Pienso que todas las circunstancias tienen un sentido. Es cierto que a veces no se le discierne con facilidad, pero justo en lo que consideramos males, hay gracias ocultas, más preciosas que las visibles. Esta pandemia altera nuestra percepción de las cosas, nuestros esquemas de pensamiento y nuestra valoración de la vida y las relaciones humanas. Tanto como lo pudieron hacer tantas guerras, tantas catástrofes naturales, tantas situaciones que han podido resultar extrañas a los hombres a lo largo de la historia, por haber parecido en su momento (y todavía) más ficción que realidad. Y es que a veces las “llamadas” o “invitaciones” para que cambiemos ciertas actitudes, vienen “disfrazadas” de acontecimientos que nos fuerzan a mirar la vida de otro modo.
Asombra que el mundo entero se haya hecho tan pequeño de pronto. En segundos, los países desarrollados dejaron de sentirse seguros en un patio que no les resultaba riesgoso. En poco tiempo, todos nos hemos llegado a reconocer como iguales. Ver alterados nuestros planes; tener que abrirnos forzadamente a la indeterminación, a un futuro sin condiciones, a un aislamiento que nos detiene y nos hace pensar, no es en sí mismo malo. Un simple virus nos lleva a reconocernos como lo que somos: seres humanos. Ver la muerte tan cerca, tan posible, tan real. Advertirnos frágiles, vulnerables, limitados, nos asombra quizás por la costumbre de imponerle nosotros condiciones a la vida.
Enfrentar que no lo controlamos todo; que siempre se nos escaparán cosas de las manos; que la realidad se impone y nos supera; que no somos Dios, en definitiva, no es en sí mismo malo. Debería, de hecho, ser una percepción bastante más común de lo que es. No quiero decir con esto que subestimo la vida. La considero, por el contrario, muy valiosa; pero eventos como los que nos afectan dejan en evidencia que tanto como sagrada, la vida es también un soplo. Lo que la hace, tal vez, más preciosa. Por eso cabe aquí la reflexión que hace un Abad cisterciense a raíz de la situación actual: “(Dios) nos revela de esta manera que nuestra vida, tanto en la prueba como en el consuelo, tiene un significado infinitamente mayor que la resolución del peligro presente. El verdadero peligro que se cierne sobre la vida no es la amenaza de muerte, sino la posibilidad de vivir sin sentido, de vivir sin tender hacia una plenitud mayor que la vida y una salvación mayor que la salud”.
Esto no quiere decir que no debamos cuidarnos y obedecer las medidas que han tomado las autoridades civiles, pues todos somos responsables unos de otros. Lo que él transmite es que tenemos la oportunidad de detenernos para reflexionar sobre el sentido que tiene nuestra vida, lo que nos llevará a valorarla todavía más. El encuentro con los otros, en las pruebas, así como con ese otro que nos sostiene en el ser, debería ayudarnos a trascender lo inmediato para conferirle un significado más profundo a lo que hacemos. El Abad cita el Salmo 45, en el que Dios nos pide detenernos para que reconozcamos que Él es Dios, de modo que no temamos nunca ante lo que pueda ocurrir en nuestra vida. Dios, dice el Abad, “entra en nuestras pruebas, las sufre con nosotros y por nosotros hasta la muerte en la cruz”.
Esta clausura universal ha puesto a los monjes a escribir al mundo. Algo hermoso y particular. El hombre moderno, dice el Abad, no está acostumbrado a detenerse y resulta que ahora el mundo está detenido. “La situación actual –sigue diciendo el Abad Mauro-Giuseppe Lepori, monje cisterciense- nos recuerda a nosotros y a todos los cristianos un poco lo que dice San Benito sobre el tiempo de Cuaresma (cf. RB 49,1-3): deberíamos vivir siempre así, con esta sensibilidad al drama de la vida, con este sentido de nuestra estructural fragilidad, con esta capacidad de renunciar a lo superfluo para salvaguardar lo más profundo y verdadero en nosotros y entre nosotros, con esta fe de que nuestra vida no está en nuestras manos sino en las manos de Dios.
También deberíamos vivir siempre con la conciencia de que todos somos responsables unos de otros, solidarios unos con otros para bien o para mal, de nuestras elecciones, de nuestros comportamientos, incluso los más ocultos y aparentemente insignificantes”
(https://alejandromarius.wordpress.com/2020/03/18/el-verdadero-peligro-de-la-pandemia/).
Recomiendo la lectura de esta bella carta. Es bueno tomarse el tiempo para hacerlo. En estos momentos disponemos de mucho más que antes.
Ofelia Avella
ofeliavella@gmail.com
@ofeliavella
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