Ambos grupos están completamente convencidos de que su candidato va a ganar. Esperan con ansias el resultado para salir a espetar insultos a quienes aseguraban el triunfo del adversario. Sólo por esto ya podemos decir que Trump ganó; logró imponer su estrategia de polarización “ad hominen”, que lleva a posiciones cuasi existenciales y moralistas frente a ambos candidatos.
Respecto al caso de Venezuela, cabe recordar que demócratas y republicanos han decidido enfrentar al régimen de Maduro con sanciones y bloqueos. No reconocerán elecciones sin una lista de condiciones que el régimen se niega a conceder porque significarán su derrota. Además, todo parece indicar que el conglomerado cívico-militar que preside Maduro, no piensa entregarse ni por escrutinio, ni por presiones, ni por negociaciones, mucho menos por invasiones. Su agenda es la resistencia civil y armada: atravesar este período especial mediante maniobras de supervivencia, aunque en el camino padezcan muchos venezolanos; arreciar el control social con intimidación, persecución, detenciones arbitrarias y promoción de la abstención. El modelo cubano se impuso en el chavismo, aunque muchos internamente no lo compartan. El deterioro físico y moral de nuestro país refleja el tránsito hacia un autoritarismo hegemónico con rasgos totalitarios.
La comunidad internacional, que promueve la abstención y las sanciones, insiste en la necesidad de generar presión interna. Es como pedirle a un asfixiado que corra. Ante semejante contrasentido, urge un movimiento de unión nacional que enfrente tanto el modelo cubano como el sistema de sanciones, bloqueos y abstenciones que sólo favorece a un grupo opositor cada día más reducido, desacreditado y orientado hacia el exilio. Es Venezuela y los venezolanos quienes tenemos que generar un cambio a partir de un gran movimiento de unión nacional. Somos responsables de nuestro destino y debemos buscar una solución interna a la crisis política, económica y social, ideológica y moral, que vivimos.
Si estamos frente a un régimen que no ofrece alternativas de negociación, ni de escrutinio, ni de concesiones mediante presiones y amenazas, lo lógico es enfrentarlo con las armas que ofrece la ciudadanía organizada: esa grande y abrumadora mayoría que quiere cambio pero se siente desesperanzada frente a la ausencia de alternativas a este desastre. En otras ocasiones lo hemos experimentado: frente a la trampa, el ventajismo y el secuestro institucional, una oferta electoral unitaria, organizada y dispuesta a participar masivamente en elecciones, renueva e impulsa la lucha democrática de los venezolanos. Ése es el camino de la presión interna y, hoy lo podemos decir con plena certeza, es el único camino que ha dado resultados favorables.
Parece también fundamental que un grupo de chavistas se desprendan del proyecto hegemónico de Miraflores, y rechacen, como lo vienen haciendo, la supremacista ley anti-bloqueo. El camino de la satanización política instaurada por Hugo Chávez ya no es opción para quienes pretenden preservar el llamado “legado” de su líder.
Nada de esto lo va a resolver el triunfo de uno u otro candidato norteamericano. Ojalá que después de la cuenta regresiva volvamos a ocuparnos de lo que nos tenemos que ocupar.
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