sábado, 26 de septiembre de 2020

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¡QUÉ DESDICHA…!

Pudieran sumarse los años que pesan sobre la Venezuela que ha vivido resistiendo las crisis política. social y económica que tanto daño han causado. La sumatoria en cuestión, no sólo supera la edad de un adolescente. También la de un individuo de centenaria edad. Pues si bien pareciera ser un problema de interpretación idiomática, es de explicación matemática-política. Mejor dicho, de “cálculo infinitesimal”.

No sólo ha sido el tiempo transcurrido desde que el obtuso y ocioso militarismo retomó el poder en 1999. También, el que ha correspondido a un buen número de decenios del siglo XIX. Igualmente del siglo XX.

El caso es que los problemas se potenciaron como razón exponencial de un logaritmo (político) de complicada resolución. Y lo peor de todo, es que no hay quien dé con el modo de resolver tal enredo. Ni siquiera, simplificándolo para así reducir sus dilemas o enigmas implícitos. Todo sucede de la manera referida, por cuanto la situación está imbricada con factores de la política. Pues estos terminan elevando el exponente o potencia cuya representación de matemática-política, tiene en jaque al país en todas sus manifestaciones y sentidos.

Es tal como un inquieto pulsador de teclados, lo dejó entrever. Señaló que el problema se ha suscitado toda vez que “quien quiero que me quiera, no me quiere como quiero” 

En un lenguaje más llano, y en la perspectiva de la política (consuetudinaria), lo anterior debe leerse de la siguiente manera. Aplicado al caso venezolano, es que ningún opositor tiene la capacidad material de contraponerse a las retorcidas determinaciones del régimen. Es ahí cuando las situaciones se complican.

Esta explicación, intenta develar lo que sigue escondido tras los bastidores utilizados por el régimen oprobioso venezolano. Particularmente, al momento de hacer del conocimiento público cualquier decisión. Además, elaborada a la sombra. En los intríngulis de una oscura negociación en la que intervienen furibundos, aduladores y suspicaces personajes de todos colores y encubiertas actitudes. 

Aunque suena a triste verdad reconocer que la oposición se ha visto fracturada. Problema éste que podría terminar dislocando la estructura política sobre la cual cuestionados factores políticos han fundamentado sus estrategias, criterios y proposiciones. Todas dirigidas a revertir el camino de un desarrollo económico y social asociado a lo que prescribe un sistema democrático. Y que si bien, no es un camino fácil de allanar, compromete razones, actitudes y conciencias. Difíciles de conciliar la desintegrada y actual estructura política venezolana. 

Sin embargo, no puede negarse que más allá de las apariencias, de gruesos currículum vitae, de ennoblecidas manifestaciones de intención, de promesas basadas en clamados objetivos, la reconstrucción de Venezuela descansa en el ejercicio de una política afianzada sobre valores de dignidad, justicia, respeto, honestidad, igualdad y pluralismo. 

Cualquier otra ruta que se aparte de tan connotados valores, sólo lleva a servir a “la nada”. A partir de la cual ha rodado todo plagio o remedo de ideología política. Aunque la pinten con los colores más fulgurantes que la naturaleza pueda brindar. Porque debajo de todo, cabe la posibilidad de esconder cuanta maraña surja de la ignominiosa “nada”. O de inalcanzables utopías sobre la cual se han tejido sueños que, por vacuos, se enquistan en fantasías exaltadas por discursos de tiempos electoreros. O para hacer mero proselitismo. 

Y aún así, quienes por atrevidos y temerarios se presten a jugarse la vida confiando en que los cielos “son espacios sólo para extasiarse del vuelo de pajaritos preñados”, vale siempre el respeto hacia sus equivocados idearios. Aun cuando pega duro actuar según dicho adagio, es base de una moderada y necesaria convivencia. Lo contrario, es caer en la anarquía desde donde cada quien funge de juez y verdugo. 

Aunque cabe advertir que el problema en cuestión, se minimiza si se actúa en consonancia con lo que se piensa y se dice. Lo contrario, ha incitado buena parte de la debacle que arrastró el país al fondo del barranco. Sobre todo, porque quienes han querido sacar al país del foso, no han podido lograrlo. Y quienes han podido, se han visto maniatados y amordazados. En consecuencia, ningún resultado ha sido totalmente logrado. Quizás porque vieron que no hacer nada, era también una alternativa. Aunque en materia económica esta opción adquiere plena vigencia. Pero en política, las realidades pintan otro problema. 

He ahí otra causal que replegó a Venezuela en el ostracismo del cual no ha podido escapar. Al menos, es lo que revela la corrupción, la inflación, la represión, la exfoliación y la dominación reinante. Qué impúdica tiranía. Es lo que está viviéndose  ¡Qué desdicha…!

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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