Hace unos días llevaba a cabo una reflexión que en cierto momento se convertía en un fuerte señalamiento y, de alguna forma, una denuncia de la amenazadora tendencia en la que se han perdido los valores en la política y los negocios en estadios donde la decencia, la moral, la integridad, lejos de ser atributos requeridos, se han convertido en estorbos y quienes todavía los mantienen, son vetados de esas y muchas otras actividades. El hombre bueno, decente, integro, desde hace tiempo ha estado bajo ataque y se ha convertido en una especie en extinción. La gran amenaza para la humanidad.
En medio de esa reflexión me llegaba la devastadora noticia de la muerte de mi primo-hermano, Manuel Torres, el Froy, que me lleva a pensar en la paradoja de mi denuncia, cuando uno de los más buenos se nos ha ido y el ya mermado ejército de los buenos pierde uno de los más grandes. Porque el Froy era una de esas piezas raras que constituyen esos hombres a quienes la palabra intachable, se queda muy corta para describirlos. Un hombre que jamás, y debo repetirlo, jamás, se le escuchó hablar mal de alguien, jamás. Un hombre que nunca trató de sacar ventaja de otros porque era justo.
Y para seguir describiendo al Froy, cito algunas frases de mi reflexión de hace unos días.
“Me tomó mucho tiempo, pero finalmente entiendo el significado de las palabras de Jesucristo en su cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Porque ahora me doy cuenta el mundo está invadido de ese tipo de gente que, en su ceguera, se manejan a base de instintos animales en todos sus niveles, mentales, emocionales, intelectuales, morales, y solamente siguen ese instinto carnívoro para sobrevivir, aun cuando sea aplastando a otros”.
“Ellos tienen sus propios códigos morales, sus convenencieros y deformados valores, sus personales conceptos con los que siempre actúan totalmente inconscientes de que sus conductas son erróneas, no son éticas, y mucho menos morales, para lo cual han encapsulado esa gran molestia llamada conciencia y no escuchar a quien nos pueda decir que estamos haciendo el mal. Y, en estas nuevas sociedades que, no solo no castigan esas conductas, sino que se promueven para luego premiarlas, para ellos es suficiente justificación y continuar por la vida portando esa conveniente ceguera, pues, como afirmaba el Alazán Tostado; “moral es el árbol que da moras”.
“Son, también, aquellos que acuden a la iglesia, comulgan, hablan con los curas, no para llevar a cabo un acto de contrición, sino para fortalecer sus instintos animales, inmorales e injustos, y proceden luego a recibir la conveniente absolución que les proporciona el mismo cura. Son aquellos para quienes el único pecado es la fornicación y todo los demás es permitido. Y todo lo podemos resumir en que muchos viven en esa inconsciencia que Jesucristo pedía perdonar. Pero, hay otros muy conscientes que fabrican sus propios mandamientos, sus propias reglas, sus propios sistemas de justicia divina y terrenal”.
“Y, esa ausencia de moralidad es la que está alimentando este proceso donde ya nada es bueno o malo, o peor, hacer de lo malo bueno, de lo inmoral moral, a los ganadores en perdedores, y los perdedores en ganadores, porque para ellos y, a su conveniencia, todo es relativo, multitudes de ciegos convenientemente cubiertos por su soberbia, por su enfermiza hambre de poder, de riqueza sin límites, pero, sin competir, sin escrúpulos, solo explotando. Son los que caminan por la vida como los ejércitos de Atila, de Alejandro el Grande, de Napoleón o de Hitler, en un veloz galope blandiendo sus cimitarras con golpes mortales de sufrimiento y destrucción”.
Pero, si alguien pudiera recomendar un antídoto para enfrentar esta plaga que es la que verdaderamente está destruyendo el mundo, sin pensarlo yo llamaría ese antídoto; Froy Torres. Porque lo malo se debe combatir con lo bueno, la mentira con la verdad, la opresión con liberación, el abuso con la justicia, la maldad con la bondad, el egoísmo con la generosidad, instintos con la razón y la ética moral. Porque todo eso representaba al Froy y, les aseguro, que yo tengo los hechos para afirmarlo. Lo conocí desde que nos parieron casi juntos, juntos hicimos los primeros estudios, nos hicimos hombres en el rancho de nuestro abuelo Manuel P Torres. Nos fuimos juntos al Tec de Monterrey en donde fuimos compañeros de estudios y de cuarto.
El Froy era quien me acompañaba cuando en una parranda en Paris me gastara $3,000 dólares en besos, y fue él quien me recató y me financiara el resto del viaje, igual que lo hizo en muchas otras ocasiones. Y que mejor descripción del Froy podíamos hacer que citando al Peque, su inseparable hermano, cuando el día de ayer me afirmaba con la voz cortada; “El Froy era mi héroe”, y pienso que lo fue de muchos y debería de seguir siéndolo porque esos hombres íntegros, morales, humildes, generosos, verdaderamente auténticos, cada día son más escasos. Y por eso el mundo en estos momentos se encuentra en una caída sin fin. Porque hay una sequía y una gran ausencia de hombres tan completos como el Froy Torres.
Froy, tu fuiste el mejor ejemplo de que el alma atrae lo que guarda, la tuya guardaba solo lo que amaste, nunca lo que podrías temer y menos odiar. Navega en paz mi querido primo como siempre lo hiciste. Las soleadas playas de tu edén esperan tu arribo, las islas de bendición te están sonriendo, calma es poder, tu coraje moral, tus grandes virtudes nos quedan como ejemplo y al mismo tiempo reclamo de no seguir tus huellas. La paz sea contigo.
Ricardo Valenzuela
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Mexico
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