El chavismo ha significado ser un insulto a la venezolanidad, destruyó el músculo económico doméstico para evitar independencia ciudadana, más o menos lo que se quiere hacer con Chile y la misma Bolivia, dejar en ruinas esos países para que surja una figura dadivosa que otorgue presunta ayudas cuando en realidad se cimenta la pobreza, no solo material sino mental, luego acostumbrar a esas poblaciones a vivir de lo que el gobierno les regala, imposibilitando las vías de crecimiento personal/familiar, consolidar la manipulación del ser humano a través de sus necesidades básicas… castrismo pues.
El castrismo venezolano, alias chavismo, también eliminó los vestigios de la venezolanidad, hasta Bolívar sufrió su dosis de tergiversación, su legado, incluso, de manera deliberada y absurda, su rostro. El amor al trabajo también fue extirpado, una tierra de oportunidades infinitas que ofrecía oportunidades inagotables para ganarse el pan honestamente, ahora, es antro de “palancas”, “contactos”, “sobornos” y todo lo que genera una corrupción pública que hace de las instituciones que deberían ser del Estado, un tentáculo del Psuv cuya misión es entorpecer el desarrollo del venezolano, repetimos, toda posibilidad de independizarse del gobierno.
Todo por cuanto obraron nuestros próceres ha sido mancillado, desde época de Chávez se privilegiaron intereses cubanos, chinos, rusos, de otros gobiernos regionales y lejanos, a fin de tarifar apoyos internacionales, ello se confabuló en detrimento de trabajadores y empleadores venezolanos, pensando el boom petrolero jamás iba a cesar, que Pdvsa era inmune al propio veneno destructivo del socialismo de siglo xxi… ¡Craso error!
Todo vestigio constitucional y democrático fue erradicado, con Chávez el populismo permisado por la robusta petrochequera del boom permitió procesos electorales que, aunque con el típico ventajismo rojo rojito, reflejaban la realidad política del momento, tanto que en 2007 Chávez perdió la reforma (aunque meses después la impuso vía TSJ, habilitante y AN chavista), finalmente lo que opinaba el venezolano nada importaba. Ya con Maduro la legitimidad se esfumó totalmente, en 2015 murió el chavismo, su sepulcro fueron las elecciones de la AN aquel 6D, luego de esa fecha los procesos electorales fueron anulados de raíz, dieron lugar a actos 100% gubernamentales. Ante semejante rechazo popular, la violencia institucionalizada complementa los procesos electorales fraudulentos, esa es la formula que sostiene al régimen.
Un gobierno con esas características solo podía hacerse de una oposición servil en igual condición de impopularidad, como la que asistió a las presuntas presidenciales de 2018. Ante la carencia de acciones contundentes del interinato de Guaidó, el régimen creó su propia oposición de bolsillo, la de Timoteo, cuya legitimidad es tan precaria como la del régimen mismo. Esa oposición “timoteana” trata con jerarquía de “gobierno” a quienes deshicieron la constitución, la democracia, la venezolanidad y se anclan al poder sobre el sufrimiento de un pueblo, con violencia atroz.
Ante la falta de resultados palpables para el pueblo por parte de su interinato, Guaidó se encuentra con el agua al cuello, sus acciones han estado en un nivel geopolítico muy importante, pero continúa sin resolver el problema real del país, el chavismo usurpador, su trágico efecto en las vidas de los venezolanos Lo grave de todo esto es que la oposición “timoteana” desvía la atención, le da tribuna al régimen, intenta minimizar a un ya disminuido Guaidó, alimenta el discurso dizque democrático del régimen para su comparsa de interesados/desalmados aliados internacionales. A Guaidó le deben quedar menos de dos meses, hasta el 5 de enero, sí la usurpación se mantiene debe darle paso a otro liderazgo, un liderazgo verdadero, no como el de Timoteo y sus “4 Farsanticos”.
Leandro Rodríguez Linárez
leandrotango@gmail.com
@leandrotango
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