miércoles, 18 de diciembre de 2019

RICARDO VALENZUELA: LA HISTORIA REAL DEL CAPITALISMO Y SUS ENEMIGOS I. REFLEXIONES LIBERTARIAS

El estudio de la economía es relativamente nuevo y, por lo mismo, se presta mucho a malos entendidos ya sea por ignorancia o por intencionada maldad. La historia de la economía moderna apenas se inició en 1776. Antes de esta fecha, transcurrieron seis mil años en los cuales los archivos de historia no mostraban algún estudio profundo de este tema que domina cada minuto de todos los seres humanos: “el cómo ganarse la vida”. 

Durante miles de años, desde Roma hacia la edad media y el renacimiento, el hombre había batallado toda su vida para obtener lo que solo le producía una miserable existencia. Siempre temeroso de la muerte prematura, enfermedades, hambruna, guerra, salarios opresivos. Solamente algunos afortunados—monarcas y aristócratas—tenían una vida de privilegio. Pero para el hombre común nada había cambiado a través de los siglos. El ingreso per cápita permanecía igual año tras año, década tras década. En el siglo 18, cuando la expectativa de vida era de 40 años, el escritor inglés Thomas Hobbes calificaría esa vida como solitaria, pobre, repugnante, brutal y muy corta. Es decir, la historia del hombre sobre la tierra había sido una historia de pobreza, opresión y sufrimiento. 

Pero entonces llegaría el año de 1776 cuando la esperanza y las expectativas de una mejor vida, por primera vez en la historia fueran extendidas al hombre común. Ese fue el periodo conocido como el de la “Iluminación” y los franceses lo bautizaran como l’ age des lumieres. Por primera vez los trabajadores aspiraban obtener un mínimo básico de salud, alimentación, vivienda, ropa. Hasta el té, antes considerado como un lujo, era ahora bebida común. 

La celebración de la independencia de EU el 4 de Julio fue uno de los eventos significativos del año 1776. Imitando a John Locke, la brillante proclamación de Thomas Jefferson de vida, libertad y la búsqueda de la felicidad, eran derechos inalienables establecidos como el marco legal para una nación con muchos problemas, pero que eventualmente se convirtiera en la más grande acumulación de poder económico en el mundo y un ejemplo de la fundación constitucional de libertad que otros países podrían imitar. Cuatro meses antes de este suceso, un trabajo igualmente monumental era publicado al otro lado del Atlántico en la madre patria de EU, Inglaterra. 

El 9 de marzo de 1776, los editores William Strahan y Thomas Cadell, lanzaban al mercado dos volúmenes titulados: “Una indagación de la Naturaleza y las Causas de la Riqueza de las Naciones”. Sin duda era un libro de título muy largo. También era muy voluminoso, pero estaba destinado a tener un gigantesco impacto global. El autor era el Dr. Adam Smith, un introvertido y distraído profesor de “filosofía moral” en la Universidad de Glasgow.      

La Riqueza de las Naciones fue un disparo intelectual que cimbraría al mundo. Adam Smith, producto de la era de la Razón de Escocia, plasmaba sobre papel la fórmula universal de prosperidad e independencia financiera que, durante el siguiente siglo, revolucionaria la forma en que ciudadanos y líderes siempre habían entendido la economía y el comercio internacional. Su publicación ofrecía un mundo de abundante riqueza, una opulencia más allá de la simple acumulación de oro y plata. Prometía un nuevo mundo para todos, no solo para los aristócratas y los monarcas, también para el hombre común. 

Ofrecía una fórmula real para la emancipación del trabajador del penoso mundo Hobbesiano. En pocas palabras, La Riqueza de las Naciones era una declaración mundial de independencia económica. El ingreso per cápita de Inglaterra, en los siguientes 100 años, viajaría de $1,000 a $20,000 dólares a precios actuales. 

Algunas fechas han sido cruciales en la historia de la humanidad. El año de 1776 fue una de ellas. En aquel profético año dos importantes libertades fueron proclamadas, libertad política y libertad económica, y esos dos elementos operaron juntos para provocar la “revolución industrial”. No fue un accidente el que la economía moderna se iniciara formalmente después de 1776. Ese año fue importante también por otras razones. Fue cuando apareció el primer volumen del clásico de Edward Gibbon, “Historia del Declive y la Caída del Imperio Romano”. Gibbon era uno de los principales promotores del siglo 18 como el siglo de la Razón que abrazaba la fe en la ciencia, la razón y el individualismo económico, en lugar del fanatismo religioso, la superstición y el poder de la aristocracia. 

Para Adam Smith 1776 fue también importante por razones personales. Su gran amigo, David Hume, había muerto. Hume, gran economista y filósofo, había sido una gran influencia para Smith. Al igual que Smith había sido líder de la Iluminación Escocesa y gran promotor de la civilización comercial y la libertad económica. 

Con su magna obra Adam Smith nos obsequiaba una fórmula para nuestra liberación. Una receta que echaba por tierra todas las absurdas creencias que existían—y tal vez todavía existen—de una economía en la que, apoyada por la iglesia católica condenándonos al valle de lágrimas, los monarcas habían convencido a la gente que ese era el mundo en que tenían que vivir y debían aceptarlo con resignación porque no había otro. La gente pobre siempre seria pobre y la gente rica siempre seria rica. Que el mundo era un inmóvil inventario de cosas y no cambiaba, nunca había cambiado y nunca cambiaría. 

El que acumulaba parte de ese inventario, era porque se le heredaba o lo arrebatara a alguien más. Es decir, la riqueza era estática y para lograrla había que heredarla, robarla, o invadir otros países para arrebatar la de ellos. Por eso, con la explosión de la revolución industrial transformando el mundo, cuando alguien se hacía rico la gente pensaba que todo lo que algún hombre tenía se lo debía haber quitado a alguien más. Entonces, ellos también podían quitárselo a él. Ignoraban el nuevo concepto de creación de riqueza. 

A pesar de que los padres fundadores de EU y economistas nacientes conocieron profundamente la obra de Adam Smith en aspectos económicos y la de John Locke para cubrir aspectos políticos, los líderes actuales son iliteratos. Eran ignorantes especialmente de la economía y el mundo se había convertido en un paraíso de incompetentes que facilitaba, de una manera especial, la penetración de los socialistas, seudo progresistas, malos populistas y de toda clase de payasos que, con cierta habilidad, en los momentos en que la siembra de los emergentes liberales estaba dando su fruto más importante; la revolución industrial; promovían la idea de quienes hacían fortunas incalculables, las acumulaban de la misma forma que se creaban en el feudalismo. 

No entendían que esos hombres con su arrojo, su visión y su capital estaban transformado el mundo y, en ese proceso, habían amasado sus fortunas. Ya no era pecado ser rico. En EU las ideas y los valores que le dieron vida al país de la libertad se habían estado olvidando. La libertad, el individualismo, la confianza del hombre en sí mismo, se habían estado negociando y comerciando por esa infame seguridad que ofrece el gobierno, la individualidad por el cómodo trote en medio de la manada en donde nadie me pudiera distinguir.  

Ricardo Valenzuela
chero@reflexioneslibertarias.com
@elchero
Des México

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