El desventurado domingo 5 de enero 2020 marca un antes y un después en la historia política reciente de Venezuela.
Espectáculo bufo y tragicómico montado por ciertos sectores afectos a la oposición, con graves consecuencias para el país. Profundiza la confrontación y la polarización, atentando contra las fuerzas sociales despolarizantes.
Agrava la fragilidad político-institucional; exhibe la incoherencia política y debilidad de los liderazgos y consolida la complicidad del poder transmedia. Alimenta el desencanto, el desgaste de ideales y la pérdida de valores democráticos. Denuncia el agotamiento de las reglas que permiten la convivencia ciudadana, quebranta la facultad de mandar y ser obedecido. En suma, violenta el ejercicio del poder.
Tragedia burlesca, extravagante e irracional, con escenas ilógicas y actores incoherentes, jugando a héroes y libertadores provistos de monólogos incomprensibles, en tanto parte del espectáculo. Cual teatro del absurdo, la tragedia y la angustia se fundieron con lo grotesco, atrapándonos en un falso dramatismo que pretendió disfrazarse de legitimidad democrática. Un solo país y una doble institucionalidad, cada una al servicio de una causa política. El absurdo del absurdo político-institucional en su máxima expresión.
Evidencia y consagra ese país bifronte en el que coexisten dos espacios políticos, dos fuerzas políticas dominantes y dos realidades políticas atrapadas en mundos paralelos.
Monstruo de dos caras o dos frentes que demuele cualquier posibilidad de convivir e interactuar. Situación que conduce a una ruptura de reglas, al debilitamiento de un orden y a la incoherencia político-institucional. Escenario que, “sin querer queriendo” y en consonancia con la polarización, nos entrampa en una duplicidad de poderes y conduce a la desintegración del poder político.
Suerte de enigma político de fe que puede resumirse en un misterio, un solo país y tres poderes dobles. Todo se reduce a un asunto de fe; a la seguridad o confianza en una persona, cosa, deidad, opinión, mantra; a la palabra que seda, promesa que se hace y goza de solemnidad o publicidad. La fe precede al ver y la fe no necesita razones. Estamos en presencia de una absurda cuestión de fe política o política de la fe que nos aleja del reencuentro, reconocimiento y dialogo.
Maryclen Stelling
@maryclens
@UNoticias
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