NO ES POSIBLE UN DIALOGO QUE LLEGUE
A CONCLUSIONES POSITIVAS ENTRE
DEMOCRACIA Y TOTALITARISMO
A medida que transcurren los días en nuestro país, la represión
gubernamental aumenta, se perfeccionan y profundizan la crueldad oficial y los
métodos y mecanismos para ejercerla. Aumenta el número de víctimas fatales por la inseguridad e
igualmente el de los lesionados, los torturados y los detenidos ilegalmente a
los que no se les reconoce el derecho al debido proceso; impunemente los grupos
armados e irregulares auspiciados, protegidos y financiados por el gobierno
incrementan la virulencia de los ataques a las personas, a la propiedad privada
y a las pertenencias ajenas.
El régimen inventa tenebrosas conspiraciones
nacionales e internacionales supuestamente orientadas a desestabilizarlo;
maquilla y oculta las cifras de desempeño económico, pretendiendo con ello vender un utópico país
que está muy lejos del horror en que vivimos los ciudadanos.
El Presidente, en
lugar de asumir plenamente sus responsabilidades constitucionales e
institucionales, prefirió transferirlas al estamento militar.
Asimismo, el
régimen trata de infundir miedo, mediante la escandalosa manipulación de las
leyes y la institucionalidad para acusar, acosar y calificar de enemigo, sin
recurso de apelación, a todo aquel que profesa ideas y valores diferentes de lo
que el oficialismo totalitarista asume como el bien común. Manipula a las masas
de sus seguidores exacerbando sus peores instintos, creando así una avalancha
de odios hacia la disidencia que nadie parece capaz de detener. Permite, con
gran complicidad y otorgando impunidad, la profundización y expansión de una de
las lacras sociales que más daño causa a una sociedad: la corrupción, al
extremo que el afán de enriquecerse en el menor tiempo posible que domina a sus
validos, sean éstos políticos, militares, comerciantes o figuras más o menos
públicas, ha generado, entre ellos, confrontaciones de diversa índole.
En síntesis, el régimen está tratando por todos los medios a su alcance
y con el poder totalitario del Estado, aplastar la voluntad de cientos de miles
de personas, potenciar su sumisión y la desaparición del ansia de libertad que
es la condición esencial de los seres humanos.
El gobierno irresponsablemente
asume el rol de feroz contendiente, en lugar de abrir, mediante acciones
políticas contundentes y veraces, los caminos para el entendimiento y la paz;
los cierra a través de un discurso altanero y desconsiderado en el cuál campean
intentos de dominación gubernamental a la sociedad, perversas órdenes de incremento y
profundización de la represión,
falsedades, descalificaciones y violaciones a las leyes. A pesar de ello, la fuerza de la protesta crece, persevera, se mantiene, se
reinventa y se extiende a diversas ciudades y sectores sociales.
Sin embargo, y ante la inminencia de constitucionales procesos electorales para elegir a los
mandatarios regionales y a los Alcaldes, el régimen, a través de sus más
calificados voceros ha manifestado que
las elecciones no son prioritarias, que son un factor de desestabilización y
que se utilizarán para desprestigiar al Gobierno,(Cabello, Rodríguez y Padrino
López, dixit) cerrando así la
posibilidad de mantener conversaciones, con eficacia política, sobre la forma
de abordar conjuntamente las soluciones a la terrible situación que vive el
país en todos los órdenes.
El régimen debe comprender y
asumir que no es posible iniciar un proceso de rescate del país, mediante el
diálogo eficaz y constructivo, cuando las causas y cicatrices de la contienda que ha mantenido
con la oposición y la empresa privada durante 19 años no han sido resueltas y
sanadas.
Después de esta fase de horror y abusos de los derechos humanos como
la que hemos vivido y estamos viviendo y
para la que no se vislumbra con certeza su tiempo de terminación, nuestra
sociedad requiere la reconstitución de su tejido social asegurando la
convivencia mediante procesos de entendimiento sostenibles en el largo plazo.
Establecer un diálogo veraz y efectivo, supone establecer una agenda de
conversaciones en la que figuren: la edificación institucional de la democracia
y el estado de derecho; crear instituciones políticas y judiciales respetadas y
creíbles para la administración y solución de conflictos por vías no violentas;
llegar a un consenso sobre lo que no es aceptable promover y los medios que
resulta inaceptable emplear para proteger intereses por legítimos que sean. Sin
ello, la paz será apenas el interregno de una inacabada espiral cíclica de
conflicto y violencia. Si bien la resolución de los conflictos se debe
encaminar en el corto y mediano plazo a llegar a arreglos que satisfagan
mínimamente las demandas de los contendientes, la transformación del conflicto
en compromiso de rescate del país, supone atender y dar solución a los
profundos desajustes económicos, y a los
problemas estructurales y culturales que asolan al país y restablecer el
tejido de convivencia social que ha sido roto durante los últimos cinco lustros
y fracción, transcurridos. Así y solo así es que un diálogo gobierno-oposición
puede ayudar a solventar la crisis.
La realidad actual es que el gobierno y sus amanuenses institucionales
promocionan un diálogo que saben no llegará a ninguna parte por varias razones:
no es un interlocutor válido pues carece
de la legitimidad necesaria para
comprometerse a nada, debido a los serios cuestionamientos a su permanencia en
el poder que le hacen distintos grupos que hacen parte de su propia tolda
política; carece, asimismo, de la
voluntad política que se necesita para negociar un desenlace conveniente a las
partes en conflicto; sólo pretende ganar tiempo para crear un sistema de
hegemonía gubernamental en donde no hayan elecciones, conforme lo ordena la
Constitución, al tiempo que a través de triquiñuelas y subterfugios ilícitos, se invaliden y defenestren los partidos
políticos y se limite la libertad de expresión,
bastiones fundamentales del sistema democrático venezolano.
Desde este
punto de vista, no se explica, por tanto, que los flagrantes incumplimientos de
los compromisos convenidos, las infames e ilegales acciones perpetradas contra
la disidencia y la democracia y las aviesas intenciones del régimen para el
futuro inmediato no sean del conocimiento de la perspicaz, eficiente y no
cándida inteligencia vaticana.
Entonces, con tan importantes elementos fácticos
de juicio que fehacientemente conoce el Vaticano ¿qué sentido tiene que el
Santo Padre convoque a un diálogo en la que participe un interlocutor que no ha cumplido ni cumplirá con las
condiciones mínimas requeridas para iniciar las conversaciones y que
además no está dispuesto a arribar a la
resolución de los conflictos de manera institucional, honesta y no violenta,
para dar respuestas a los anhelos de paz y de superación de la pavorosa crisis
que sacude a la la sociedad venezolana?
Pedro Luis Echeverria
pedroluis.echeverria33@gmail.com
@PLEcheverria
Miranda - Venezuela
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