Yo veo a Margarita hoy. Despedazada. Yerma. Vapuleada. Irrespetada. Con gente que deambula buscando ver cómo diablos sobrevivir.
Y,
sin embargo, veo más allá. Porque veo oportunidades. No me refiero a unos
cuantos bodegones repletos de exquisiteces, o a comercios enormes con
escondido oficio de lavanderías, o a
algún restaurante de cinco platos con rayitas decorativas al que solo pueden ir
algunos pocos privilegiados.
Yo
veo posibilidades enormes para una isla que tiene la suerte de estar en el
pedacito mágico del Caribe que no visitan los huracanes. Veo una isla sin
problemas raciales, ni religiosos, donde todo el mundo quiere mostrar su
sonrisa y las manos están abiertas. Veo
una isla lo suficientemente grande pero no demasiado como para extraviarse. Que
puede ofrecer todo eso que le gusta al turista que quiere tragos con paragüitas,
cocina con autenticidad y hablar de calle. Veo una isla con el lujo de un clima
casi igual todo el año y con temperaturas de verano siempre presente, donde
llueve de a ratos pero siempre hay la promesa de un catire esplendido que nos
pone la piel linda y tostadita. Veo un mar en vaivén, que no se irrita mucho y
que deja navegar.
Veo
oportunidades. Hace años Margarita se parecía a Marbella. Hoy parece Tucacas
antes de los hoteles.
Pero
a pesar del descuido, yo veo posibilidades. De festivales de música, de
gastronomía, de literatura. Veo campeonatos deportivos. Veo conciertos. Veo
turismo que viene a festejar a la Vallita, que quiere caminar por sus playas y
ver el vuelo de las tijeretas. Veo gente de todo el mundo comiéndose una arepas
dónde Moya y pensando si se va a comer la tercera empanada de cazón en la playa
a la que haya escogido ir. Veo niñitos ofreciendo agua e' coco y recitando
poemas. Veo doñitas con pañuelos de colores y camisas muy blancas que ofrecen
vuelve a la vida mientras cantan un polo o un galerón. Veo gente que protege a
la cotorra y a los tortuguillos, que pasea por la plaza de La Asunción luego de
haber visitado la iglesia.
Mis
ojos ven el desastre de hoy pero son capaces de imaginar un buen mañana. Ven
los pueblos renaciendo y abriendo sus puertas para saludar a los visitantes.
Veo a los pescadores faenando con orgullo y con la cara sudada de felicidad.
Veo
a los carricitos cantando el himno nacional cada mañana en el patio de las
escuelas. Veo a los jóvenes con sus morrales caminando a la universidad.
Veo
las flores de las trinitarias que festejan la vida. Veo la Margarita que pinta
con sus letras de pasión y mil colores Francisco Suniaga. Yo veo esa Margarita
de la que me enamoré. Y sí, la veo y me vuelvo a enamorar.
Yo
veo todo lo que puede ser y será.
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