sábado, 19 de octubre de 2019

AURORA LACUEVA: PROMESA VERDE IGNORADA

Hay en Venezuela plantas cuya siembra nos traería diversos beneficios, mas no nos ocupamos de ellas. En realidad, hoy en día -con la crisis que vivimos- hasta los cultivos históricamente explotados, como maíz, arroz, ajonjolí o algodón, se han visto reducidos.


Reavivar la atención a los rubros tradicionales y ampliarla a otros nuevos resultaría una iniciativa de economía sana y sustentable. Muy superior a la “fiebre del oro” que arrasa con árboles, ríos y suelos en el Amazonas en medio del desorden y el descontrol. No nos negamos a la explotación minera prudente en áreas ya intervenidas, sino a la apertura “a lo grande” que afecta a un irreemplazable pulmón vegetal.


Dos meses atrás me referí en esta columna al bambú, excelente para reforestar y también en la construcción de casas y fabricación de muebles y papel. A raíz de ello me escribió José Rafael Hurtado, miembro jubilado del personal técnico de la Unellez, reafirmando cómo en Venezuela existen vegetales que pudiéramos denominar “promisorios”, pero a los cuales les pasamos de lado. Hurtado destaca entre todos ellos al bambú y al merey. Este último lo cultivan en países tan lejanos como Nigeria e India y obtienen divisas de su venta, pero aquí en su lugar de origen -pues viene de Guayana y norte de Brasil- no ha pasado de la explotación artesanal.


La semilla es deliciosa y nutritiva: sus ácidos grasos monoinsaturados bajan los niveles de colesterol ‘malo’, sus antioxidantes eliminan en nuestro organismo los dañinos radicales libres, y su riqueza en magnesio y vitaminas del grupo B beneficia al sistema nervioso además de que el magnesio fortifica los huesos.


Por su parte, el seudofruto puede ser utilizado en la preparación de conservas, jugos, vinos y vinagre. Y el aceite de la cáscara que protege a la semilla ha mostrado potencial industrial como anticorrosivo, insecticida e incluso como agente para la cura y protección de la madera.


Hurtado dice con razón que la explotación de nuestras especies promisorias crearía conocimiento colectivo, desarrollaría pequeños y medianos emprendimientos, generaría fuentes de empleo y en general produciría riqueza, en el sentido más hermoso de la palabra, a partir de nuestro trabajo y aportando bienes de noble provecho.


Aurora Lacueva

@AuroraLacueva

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