En nuestro más reciente artículo publicado, dijimos que era obvio el tema de la invasión de Rusia a Ucrania, imaginándonos que sería el centro del debate por poco o mucho tiempo, sin aventurarnos a un pronóstico, ya que para muchos era una guerra anunciada, para otros un disgusto polemológico, pero para la mayoría, un devenir bien pensado del líder Putin, que creyó haber conquistado el mundo politológico, para emprender una guerra a su manera: “yo invado con bastante fuerza y me apodero del gobierno de Ucrania antes que este país se una al enemigo OTAN”.
Visualizamos su intención estratégica de una acción relámpago con la fuerza del trinomio: tanques, aviación y misiles indetectables, para lograr una superioridad bélica que obligaría a una rendición a muy corto plazo.
Como lo pensamos, no sería un hueso fácil de roer ni un objetivo militar de fácil victoria, que como pensamos y dijimos, tendría el obstáculo conocido del retardo y malevolencia peligrosa del ataque a localidades, aunque nunca nos imaginamos la férrea resistencia y fortalecida defensa del sistema de armas militares de Ucrania, que han demostrado no solo su heroica pericia, sino su acendrado nacionalismo, que han transformado la defensa en una valerosa guerra de resistencia y represalia dentro de su mismo invadido territorio.
Obviamente, es inexplicable una estrategia militar que coloquialmente sería una aventura en la boca del lobo. Luego de esta exposición entramos en el tema tratado en Venezuela, que consideramos con sentido censor de la criticidad relativa en nuestro país, cuando el discurso se mantiene en la lucha antichavista relacionándola con Maduro, Guaidó, alacranes y enchufados, hasta de colaboracionistas; una sarta de sandeces que tildan de política, pero que no va más allá de una ignominiosa estupidez que mantiene al país en ascuas.
Dijimos que apareció Maduro respaldando a Putin (eso creído por algunos) pero luego apareció la reunión de alto nivel de USA y su regreso a la Negociación en México, lo que generó una sarta de disloques en discursos opositores, tanto en el exterior como en el propio país; y venimos exponiendo una apreciación, que aparenta estar muy cercana hoy a la verdad política, cuando seguimos diciendo que el problema de Venezuela no es Maduro, ni el régimen, es la insulsa politiquería opositora, manejada mayormente por “intelectuales; versados polemólogos y politólogos del teclado”, quienes creen que el juego político se detuvo cuando surgió la aversión: “fuera Maduro” y cuando se le calificó de usurpador, quien según el enunciado, debía renunciar.
Pero seguimos pensando que la debacle de los partidos de oposición, quienes en comandita decidieron atacar y descalificar a sus líderes, proponer otros desconocidos; pero lo peor fue promover la abstención por presumir el fraude como bandera internacional.
Esta, y la campaña externa apoyando la desidia, son las que insisten en querer hacernos creer que la salida de Maduro por la fuerza es la solución. Recordamos la inocua solicitud de “aplicar el TIAR” o pedir a la FAN que se alce y saque a Maduro, voz escuchada por creyentes militares, quienes de buena fe sacrificaron su carrera y hasta su libertad por esta causa.
No obstante, y muy a pesar de otros, algunos venezolanos luchan calladamente porque la negociación surta el efecto deseado y termine la desidia opositora que tanto daño ha hecho a la causa. Son muchos los que celebran el fin de las medidas que tanto daño nos han hecho. Saben también que la economía del país está en recuperación y que la crisis petrolera, aunque no se puede estimar el tiempo que durará, es una oportunidad para que se recupere PDVSA y se elimine el mito de que es irrecuperable.
Muchas veces, no se entienden los criterios económicos de algunos profesionales, además de politólogos, quienes han querido tapar el sol con un dedo y negar lo que está a la vista, manteniendo una actitud presagiadora fuera de contexto. Hay que insistir en que Venezuela debe recuperar su vocación democrática, perdida desde la megalomanía militarista de Chávez con sus secuaces.
Y es aquí donde queremos exponer lo nuevo que llamamos resilencia opositora, esa que se deriva de crecerse ante la adversidad, en un entendido, que es volver atrás, volver de un salto, resaltando o rebotando, que obliga a la capacidad de adaptación a un estado o situación adversos, preparándonos para superar el estado inicial, luego de cesada la perturbación a la que hemos estado sometidos, iniciando un nuevo estatus social y político superior, donde estemos claros que las adversidades que hemos sufrido, se han originado de la infausta creencia de que todo lo que se expone en ideas socialistas, generadas de la perturbarte confusión de comunismo y social democracia, genere nos lleve a entender la mejor forma de manejar el régimen de gobierno, sin idealizar o idolatrar, ni a la teoría ni al mesías. ¡Nunca más Chávez vive!
Enrique Prieto Silva
@Enriqueprietos
Venezuela
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