes a navíos y puertos de las Indias dieron lugar a medidas de defensa. Protestose con frecuencia… mas no lo suficiente para torcer la política agresiva de Inglaterra… que desde los tiempos de la Reina Isabel… mantuvo una actitud de apoyo y aun de complicidad para con los piratas y aventureros suyos de las Indias.”
Esos diez navíos de ninguna manera estaban hechos ni preparados para sobrevivir semejante golpe de la naturaleza que, según History.com, inefablemente hunde uno tras otro… Uno de ellos es el “Nuestra Señora de Regla” que se hunde con nada menos que 200 tripulantes y 120 toneladas de monedas. El “Santo Cristo de San Ramón” zozobra cargado y con 120 tripulantes. Los otros ocho sufren la misma trágica suerte.El desastre se traga entre 700 y mil personas. Entre tanto el Grifons ortea la tormenta en alta mar y se salva aunque con algunas bajas. En los meses siguientes, La Habana envía barcos para ver de recuperar el tesoro y con denuedo y suerte, hasta abril de 1716, se recupera cerca al 80 por ciento. Siglos después, en los años 1960, se recupera el resto, por lo menos fue lo que se dijo.
Jorge V. Ordenes-Lavadenz
@JvordenesV
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