El 21 de
noviembre fue siempre una fecha importante en mi familia. Un 21 de noviembre,
de 1949, en Maracaibo, nacía una niñita linda, mi hermana mayor, María Milagros
de las Mercedes, "Mila". Mi mamá había tenido varios embarazos
fallidos. Siete, para ser precisos. El primero, Francisco José, había
conseguido nacer pero había fallecido a las horas, con apenas tiempo para
bautizarlo. Superado el dolor inmenso de semejante pérdida, mis papás se empeñaron.
Mi mamá se sometió a todos los tratamientos existentes para la época.
Incómodos, desagradables. Conseguía quedar embarazada pero a los pocos meses se
producía la temida pérdida. Con cada una de ellas caían en una tristeza
infinita, pero no se rendían.
Así las
cosas, que Mila naciera y sobreviviera se convirtió en motivo de gozo. Pancho y
Elena Morillo compartieron su luminosa alegría con conocidos y extraños. Mi
papá mandó cartas y telegramas a todos sus parientes y amigos anunciando la
buena nueva.
Mila vino
al mundo sin que mi mamá le preparara ajuar de bienvenida. Una promesa había
sido hecha a la Milagrosa: que el bebé no tendría sino lo que le pusieran en la
maternidad. Y así fue.
Luego de
Mila, Mami tuvo varias "barrigas". Carlos Francisco, Mercedes Elena,
María Isabel y yo, María Soledad, que me llamaba Álvaro Francisco, pues mis
papás estaban convencidos que yo sería varón.
Así las
cosas, en mi familia los 21 de noviembre siempre fueron día de fiesta. Para mis
papás no era un día más en el calendario. No era tan solo la celebración del
nacimiento de Mila. Era esa fecha especial en la que ellos habían logrado una
de sus mayores aspiraciones. Festejaban que su esfuerzo y sacrificio había dado
frutos, que a pesar de las muchas pérdidas ellos no se habían dado por
vencidos.
Tengo
sentimientos encontrados con respecto a este próximo 21 de noviembre. Mi
hermana Mila no está. Se mudó al cielo hace ya algunos años. Y allá está con
mis abuelos, mis papás, con mi hermano Carlos, mis tíos y mucha gente linda y buena. No están
"descansando en paz". Estoy segura que están haciendo, trabajando,
riendo, queriendo. El 21 de noviembre en el cielo habrá fiesta. Y para todos
nosotros en la familia el día comenzará con una sonrisa.
El próximo
21 de noviembre habrá elecciones en Venezuela. No sé aún si voy a votar. Me
parece pronto para decidirlo. Quiero hacerlo, lo ansío, porque quiero que se escriba
una página de la recuperación democrática. No siento que estén todavía dadas
las condiciones. Pero pienso que de aquí a allá queda tiempo para que esos
señores que dirigen el CNE se comporten como venezolanos dignos y hagan lo que
tienen que hacer; que se arremanguen las camisas, se amarren las correas,
cumplan con su deber y pasen a la historia escribiendo buena y decente
historia. Que no nos otro estornudo autocrático. Porque los venezolanos
queremos elegir, queremos decidir, en libertad, con confianza. No voy a decir
ni quiero escuchar que estas elecciones son importantes porque los
gobernadores, alcaldes y legisladores estadales y municipales son el poder
cercano al pueblo. Tampoco voy a comprar ni vender el argumento de
"mantener o conseguir espacios". Basta de frases cursis que ni mojan
ni empapan. Quienes las dicen bien saben que tienen un milímetro de
profundidad.
Escribo
elecciones y se me pone la piel de gallina. Pero a mis papás se les erizaba la
piel cada vez que les decían que mi mamá estaba embarazada. Ellos hicieron todo
lo que pudieron para tener hijos.
Yo voy a
hacer todo lo que pueda para tener democracia.
Soledad Morillo Belloso
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
Venezuela
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