Ricardo Flores Magón, ideólogo de la Revolución
Mexicana escribió: “lo que el pueblo necesita para gozar de libertades es su
emancipación económica, base inconmovible de la verdadera libertad”. La
voluntad libertaria, naciente del siglo XVIII y triunfante en el XIX, a duras
penas sobrevive en los tiempos que corren, pero ahora, lo que nos ciega es el
temor a la subversión de los fanáticos, aunado al deseo de seguridad, ante el
peligro que supone la concentración del poder político.
La libertad es un atributo indispensable, pero insuficiente,
para lograr la integración política de los individuos, ya que la verdadera
manifestación de su ejercicio se cifra en el desarrollo, transformación e
independencia económica, lo cual se traduce en un poder colectivo que debe ser
administrado de manera racional y apegado a un ideal de retribución, utilidad y
justicia.
De esta manera, la libertad se convierte en el motor
de arranque para facilitar la transformación del individuo, en ciudadano. Esto
es, para colocar al género humano no sólo como el centro de su propia
reflexión, sino también para transitar hacia un entendimiento de las acciones
humanas, mediante la proposición de principios rectores que hagan posible un
conocimiento esencial de los comportamientos y actos políticos.
Joseph Alois Schumpeter sostuvo que: “El método
democrático es la ordenación institucional establecida para llegar a la
adopción de decisiones políticas en la que los individuos adquieren el poder de
decidir por medio de una lucha competitiva por el voto del pueblo”. En esta
teoría, las democracias son concebidas como sistemas competitivos de acceso al
poder y en ese ecosistema, los partidos políticos juegan un papel de primer
orden.
El tema concreto que más interesa a estas teorías es
el de las elecciones como mecanismo de acceso al poder. Para mí, y respeto a
quienes piensen diferente, el meollo de la cuestión se encuentra en: ¿Cómo
llegar al poder en un país sin respeto a la Constitución? ¿Cómo hacer para que
respeten tu triunfo, sin ser víctima de un protectorado? Si llegaras al poder
¿Te permitirán hacer algo constructivo que fortalezca tu organización política,
pero también al país? O es que acaso la solución a todo este entramado perverso
es participar en procesos “medianamente transparentes” pasando por las horcas
caudinas para que te desparezcan una ilegitima inhabilitación. Me parece que
estamos en presencia de uno de los mayores procesos de chantaje político que se
haya conocido en nuestro país.
Un amigo, analista político, dice que: “Los regímenes
inconstitucionales son una especie de sociedades secretas lideradas por un
grupo de esclavos mentales que conspiran contra los cambios culturales…y
económicos con la complicidad de una sociedad débil e indiferente que ha
perdido la ética, la solidaridad y se ha alejado de
Dios”, e inmediatamente agrega: “las mentiras; las
verdades a medias; el sectarismo; la corrupción; inseguridad; desempleo y
desmemoria del pueblo, son los alcahuetes de los gobernantes para que la gente
obedezca y les tema. En esto se basan para convertirse en aprendices de
monarcas de los socialismos del siglo que corre”. Un interés central de estos
sistemas es la perpetuación de la clase política dedicada profesionalmente al
manejo del poder. La democracia termina por concebirse como un sistema que se
controla desde arriba, más que como un sistema cuya clave debería centrarse en
identificar e implementar las demandas de la sociedad.
Es cada vez más evidente que las constituciones
socialistas no bastan para corregir la deriva hacia la centralización
paternalista. Es urgente preguntarse si es posible reforzar las flacas reglas
constitucionales de limitación del poder político, con nuevas reglas de buen
comportamiento democrático, y si quedan en nuestra sociedad frenos y
contrapesos espontáneos capaces de reforzar las defensas institucionales de las
libertades individuales.
Karl Popper explica en su libro La sociedad abierta y
sus enemigos, que para que la democracia funcione sus principales actores deben
exigir que “los poderes de los gobernantes deben ser limitados de tal forma que
puedan, entre otras cosas, ser removidos por los gobernados sin que corra
sangre”.
Algunos gobernantes tienen un poder saturado de
pobreza mental que evita el surgimiento de nuevos liderazgos para una saludable
alternabilidad, sosteniendo una revolución sobre la base de una economía que no
es auditable, no rinde cuentas y la información se manipula para ocultar la
corrupción. En la teoría de Popper, el problema no es quién gobierna, sino
cuánto poder, el pueblo está dispuesto a darle y cómo le permite que lo ejerza.
En Venezuela estamos reprobados en esta materia, la experiencia indica que
hemos sido peligrosamente generosos y permisivos con la delegación de poder.
Noel Álvarez
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE
Noelalvarez10@gmail.co
@alvareznv
Venezuela
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