Y después de la desaparición de la Unión Soviética y del advenimiento de la irreversible depauperación venezolana, de este "período final" no los salva ni el mismísimo Lucifer que se disputa hoy el gobierno del infierno con el diabólico Fidel Castro.
El gran filosofo que fue mi padre, un niño huérfano a los cinco años de edad y que alcanzó solamente el sexto grado de escuela primaria, me decía cuando yo buscaba en forma apresurada soluciones inmediatas: "Alfredito, todo empieza y todo acaba". Y así mismo ocurrirá con esta infame tiranía cubana. No voy a caer en el ridículo de vaticinar la fecha exacta, pero estoy convencido de que el ansiado final anda ya muy cerca.
Tal como ocurre con todos los déspotas--incapaces de ver más allá de la burbuja en que los mantienen sus testaferros y cipayos--nuestros tiranos son incapaces de percibir con claridad el final de sus privilegios y sinecuras. Raúl Castro, igual que Adolfo Hitler con su diabólico "Reich de los Mil Años", está convencido de que sus herederos gobernarán a perpetuidad. Por lo tanto, en vez de confrontar y aceptar la realidad la describen con palabrejas y argumentos que ya a nadie convencen ni a nadie engañan.
El semental al que "Raula" pagó por los servicios prestados otorgándole la jefatura de la tiranía podrá negarse a admitir que Cuba confronta un nuevo "período especial". Díaz Canel podrá afirmar que esta es una "situación transitoria" o un "período coyuntural" que hay que ver como "un entrenamiento". Y las cotorras sarnosas del único y aburrido noticiero oficial podrán haber repetido más de 50 veces las palabras coyuntura y coyuntural.
Pero todos sabemos que ese "entrenamiento" y esa "coyuntura" no son otra cosa que la continuación de la domesticación de un pueblo de becerros que se ha dejado robar la dignidad y la libertad por más de medio siglo. Todos sabemos que la crisis galáctica que confronta en este momento la tiranía cubana no puede ser descrita de otra manera que como "período final". Y después de la desaparición de la Unión Soviética y del advenimiento de la irreversible depauperación venezolana, de este "período final" no los salva ni el mismísimo Lucifer que se disputa hoy el gobierno del infierno con el diabólico Fidel Castro.
Para mejor entender la situación actual vale la pena hacer un breve recorrido por un "período especial" cuyo final jamás ha sido declarado por la tiranía. Ya a medidos de 1990, se informó a los cubanos que vendrían restricciones en el consumo de combustible y demás productos energéticos. Asimismo, se les dijo que dichos productos ya no estaban arribando de la URSS con la frecuencia acostumbrada. El brujo mayor, por entonces en uso de sus facultades diabólicas para mentir y manipular, declaró en televisión que: "se comienza a transformar la vida de nuestro país de una situación normal a un periodo especial en época de paz”.
Los efectos del "período especial" fueron súbitos. Los envíos de petróleo crudo pactados con la Unión Soviética dejaron de ser recibidos por Cuba después de 1991, y durante el siguiente año la economía cubana sufrió importantes restricciones en la importación, y se redujo la importación de petróleo a un 10% del que se estaba importando normalmente. El PIB estimado para 1990 era de 31,1 mil millones de dólares, pasó en 1993 a sólo 19,8 mil millones de dólares.
Esta escasez de combustibles afectó especialmente a la agricultura cubana, con la consiguiente reducción de la producción de carne y productos básicos. Se llegó al extremo de poner en vigor formas alternativas de transporte, ideándose fórmulas como los "camellos" (Metrobuses adaptados, de gran longitud, para ser llevados por cabinas de tráiler). Aquella situación económica desesperada trajo consigo el estallido social del Maleconazo y la salida de más de 120 mil cubanos del país que fueron enviados a campamentos de refugiados en la base naval de Guantánamo y Panamá. Nunca más se recuperó la economía cubana. Los niveles de la economía cubana de 1989 demoraron quince años en recuperarse en el año 2004.
Quien lea estas líneas bien podría pensar que esta maldición solo podría caer sobre países con un famélico nivel de desarrollo. Pero si lo pensara estaría totalmente equivocado. En 1959, con una población de poco más de 6.5 millones de habitantes, Cuba se encontraba entre los países más prósperos y desarrollados del hemisferio occidental. Hoy en día, Cuba, con una población de 11.338.138 personas, se encuentra en la posición 81 de la tabla de población compuesta por 196 países. Para vergüenza de sus hijos, Cuba es hoy un pais miserable y parásito que sobrevive de la obediencia perruna de los tiranos venezolanos a los tiranos cubanos, como antes sobrevivió vendiendo a la Unión Soviética la sangre cubana derramada en las guerras imperialistas de África.
Sin el financiamiento de la Unión Soviética y sin las larguezas de una Venezuela quebrada la única alternativa es la continuación de un reino del terror al estilo de la Francia de Maximiliano Robespierre. En el curso de sus 60 años en el poder, superados únicamente por los 67 años de monarquía de la Reina Isabel Segunda de Inglaterra, la dinastía de los Castro ha establecido un prolífico catálogo de violación de derechos humanos.
Aunque las cifras cambian según los analistas, un estimado conservador indica que el régimen castrista ha sido autor de 7.365 asesinatos, encarcelado a 20.000 presos políticos y obligado al exilio a 2.500.000 de cubanos. Para cualquier persona que no haya sufrido este tipo de régimen resulta increíble que en un país con una población de 11 millones de habitantes existan 200 cárceles, muchas de ellas de extrema o máxima seguridad.
Sin embargo, quienes hemos experimentado la maldad congénita de los tiranos de izquierda sabemos que se aferran al poder hasta que son desplazados por la fuerza. Ninguno es capaz de imitar el ejemplo de patriotismo y de civismo de Francisco Franco o de Augusto Pinochet. El 22 de noviembre de 1975, Franco entregó el poder al Rey Juan Carlos y restauró en España un pleno estado de derechos. El 5 de octubre de 1988, con el 56 por ciento de votos emitidos en un referéndum sobre su mandato, los chilenos mandaron a casa a Augusto Pinochet. El General aceptó el resultado y Chile es hoy uno de los países más estables y prósperos de América.
Los tiranos que profesan ideologías totalitarias actúan en forma diametralmente diferente. Prefieren la muerte a la pérdida del poder y no tienen más patria que el engrandecimiento de sí mismos. Maximiliano Robespierre murió en la guillotina como la mayoría de sus víctimas. Adolfo Hitler se suicidó en un bunker después de envenenar a su perro. Nicolae Ceauescu, Muammar Gaddafi y Saddam Hussein nunca fueron más represores y sanguinarios que en los últimos días de sus miserables vidas. Ese es el mismo destino que parece haber escogido Raúl Castro. Ser arrastrado por sus víctimas en las calles tenebrosas de una Habana totalmente a oscuras.
Alfredo M. Cepero
@AlfredoCepero
Director de www.lanuevanacion.com
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