Cuesta comprender lo inconmensurable de los efectos y consecuencias de la pandemia que paraliza al mundo, afecta todas las esferas de la vida y ante la que nadie está a salvo. En su alcance global, es una manifestación extrema de interdependencia que se manifiesta en la expansión acelerada de la epidemia, pero también en la conjunción de esfuerzos para atenderla y para lidiar con sus múltiples impactos globales, de los que ningún país está a salvo, todos son vulnerables, unos menos preparados que otros.
Las contraproducentes reacciones de arrogancia geopolítica parecen ignorar todo lo que la pandemia revela sobre la fragilidad del orden mundial y nacional que conocemos, en el que tanto daño hacen actitudes autoritarias y de autosuficiencia. En contraste que alienta, es particularmente valioso, más allá de Alemania, el discurso de la canciller Ángela Merkel, como llamado franco a asumir responsablemente, con solidaridad y transparencia la magnitud y trascendencia de esta crisis.
Entre las declaraciones de concertación entre gobiernos que contribuyen a impulsar la complementación de esfuerzos internacionales, se encuentran los de la Unión Europea, el Grupo de los 7, y aparte de otras reacciones regionales, las de los países latinoamericanos miembros de Prosur y el Mercosur. Las organizaciones internacionales de alcance mundial se mueven con dificultad, tanto por sus recursos como por lo que sus miembros están dispuestos a asumir en una situación que los desborda. Con todo, se producen respuestas en el sistema de Naciones Unidas, particularmente de la Organización Mundial de la Salud y, en el ámbito americano, de la Organización Panamericana de la Salud. Las organizaciones no gubernamentales de alcance internacional también se movilizan y desde diferentes ángulos ofrecen información, orientación y apoyo.
Ahora bien, en un ámbito en el que lo político revela su inevitable e indispensable vinculación con lo humano, en el que se manifiesta el delicado balance entre la seguridad y la libertad, entre las medidas de emergencia a las que obliga la pandemia y la protección integral de los derechos humanos, un grupo de expertos de las Naciones Unidas declaró que ante la gravedad de la actual crisis de salud reconocen «que el derecho internacional permite el uso de poderes de emergencia en respuesta a amenazas significativas”, a la vez que recordó especialmente que “cualquier respuesta de emergencia al coronavirus debe ser proporcionada, necesaria y no discriminatoria” y de ningún modo pretexto para la acción represiva. De modo similar se expresó la alta comisionada para los Derechos Humanos.
También respetables iniciativas y organizaciones no gubernamentales se han manifestado en ese mismo sentido. Entre ellas se encuentran Amnistía Internacional, Human Rights Watch y el ICNL (International Center for Non Profit Law). En sus documentos se recuerdan las obligaciones del Estado, en el marco del derecho internacional, al momento de tener que restringir ciertos derechos para responder a la emergencia, entre ellas: que las restricciones deben definirse en el marco de los principios y procedimientos del Estado de Derecho; que deben fundamentarse en razones científicas y técnicas; que no han de aplicarse de modo indefinido, descontrolado, discriminatorio ni arbitrario; que debe protegerse el ejercicio responsable de la libertad de expresión y del acceso a información cierta, oportuna y significativa; que es por supuesto fundamental la protección de los derechos a la salud -también los socioeconómicos- así como especialmente la de los grupos vulnerables y particularmente la de los trabajadores de la salud.
El reto es enorme y la necesidad de cooperación internacional evidente, tanto más en países que como el nuestro se encuentran en una situación de gran vulnerabilidad por donde se les mire. Para movernos en este complejísimo trance con los menores daños posibles, nos toca aceptar los consejos y asumir los mandatos recién enunciados, sin desmesuras ni fantasías geopolíticas. El problema es global, pero las respuestas posibles comienzan por la entereza, solidaridad y voluntad local… y personal.
Elsa Cardozo
elsacardozo@gmail.com
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