jueves, 19 de septiembre de 2019

GIOCONDA CUNTO DE SAN BLAS: EL BONO DEMOGRÁFICO

No, no me refiero al Bono de Vacaciones, ni al Bono Independencia, Pueblo Libertador, Pueblo Unido, Pueblo Libre, ni Bono Regreso a Clases, que de todos ellos y muchos más hay en el morral sin fondo de la corrompida cornucopia gubernamental. Me refiero al bono demográfico, ese período único, irrepetible en el devenir de un país, durante el cual la población económicamente activa en edad de trabajar (entre 15 y 64 años)  supera en cantidad a las personas económicamente dependientes (niños y adultos mayores), dando al país su período de mayor capacidad de generación de riqueza.

 Ese período comenzó en Venezuela hacia 2005, debiendo extenderse hasta 2047-2050, si las condiciones de desarrollo del país fueran otras. El Instituto Nacional de Estadística (INE), organismo del estado venezolano en la materia, consciente de la importancia de esta etapa única en el devenir de la nación, aseguraba hace varios años que si se planificaban y elaboraban políticas con enfoque demográfico de educación, salud y empleo, entre otros, se lograría a futuro generar un capital importante para garantizar la seguridad social cuando la población esté altamente envejecida.  

 Es decir, esa oportunidad para el desarrollo requiere de “…inversiones en capitalhumano, especialmente educación y formación para el trabajo para que nuestras nuevas generaciones, cuantitativamente mayores, sean también cualitativamente más productivas”, de manera que puedan acceder a los empleos generados a través de políticas públicas de estímulo.   

Poco caso ha hecho el régimen de sus propias recomendaciones, reflejadas en el informe del INE ya citado. Mucho menos, las de otros expertos en la materia. El inicio del bono demográfico para Venezuela coincidió con el período de mayor bonanza petrolera en la historia nacional, lo cual habría asegurado el establecimiento de esas políticas generadoras de bienestar. No ha sido así. La debacle económica va pareja con la dramática situación educativa, conducente a solo 35% de jóvenes venezolanos que trabajan y a 23% fuera del sistema educativo y del mercado laboral, simultáneamente.  

 De esta forma, se ha desaprovechado la oportunidad de adelantar una Política Nacional de Juventud y un Plan de Acción como sí lo hicieron otros países en tránsito demográfico, por ejemplo, los “tigres asiáticos” (Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán) durante los años 1950 a 1990. Los resultados están a la vista: por citar solo uno de ellos, en la década de 1960 el producto interno bruto (PIB) de Singapur era de US$ 500, multiplicados a US$ 53.000 en 2017; un desarrollo económico impulsado por un nivel educativo exigente que ha hecho posible su primacía en las pruebas PISA de competencia matemática, ciencias y comprensión lectora en jóvenes de 15 años, desplazando a Finlandia, Canadá y otros. 

 Como si fuera poco, el período demográfico venezolano ha sido perturbado seriamente por la diáspora: de la población migrante que oficialmente se ha residenciado en el exterior, 90% de ellos está justamente en la zona demográfica que permitiría el beneficio del bono: entre 15 y 60 años, de los cuales, 50% entre 15 y 30 años. A ellos habría que sumar quienes están en condición de ilegales o usaron otra nacionalidad para su ingreso a otro país. De manera que estamos ante una inversión del bono demográfico, al punto de que la población económicamente activa se ha reducido en desmedro del progreso nacional. 

 Vivimos una oportunidad perdida, una más a ser sumada al balance calamitoso de una gestión llevada adelante por un régimen incapaz, acartonado en viejas teorías desechadas hasta por sus mentores originarios, empeñado en hacer de la miseria su carta de presentación, como si eso les diera lustre.  Su obstinación y su fracaso, más la convicción de que esa población migrante es esencialmente opositora, los lleva a estimular el éxodo de tantos profesionales en edad productiva, regalando a otros países el bono demográfico, el único que tendrá nuestra patria. Con indolencia criminal han causado un daño incalculable a la nación y sus habitantes, han destruido las instituciones, mientras se han llenado las alforjas, saqueando la riqueza de la nación como si fuera su patrimonio personal.  

 Me vienen a la mente las palabras del General Telford Taylor, uno de los magistrados en los juicios de Nuremberg, quien en otro contexto dijo de los juzgados: “…Ellos son los hombres que fallaron absolutamente a su país, que no mostraron coraje, ni sabiduría, ni vestigio alguno de carácter moral...”

Gioconda San Blas
@davinci1412 

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