jueves, 29 de octubre de 2015

PEDRO PAÚL BELLO, LA NATURALEZA HUMANA.

No es exagerado decir que la gran tentación de la naturaleza humana es el considerarse, la persona, sea hombre o mujer, como “la medida de todas las cosas” tal y como se expresa en la Biblia, de manera que son sus propios intereses la suprema norma que todo lo rige y gobierna, haciendo caso omiso de la presencia de Dios, que es el Creador de todo. La consecuencia de ese fatal y falso error son el odio, las guerras, los crímenes de todo tipo, el inútil sacrificio de los semejantes que son también personas, así como de la maldad en todas sus expresiones. El origen del mal en el mundo no es otro, en las naciones, sociedades y comunidades, que el mal inventado por la tentación del orgullo y del dominio despótico, que son las fuentes maléficas que se extienden y cubren todo este mundo.

A todo lo largo que existen y se sostienen las historias de todas las naciones, que desde sus principios y hasta el presente en el que vivimos, el dominio, las esclavitud que reinó en el pasado todavía cercano, el odio y el atropello hacia los semejantes, no han todavía retirado esa sed insaciable de poder que permanece como sed insaciable de tantos que lo ejercen. Prevalece todavía, en los tiempos del presente, esa insaciable sed que es la causa principal de todas las guerras y conflictos que constantemente acosan a gran parte de la humanidad.

La humanidad, a lo largo de toda su existencia establecida por el Creador,  ha olvidado que solo es Él, la única y verdadera autoridad que puede juzgar las conductas humanas sin hacer referencias a estas, y que las decisiones muchas veces urdidas con finalidades inconfesables, suelen carecer de la verdad, para afincarse en la mentira urdida y alimentada por odios inconfesables.

Quienes no crean que eso es lo único cierto, vuelvan sus mentes hacia lo que está aconteciendo hoy en un mundo que se suponía avanzado: la terrorífica guerra que desarrolla la llamada Isis, que no solo asesina en el medio-oriente, sino que extiende sus alcances hasta Europa y amenaza al mundo entero. 

Esa guerra, cruel hasta el mayor extremo, no es una guerra cualquiera más: es la sobrevivencia de un odio acumulado por siglos que hoy, en este mismo día y en los venideros, pone en peligro la existencia de la humanidad sobre la tierra. Y, mientras esa guerra avanza en sus propósitos, el mundo entero, en vez de buscar y lograr soluciones que la contengan, pierde su tiempo en mentiras de otro signo que se multiplican en todos los continentes.

Leo en la Biblia: “Cuando los seres humanos desplazan a Dios para ubicar en su lugar al mismo ser humano y sus tendencias acaparadoras, el resultado es que los intereses personales de ese ser humano, casi siempre institucionalizados,     se convierten en una norma absoluta de los demás, pervirtiendo así hasta el vocabulario --llamar justo lo que es injusto--  e imponerlo sobre los otros. Ese es el gran llamado de nuestro mito que, al dar respuesta a las causas del mal, denuncia el inmenso mal que en la historia produce una conciencia pervertida, máxime cuando se trata de una conciencia que tiene poder.

Tenemos que derivar como lo hizo Jacob, el mal en bien; el error en solución en esta Venezuela que es una Patria que se nos desploma. Tenemos que reconstruir lo que puede parecer a muchos imposible. Pero para realizarlo y superar errores que se produjeron desde los últimos años del siglo pasado y hasta el presente, debemos integrar a todos los venezolanos, cualesquiera que sean sus maneras de pensar y de ser. Integrarlos como personas que aman y quieren sostener esta patria donde han nacido o que les ha acogido.

Para alcanzar este logro es indispensable restablecer una unidad que se ha perdido en estos tiempos, una verdadera unidad en la cual, la renuncia a intereses personales, políticos o no, es condición indispensable para rescatar la armonía y la verdad.

Unidad que rescate nuestros valores comunes, de generosidad, ayuda, asistencia y propósitos. 

Sólo, y únicamente así, podremos volver a tener esta bendita tierra de gracia.

Pedro Paúl Bello
ppaulbello@gmail.com
@PedroPaulBello

Caracas 

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