Le escribe una venezolana. Fui una de los cientos de miles de personas que se sintió indignada, humillada y, sobre todo, desolada cuando vi el video en el que usted insultaba a uno de mis compatriotas. No había razón alguna para que usted hubiera reaccionado de una manera tan violenta, grosera y desagradable, mucho menos que uno de los tantos insultos haya sido “estoy harto de ustedes”, refiriéndose a nosotros los venezolanos.
Me imagino –por su edad- que usted vivió de muy joven la época de Velasco Alvarado -uno de los precursores del chavismo- cuando tantos peruanos tuvieron que salir de su país. Ahora nos tocó a los venezolanos. Yo tengo tres hijas y dos de ellas viven fuera de Venezuela. Y así sucede en todas las familias venezolanas: ya no existe una que no tenga a uno o más seres queridos lejos.
No se imagina usted por lo que han pasado tantísimas de esas personas de escasos recursos que se han ido del país. Muchos de ellos llegaron a pie a Perú y todavía más lejos, porque no tenían dinero ni para pagar el pasaje. La mayoría son personas trabajadoras, hacendosas y decentes (creo que Junior Ramírez, el joven a quien usted vejó) lo demostró con creces. Porque créame: yo a usted le hubiera dado al menos una patada.
Pero no le escribo para quejarme. Le escribo porque luego vi el video que usted envió a las redes disculpándose, y eso requiere, además de coraje, una integridad moral que habla por sí sola. A la mayoría de las personas le cuesta pedir perdón, cosa rara, porque pedir perdón es como lavar el alma.
Por esta misma razón requiere coraje sentarse frente a una cámara, después de que tantas personas habían visto su video, a pedir disculpas públicas. Mucho más coraje requiere reconocer que su conducta fue deplorable, y que no hay razón alguna que justifique su actitud. También requiere coraje admitir que todo el error fue suyo.
Como venezolana aludida y ofendida no solo acepto sus disculpas, sino que las recibo con alegría. ¿Y sabe por qué? Porque usted ha dado una lección de nobleza. Todos tenemos días malos y días peores. Todos hemos dicho cosas que no hubiéramos querido decir. Pero no todos somos capaces de reconocer que nos equivocamos, mucho menos de pedir perdón.
Usted ha sido un ejemplo para muchos xenófobos, que desprecian a personas de otras nacionalidades por ninguna razón en particular. En su video retractándose hay una gran lección, no solo para los peruanos, sino para todos quienes lo vimos.Ojalá pueda encontrarse personalmente con Junior Ramírez. ¡Él podrá contarle tantas cosas sobre lo que significa dejar un país, familia, raíces! Emigrar nunca es fácil, pero es peor si el emigrante lo que encuentra a su paso es desprecio, rechazo e insultos. Podrá enseñarle lo que es la Venezuela buena, la que cada día sigue huyendo del país que le niega toda posibilidad de trabajo, seguridad, oportunidades, donde los derechos humanos no existen, donde las leyes son interpretadas a conveniencia del régimen, donde disentir es un delito.
De manera que gracias, señor Miranda. Gracias por enmendar de manera tan honorable su error.
Reciba usted un saludo venezolanísimo.
PS: Acabo de leer que usted fue detenido cuando trató de salir de Perú hacia Los Ángeles. Un consejo: ya hizo lo más difícil. Ahora aguante su chaparrón y pague su multa.
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