Hay una vieja costumbre anglosajona para el primer día del año. Es lo que llaman la “limpieza del escritorio”. Para ello, se saca todo lo que se acumuló sobre el tapete de papeles y notas del año que termina. Para luego revisarlo sumariamente, botar lo que ya no tiene sentido guardar, y hacer una lista con lo que nos quedó pendiente.
Si bien aterrizamos en ese primer día del año, con una lista de 12 deseos que escribimos en los últimos minutos del 31 de diciembre, y que recitamos silenciosamente al comer cada una de las 12 uvas, debemos recordar que son “deseos”. Por lo que es una buena actitud, escribir una lista de lo que deberemos hacer en el nuevo año.
En esa lista deben estar las cosas que deberán recibir todo nuestro esfuerzo. Y mientras antes comencemos a trabajarlas, también antes las lograremos.
Ver hacia el futuro, no es predecir el futuro. Es prepararlo y prepararnos para ello. Por eso es una buena estrategia pasar la página. Enfrentar lo que hay que hacer, no como lo que no hicimos en el año anterior, sino como lo que tenemos la oportunidad de hacer en el año que se inicia.
El año nuevo es como un autobús que viene a toda velocidad. Si nos preparamos, nos podemos subir a él. Si no nos preparamos, nos puede atropellar, o quedarnos a pie. Así es.
Eduardo Rafael Martínez
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