viernes, 25 de septiembre de 2020

RAUL AMIEL, EL MÉRITO CIUDADANO ES UNA IDEA, UNA ORIENTACIÓN INSTITUCIONAL…

Hoy voy con una nota que tenia tiempo queriendo escribir. Para lo cual, me es menester definir ambos conceptos. Tomaremos definiciones universalmente reconocidas.

MÉRITO. Derecho a recibir reconocimiento por algo que uno ha hecho. Acción o conducta que hace a una persona digna de premio o alabanza. Los sinónimos de mérito son virtud, decoro, cualidad, justicia, valor, aprecio, valía, entre otros. En cuanto a su origen etimológico, el término mérito es de origen latín meritum que significa “merecido”. El concepto de mérito es un concepto abstracto que tiene que ver con los valores y las capacidades que una persona puede llegar a desarrollar en pos de una actividad o como un logro específico. El mérito es aquello que hace que deba ser reconocido el esfuerzo, el trabajo, el compromiso, o diferentes acciones que ameriten justamente que una persona sea tratada de tal o cual manera. La frase “por méritos propios” es el mayor elogio que puede hacerse de una persona, en reconocimiento a sus méritos en cualquier campo de la actividad humana. El mérito es esencialmente una cualidad personal.

CIUDADANO. Ser ciudadano significa participar activamente en la vida social, política y económica de tu comunidad y de la sociedad. Como ciudadano puedes y debes informarte sobre lo que sucede a tu alrededor para aportar ideas, promover y apoyar cambios, mejoras y expresar tus opiniones con libertad y respeto. La formación ciudadana es un proceso que forma parte de la socialización de los individuos cuyo propósito es la educación en valores sociales, como la responsabilidad y la participación, que cooperen en el desarrollo de comportamientos fraternos, basados en una identificación plena con la comunidad y el respeto a la convivencia.

En el ejercicio de hoy me propongo a desmontar la palabreja meritocracia.

El término en sí es intuitivo y cautivador. ¿Quién podría oponerse a un mundo en el que todos tengan total igualdad de oportunidades y las diferencias en los resultados estén determinadas por algunos que tienen características más virtuosas o mejores talentos que otros? ¿Quién se atrevería a cuestionar los beneficios de una sociedad en la que se eliminan las ventajas “inmerecidas” que no están vinculadas a nuestra acción como individuos? Puede que sea simplemente una palabra de moda, pero debemos deshacernos del objetivo arrogante de una sociedad meritocrática y simplemente buscar ampliar las oportunidades para todos. En cambio, deberíamos simplemente reconocer que nuestra difícil situación está determinada por una gran cantidad de factores diferentes, que incluyen, entre otros, nuestra educación, habilidades aprendidas, rasgos genéticos y circunstancias o suerte. En un momento dado, algunos de nosotros lo estamos haciendo bien y otros no tan bien. Claramente, esta visión es utópica, o tal vez incluso distóica, una experiencia deshumanizante. Los liberales deberíamos oponernos a la idea de una meritocracia. Porque a diferencia de una economía de mercado donde cuánto ganamos está determinado por la interacción de la oferta y la demanda, una meritocracia requiere que alguien haga juicios de valor sobre qué resultados reflejan la iniciativa individual y qué oportunidades son «justas» o «injustas». En este caso, convierte al propio gobierno en el árbitro principal de si un resultado es justo y refleja la aplicación justa de nuestros talentos y ética de trabajo. Esto potencialmente abre la interferencia del gobierno en todos los campos de la interacción humana. Peligroso por lo demás.

Me atrevo a resaltar que el uso adecuado es Mérito Ciudadano.

El Mérito Ciudadano es una idea, una orientación institucional, más que una política particular, acción, o conjunto de acciones. Es más una filosofía rectora y, por lo tanto, aunque podemos juzgar políticas y prácticas particulares como más o menos consistentes con la noción de mérito democrático. El Mérito Ciudadano no es un conjunto de pautas formuladas, programas o políticas, más bien, es un marco integral desde el cual evaluar todo lo que sucede dentro de las paredes de cualquier organización o comunidad. La misión es prepararse para prosperar en un entorno diverso y diversificado. Todas las acciones están alineadas con el fin de cumplir con las metas que se han establecido en la declaración de misión a la cual te suscribes, y funcionan deliberadamente para construir e institucionalizar un sistema sostenible, uno que no dependa de cualquier persona para defender y mantener. De hecho, es identificar correctamente a aquellos individuos que finalmente cumplirán la misión con virtud, decoro, cualidad, justicia, valor, aprecio, valía, entre otros. Significa participar activamente en la vida social, política y económica de tu organización, comunidad y de la sociedad como un todo.

Y recuerda… Ciudadano en Acción. ¡Juntos es mejor!


Raul Amiel
raulamiel@gmail.com 
@raulamiel

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