Finalizado 2019 y ocurridos los sucesos alrededor de las juramentaciones de dos directivas de la Asamblea Nacional (AN), es el momento propicio para analizar y alcanzar determinadas conclusiones, que de alguna manera nos digan dónde estamos y orienten el quehacer político venezolano. Esto sólo será posible si se abandonan las visceralidades infantiles y se actúa muy cerebralmente. Es el momento de terminar de entender que sin un liderazgo político claro y unido va a ser muy difícil, por no decir imposible, salir de la crisis total que nos afecta, re institucionalizar el país, iniciar su recuperación y pensar en cómo avanzar hacia el desarrollo, tal y como lo han hecho otros pueblos, incluso en peores circunstancias aunque no se crea.
Haré sólo un breve repaso de lo ocurrido, para reafirmar la tesis ya expresada en muchos artículos previos de que los protagonistas de la polarización, gobierno y Asamblea Nacional, actúan casi exactamente en la misma forma y motivados simplemente por sus más bajos intereses, dejando de lado los intereses de la nación venezolana. Los primeros quieren mantenerse como sea en el poder, sin importarles la destrucción causada a Venezuela ni el inmenso sufrimiento de los venezolanos. Han gobernado por más de 20 años, con recursos gigantescos en buena parte de ese período, pero no son responsables de nada de lo que ocurre; las culpas están siempre en otra parte: en sus adversarios, en el pasado adecocopeyano, en el imperio.
Los otros, sus adversarios de siempre, tampoco son aficionados a la autocrítica, y no reconocen los gravísimos errores cometidos en estos más de 20 años y su clara influencia en la consolidación de la mafia delictiva gobernante. Pretenden ignorar, además, sus componendas, negocios y corruptelas con quienes supuestamente enfrentan, así como sus prácticas antinacionales, sus acciones violentas, sus actividades al margen de la Constitución y las leyes y la corrupción desatada a su interior. Ambos despliegan una actividad política carente totalmente de ética, abiertamente inmoral y profundamente mentirosa, calumniadora y manipuladora. Los ejemplos sobran, tanto de personas como de ejecutorias.
El gobierno se reincorpora a la AN para socavar la fuerza numérica de la mayoritaria fracción opositora y acabar con el reinado de Guaidó. No escatima recursos ni se frena en los métodos. Asume como labor central la compra de voluntades, facilitada por la falta de ética y moral de sus rivales, elegidos por cierto con la tarjeta de la manito. Todos los designados en la elección del Palacio Federal fueron, hasta hace poco, líderes de los partidos opositores extremistas. Gente de este tipo se convierte en los mejores servidores del gobierno que decían enfrentar. Es el mismo caso de Wills Rangel, sirviente de Carlos Ortega, hoy jefe de la Central Socialista de Trabajadores y de la Federación Única de Trabajadores Petroleros.
La utilización de este tipo de seres también nos da idea de la estatura ética y moral del liderazgo gubernamental. Por algo Diosdado Cabello trata de
reducir lo sucedido en la Asamblea a un enfrentamiento entre factores de la oposición, haciéndose el loco con el apoyo que la fracción del PSUV les dio a los llamados “diputados CLAP” por sus excompañeros. Sin duda ninguna que la podredumbre es total y que Venezuela nada puede esperar de ninguno de ellos. De hecho, la sesión efectuada en el Palacio Federal tuvo quorum para instalarse y elegir la directiva, pues los diputados opositores del G4 estuvieron presentes y permitieron la realización de la misma. Han podido romper el quorum, pero no lo hicieron. Alguna sórdida razón tendrían.
Mientras esto ocurría, Guaidó realizaba su espectáculo para hacer creer que se le impedía el ingreso a la sesión, cuando el ilegal impedimento era sólo a dos o tres diputados sancionados que le acompañaban. No quiso entrar a la sesión dónde sus compañeros le esperaban. Prefirió la salida fácil e irse a sesionar en El Nacional, donde casi había más diputados que todos los que integran la AN, gracias a un manejo írrito de la figura de los suplentes. Todas estas grotescas acciones, incluyendo las de la GNB, sólo podrían enmendarse con una nueva convocatoria efectuada por consenso de todos los diputados involucrados, en la que la AN calificara previamente a sus integrantes principales y a los suplentes reglamentariamente incorporados.
Pero esto necesitaría un acuerdo gobierno/oposición que ninguno de los dos quiere, pues les haría cambiar radicalmente lo que han sido sus políticas hasta ahora.
Luis Fuenmayor Toro
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