Hace muchos años mi cuñado, Pedro Belisario,
único médico neurólogo para los estados Apure, Amazonas y sur de Guárico, me
comentó algo que aún me sigue sorprendiendo: –Es que cuando viene alguna
emergencia al hospital, el paciente, después de atenderlo y salvarle la vida,le
da las gracias a Dios. -Pero, sentenciaba, cuando el paciente muere, yo soy el
responsable. Nunca nos reconocen ni aprecian nuestros conocimientos ni esfuerzo.
Esto parecería un comentario trivial y
secundario sino fuera porque tiene un sustrato sumamente delicado y que
comporta parte de las características de cierta población venezolana, mal
acostumbrada a rechazar todo aquello que signifique reconocimiento por el
esfuerzo y éxito del semejante.
Hace algún tiempo comenzó una especie de
‘cruzada demoníaca’ contra un famoso director de orquestavenezolano, Gustavo
Dudamel, donde se puso en tela de juicio hasta sus geniales dotes como músico,
mundialmente reconocido como maestro excepcional y genial pedagogo musical. Si
bien las recriminaciones estuvieron y están centradas en sus vínculos con el
régimen totalitario venezolano, lo que subyace al centro de la diatriba es esto
que tratamos.
Dudamel es una persona altamente exitosa, de
una riqueza artística desbordante. Además, tiene una presencia de imagen que no
encaja con la mentalidad de eso que se llama ‘populismo’, por el contrario, su
imagen exige una decodificación sobre un mensaje que lleva a utilizar un
lenguaje, necesariamente reposado, reflexivo, por lo tanto, no es un modelo
para ser usado por la ‘masa’. Hubo un tiempo que el régimen intentó hacerlo,
sin embargo, terminó claudicando y a la inversa, debió dejar su imagen porque contradecía
su programa de ‘embrutecimiento del populacho’, tal y como ahora es evidente y
notorio.
En una sociedad altamente penetrada e
invadida por la excesiva y pobre política populista, desde cualquier ámbito
donde se le observe, los demás espacios donde se desenvuelve el ciudadano
quedan opacados, por lo tanto, los rasgos del totalitarismo se evidencian,
tanto de un lado como del otro. De allí, la sentencia obscena: “O estás conmigo
o estás contra mí” (-Aplíquese esta sentencia en todo, y de cualquier bando).
Pero los artistas, los científicos, los deportistas, los poetas, y millones de
ciudadanos, necesariamente no estamos con nadie en particular. Ejercemos
nuestro derecho de estar, no estar o permanecer a un lado.
No creo, como he afirmado, que las críticas a
este renombrado artista sean por su pasado con el chavizmo. Creo, sí, que
vienen por la frustración de muchos ante su propio fracaso personal. Porque en
Venezuela por muchísimos años se ha estado considerando a la persona altamente exitosa
como ‘culpable’ del fracaso, de la pobreza de otros. Y es acá donde debo
señalar que esto último es lo que caracteriza a la mentalidad marginal, o como
informalmente se le conoce en Venezuela: ‘El rancho mental’
La mentalidad marginal es sumamente atrevida,
hipócrita y grosera, para ello, se escuda, se esconde detrás de ciertos
‘razonamientos’ para dejar al Otro diferente, como ‘culpable’ de su atroz
incapacidad para superar su condición mental de inferioridad.
Otro ejemplo de esto que indico sobre el
éxito y la persona altamente exitosa lo podemos observar en la figura del
doctor José Gregorio Hernández. En su juventud y madurez fue un profesional que
se superó gradualmente. Además de médico era un acucioso investigador,
políglota, músico e intelectual de conocimiento universal. Siempre estaba de
‘punta en blanco’ e incluso, podría decirse que hasta vestía de manera
impecable, tipo ‘prêt-à-porter’, con sus zapatos sumamente lustrados. Es hasta
hoy el único personaje de los ‘cielos católicos’ con traje completo, sin mayor
sufrimiento en su imagen, impoluto en su rostro y su cuerpo no posee heridas ni
sangre, ni tampoco posee nada que indique que es un ser ‘zaparrastroso’ ni que
huela mal. Quizás por estas características ha tardado tanto tiempo en ser
considerado como candidato a los altares. Observen a la mayoría de santos y
beatos cómo aparecen en sus imágenes.
Esto mismo es lo que le está sucediendo a
Dudamel y al resto de personas que se esfuerzan para ser seres altamente
exitosos, que cultivan una riqueza intelectual, artística, científica o
deportiva. Las personas exitosas no andan buscando promoción ni pierden el
tiempo en trivialidades de farándula de segunda mano. Tampoco conversan con
cualquiera ni visitan cualquier lugar. Sus espacios están muy bien cultivados,
son el laboratorio, el auditorio, el campo deportivo, donde pasan la mayor
parte del tiempo. Las personas altamente exitosas no pierden el tiempo lanzando
‘perlas a los cerdos’
Una persona exitosa tiene absoluta consciencia
de su valía, por lo tanto, de su responsabilidad individual y colectiva.
Prefiere quedarse en el laboratorio porque debe aportar a la humanidad, al
Otro, sea su igual o diferente, la cura para su enfermedad, o la melodía que
eternizará, o lograr el récord mundial en su especialidad deportiva.
Sí, son seres excepcionales, geniales y están
por ello, más allá de la pobreza de tanta mentalidad marginal, atroz y cruel
que envidia y constantemente fracasa, tanto en lo individual como con los
demás. Los marginales, en tanto pobres, siempre defraudan, tanto por su
incapacidad y porque son inconstantes en su ser y hacer.
En estos tiempos de tanta mentalidad
marginal, pobre y pandémica, hay que afirmar nuestro esfuerzo, nuestra
constancia por ser personas altamente exitosas, que cultivamos y producimos
riqueza. Eso solo se logra aplicando una actitud proactiva hacia el logro de
metas y objetivos concretos y reales.
Juan Guerrero
camilodeasis@hotmail.com
@camilodeasis
@camilodeasis1
Venezuela
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