El oficio de las comparaciones históricas contribuye a descubrir la verdad y es una vía directa para las necesarias rectificaciones. Héctor Pérez Marcano, Caracciolo Betancourt y yo hemos estado revisando nuestra propia historia con el objeto de evitar la repetición de errores imperdonables. Analizamos un océano de casos que el desacierto arruinó. Entre los tiempos corridos de Pérez Jiménez hasta Hugo Chávez y Nicolás Maduro, todo fue conversado con objetividad y sin odio y fue ese doble rasgo lo que nos permitió observar mejor la fuente de los errores cometidos por las partes enfrentadas.
Durante el perezjimenismo, la represión era feroz y la resistencia, heroica. En los más de 20 años de predominio chavomadurista esa pauta represiva pareció repetirse, aunque con altibajos en gran parte desaprovechados. Se cometieron errores absurdos que se repiten hasta el cansancio, y no digo que su recurrencia es para reír por respeto a nuestra nación, hundida como está en las tinieblas de una tragedia griega.
Hoy sufrimos diariamente el rigor y consecuencias de esos disparates, pero venimos de la prosperidad. El ingreso per cápita de los tres o cuatro países que observaron un crecimiento sostenible por décadas, fueron Venezuela, Cuba Argentina y Uruguay. Se atribuía al altísimo volumen de exportación de petróleo el crecimiento de Venezuela y la broncínea estabilidad de su moneda, y el de Cuba a la enorme fuerza del turismo. Pocos países podían exhibir tantos atractivos para los viajeros del mundo. En cambio, Argentina y Uruguay mantenían un incremento más clásico, un cierto «desarrollo» más que «crecimiento». Esas fueron la realidad y las realidades.
Por eso gozamos de una era dorada de nuestra democracia a la que los dogmas, errores y agresiones interpersonales están terminando de destruir, sin admitir que lo determinante es la ceguera de los líderes, que no quieren aceptar su responsabilidad en el fomento de la tragedia, endosándola a los que no piensan como ellos.
La declaración oficial de la oposición anunciando su participación en las elecciones del 21 de noviembre, y con los que quieran incorporarse a esa nueva política, brinda una notable oportunidad de retomar la iniciativa con un realismo impresionante. Si acaso, les anotaría el error de no proporcionarle a su declaración un tono más emotivo, que se corresponda con la importancia del paso que se ha dado. El contenido, sin embargo, es bueno y completo. Pienso que debería brindársele un respaldo expreso, sin necesidad de devolver ataques injustos o de atribuirles intenciones malévolas.
Porque lo primero es que los amigos del cambio democrático se unan y, si aún no puedan hacerlo, respeten sus diferencias en lugar de insistir obsesivamente en la comisión de errores que no hay manera de pasar por aciertos.
Al pasearse por el agitado gallinero de errores y aciertos, Pérez Marcano alude a uno de los más celebres al tiempo que dañinos. La abstención, que por cierto trata de pasar como una novedad añadiéndole un calificativo que nada nuevo trae. Ni más ni menos que la ocurrencia del presidente Chávez, quien al postular el socialismo siglo XXI insinuó que siendo de este siglo, su socialismo era una propuesta nueva, pues nadie podría acusarlo de repetir los fallidos sistemas de los siglos XIX y XX
¡Y lo más gracioso es que es verdad! Aparte de que sería una genial forma de mentir diciendo la verdad. A sabiendas de que el disparate de serlo si se le añade un adjetivo apropiado, desaparecerán virtualmente los errores y mentiras del rostro del planeta.
Ya lo saben pues, ¡falaces de todos los países uníos!
Bueno, Caracciolo Betancourt y Pérez Marcano han decidido responder y para que me una a ellos se comunicaron conmigo. Por supuesto, estoy totalmente de acuerdo.
Resulta que Caracciolo critica esa manera de presentar la abstención bajo la fórmula inútilmente útil que es, y que a Pérez Marcano le recuerda la que nosotros llamamos «abstención militante». «Útil» o «militante», viene a ser lo mismo, en medio de un esfuerzo inútil por atribuirle al error la apariencia del acierto.
Decidimos respaldar el llamado a la participación electoral en noviembre, que los firmantes fortalecen anunciando candidaturas unidas con la tarjeta de la MUD.
Hemos criticado enérgicamente la práctica de infamar a quienes no piensen como uno, para al final incurrir en lo mismo que se rechaza. Es peligroso darle aire a probadas equivocaciones sobre todo si las hemos experimentado en el pasado.
Insistir en la abstención no tiene el menor sentido práctico y solo da para suponer que no alcanzará a tener más éxito del que, en mejores condiciones, no logramos antes. Pero ninguno de nosotros, como tampoco los firmantes del documento, hemos caído en la torpe injusticia de infamar a quienes postulen la participación. Puesto que se trata de fijar posición en un tema crucial, decimos, sí, estamos de acuerdo y con el debido y merecido respeto hacia quienes discrepen de nosotros.
Américo Martín
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
@DiarioTalCual
Venezuela
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