viernes, 17 de febrero de 2017

PEDRO LUIS ECHEVERRIA, DIÁLOGO ¿PARA QUÉ?

NO ES POSIBLE UN DIALOGO QUE LLEGUE
A CONCLUSIONES POSITIVAS ENTRE 
DEMOCRACIA Y TOTALITARISMO

A medida que transcurren los días en nuestro país, la represión gubernamental aumenta, se perfeccionan y profundizan la crueldad oficial y los métodos y mecanismos para ejercerla. Aumenta el número de  víctimas fatales por la inseguridad e igualmente el de los lesionados, los torturados y los detenidos ilegalmente a los que no se les reconoce el derecho al debido proceso; impunemente los grupos armados e irregulares auspiciados, protegidos y financiados por el gobierno incrementan la virulencia de los ataques a las personas, a la propiedad privada y a las pertenencias ajenas. 

El régimen inventa tenebrosas conspiraciones nacionales e internacionales supuestamente orientadas a desestabilizarlo; maquilla y oculta las cifras de desempeño económico,  pretendiendo con ello vender un utópico país que está muy lejos del horror en que vivimos los ciudadanos. 

El Presidente, en lugar de asumir plenamente sus responsabilidades constitucionales e institucionales, prefirió transferirlas al estamento militar. 

Asimismo, el régimen trata de infundir miedo, mediante la escandalosa manipulación de las leyes y la institucionalidad para acusar, acosar y calificar de enemigo, sin recurso de apelación, a todo aquel que profesa ideas y valores diferentes de lo que el oficialismo totalitarista asume como el bien común. Manipula a las masas de sus seguidores exacerbando sus peores instintos, creando así una avalancha de odios hacia la disidencia que nadie parece capaz de detener. Permite, con gran complicidad y otorgando impunidad, la profundización y expansión de una de las lacras sociales que más daño causa a una sociedad: la corrupción, al extremo que el afán de enriquecerse en el menor tiempo posible que domina a sus validos, sean éstos políticos, militares, comerciantes o figuras más o menos públicas, ha generado, entre ellos, confrontaciones de diversa índole.

En síntesis, el régimen está tratando por todos los medios a su alcance y con el poder totalitario del Estado, aplastar la voluntad de cientos de miles de personas, potenciar su sumisión y la desaparición del ansia de libertad que es la condición esencial de los seres humanos. 

El gobierno irresponsablemente asume el rol de feroz contendiente, en lugar de abrir, mediante acciones políticas contundentes y veraces, los caminos para el entendimiento y la paz; los cierra a través de un discurso altanero y desconsiderado en el cuál campean intentos de dominación gubernamental a la sociedad,  perversas órdenes de incremento y profundización  de la represión, falsedades, descalificaciones y violaciones a las leyes.  A pesar de ello, la fuerza de la  protesta crece, persevera, se mantiene, se reinventa y se extiende a diversas ciudades y sectores sociales.

Sin embargo, y ante  la inminencia de constitucionales  procesos electorales para elegir a los mandatarios regionales y a los Alcaldes, el régimen, a través de sus más calificados voceros  ha manifestado que las elecciones no son prioritarias, que son un factor de desestabilización y que se utilizarán para desprestigiar al Gobierno,(Cabello, Rodríguez y Padrino López, dixit) cerrando así  la posibilidad de mantener conversaciones, con eficacia política, sobre la forma de abordar conjuntamente las soluciones a la terrible situación que vive el país en todos los órdenes.

El régimen debe comprender y asumir que no es posible iniciar un proceso de rescate del país, mediante el diálogo eficaz y constructivo, cuando las causas y  cicatrices de la contienda que ha mantenido con la oposición y la empresa privada durante 19 años no han sido resueltas y sanadas. 

Después de esta fase de horror y abusos de los derechos humanos como la que hemos vivido y  estamos viviendo y para la que no se vislumbra con certeza su tiempo de terminación, nuestra sociedad requiere la reconstitución de su tejido social asegurando la convivencia mediante procesos de entendimiento sostenibles en el largo plazo. 

Establecer un diálogo veraz y efectivo, supone establecer una agenda de conversaciones en la que figuren: la edificación institucional de la democracia y el estado de derecho; crear instituciones políticas y judiciales respetadas y creíbles para la administración y solución de conflictos por vías no violentas; llegar a un consenso sobre lo que no es aceptable promover y los medios que resulta inaceptable emplear para proteger intereses por legítimos que sean. Sin ello, la paz será apenas el interregno de una inacabada espiral cíclica de conflicto y violencia. Si bien la resolución de los conflictos se debe encaminar en el corto y mediano plazo a llegar a arreglos que satisfagan mínimamente las demandas de los contendientes, la transformación del conflicto en compromiso de rescate del país, supone atender y dar solución a los profundos desajustes económicos, y a los  problemas estructurales y culturales que asolan al país y restablecer el tejido de convivencia social que ha sido roto durante los últimos cinco lustros y fracción, transcurridos. Así y solo así es que un diálogo gobierno-oposición puede ayudar a solventar la crisis.


La realidad actual es que el gobierno y sus amanuenses institucionales promocionan un diálogo que saben no llegará a ninguna parte por varias razones: no es un interlocutor  válido pues carece de la  legitimidad necesaria para comprometerse a nada, debido a los serios cuestionamientos a su permanencia en el poder que le hacen distintos grupos que hacen parte de su propia tolda política; carece, asimismo, de  la voluntad política que se necesita para negociar un desenlace conveniente a las partes en conflicto; sólo pretende ganar tiempo para crear un sistema de hegemonía gubernamental en donde no hayan elecciones, conforme lo ordena la Constitución, al tiempo que a través de triquiñuelas y subterfugios ilícitos,  se invaliden y defenestren los partidos políticos y se limite la libertad de expresión,  bastiones fundamentales del sistema democrático venezolano. 

Desde este punto de vista, no se explica, por tanto, que los flagrantes incumplimientos de los compromisos convenidos, las infames e ilegales acciones perpetradas contra la disidencia y la democracia y las aviesas intenciones del régimen para el futuro inmediato no sean del conocimiento de la perspicaz, eficiente y no cándida inteligencia vaticana. 

Entonces, con tan importantes elementos fácticos de juicio que fehacientemente conoce el Vaticano ¿qué sentido tiene que el Santo Padre convoque a un diálogo en la que participe un interlocutor  que no ha cumplido ni cumplirá con las condiciones mínimas requeridas para iniciar las conversaciones y que además  no está dispuesto a arribar a la resolución de los conflictos de manera institucional, honesta y no violenta, para dar respuestas a los anhelos de paz y de superación de la pavorosa crisis que sacude a la la sociedad venezolana?

Pedro Luis Echeverria
pedroluis.echeverria33@gmail.com
@PLEcheverria
Miranda - Venezuela

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