“Estamos regresando a una circunstancia semejante a la que precedió la irrupción del liderazgo de Hugo Chávez, es decir, el retorno a la Venezuela de la era prechavista. Recordemos: la esfera de la vida pública de restringido acceso y atención por parte de unos pocos y un descrédito general e indiscriminado hacia la política y los políticos. Es ahí el lugar y ahí el tiempo en que nos encontramos, aquí y ahora”.
Una mirada buscando lo que no se te ha perdido, nos arroja algunos datos interesantes respecto a los resultados electorales del pasado 21 de noviembre.
Las fuerzas de oposición, en sus diferentes variantes, ganan terreno en la Venezuela interiorana y, sobre todo, en las regiones y localidades más deprimidas y maltratadas económicamente y por la carencia de servicios básicos.
Es así como en los estados llaneros, a saber: Cojedes, Barinas, Apure y Guárico, los sectores adversos al oficialismo, o ganan u obtienen significativas votaciones con diferencias muy estrechas entre primero y segundo lugar electoral. Igualmente, la oposición en su conjunto cosecha victorias en localidades predominantemente rurales o ciudades intermedias, tradicionalmente con mucho menor desarrollo económico relativo y por ende, mayor pobreza. No sucede igual en las capitales de estado o el Distrito Capital (con la excepción del Zulia), en donde el oficialismo obtiene mejor votación.
Lo importante de tal fenómeno es que se invierte una tendencia previamente existente, la cual daba cuenta de que en los grandes centros urbanos, con mayor actividad industrial, financiera y comercial, la oposición registraba mejores resultados.
En tal sentido, allí en donde la gente puede depender menos del gobierno, debido a la existencia de mayor actividad privada independiente, había mayor fuerza opositora, pero en aquellos sitios de alta dependencia hacia el gobierno para poder sobrevivir, la gente votaba más por el oficialismo. Pero los resultados del 21 N arrojan una nueva realidad que es menester procesar debidamente.
Se nos ocurre adelantar algunas hipótesis respecto al fenómeno anteriormente anotado. El gobierno está viendo disminuir significativamente la eficacia de su aparato de control social, el cual solía ser mayor en las zonas rurales y más deprimidas. No hay recursos ni medios suficientes para financiar debidamente el control que otrora era exitoso. En consecuencia, los votantes resienten su fidelidad electoral y votan por la oposición. Por cierto, la abstención electoral suele ser menor en estas zonas del país.
En los lugares en donde hay disponibles mayores opciones de independencia económica frente al aparato del control social del oficialismo, crece la abstención y además el chavismo mantiene hegemonía. Pero en donde se evidencia lo contrario, la oposición gana influencia.
Al parecer, en las regiones y localidades más maltratadas en medio de la precarización económica general que tiene el país, la gente depende más de la política para su sobrevivencia y calidad de vida, pero en donde la precarización a pesar de enseñorearse, cohabita con algunas oportunidades económicas, la gente depende menos de la política y no cifra sus esperanzas en los políticos y en las elecciones. De allí por ejemplo que en los municipios del estado Miranda en donde los efectos de la debacle material del país se amortiguan un poco, la oposición gana, pero los niveles de abstención son muy superiores al promedio general, lo cual le restó respaldo al candidato opositor en la referida entidad.
Mi hipótesis central, en correspondencia con esta otra mirada respecto a los resultados de las votaciones del 21 N, es que esos comicios fueron un torneo entre un puñado de capillas partidistas y clientelares afines a las minoritarias franquicias electorales constituidas y a ciertos cacicazgos locales influyentes. Muy nivelados entre sí, por cierto, pero que permanecen al margen de un país que ha perdido total y mayoritariamente interés hacia la marcha de los asuntos públicos, inclinándose por la abstención, la cual continuó careciendo de eficacia política y constituyendo una expresión amorfa, heterogénea y multifactorial en donde la antipolítica y la fatiga cívica hicieron lo suyo.
Estamos regresando a una circunstancia semejante a la que precedió la irrupción del liderazgo de Hugo Chávez, es decir, el retorno a la Venezuela de la era prechavista. Recordemos: la esfera de la vida pública de restringido acceso y atención por parte de unos pocos y un descrédito general e indiscriminado hacia la política y los políticos. Es ahí el lugar y ahí el tiempo en que nos encontramos, aquí y ahora.
Pedro Elias Hernandez
pedroeliashb@gmail.com
@pedroeliashb
Venezuela
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