viernes, 17 de febrero de 2017

BEATRIZ DE MAJO, DROGA: EL VEREDICTO DE LA HISTORIA

COLOMBIA EN CAPSULAS

La CEPAL ha alertado a lo largo del tiempo acerca del perverso y progresivo proceso que América Latina ha transitado hacia su propia narcotización.  A fines del año pasado, el organismo, una vez más puso el dedo en la llaga cuando aseguró que nuestra región concentra la totalidad de la producción global de hoja de coca, pasta base de cocaína y clorhidrato de cocaína del mundo.  La ONU también se hizo eco de esa preocupación cuando afirmó que los mayores productores son Colombia, Bolivia y Perú y que otros países confrontan el problema del control interno del tráfico hacia terceros países y del tráfico hacia dentro de sus fronteras para alimentar su propio consumo.

Al contrario de lo que se pudiera pensar, Colombia, nuestro vecino, en estos años de negociación con las FARC de su proceso interno de paz, en lugar de haber provocado una reducción de la producción de parte de la narco guerrilla, lo que ha experimentado a esta fecha, es un incremento de los cultivos de 200.000 Hectáreas, lo que les permite producir más de 1200 toneladas de cocaína cada año. Las cifras han sido dadas a conocer por las propias autoridades colombianas, encabezadas por la Procuradoría.

No creamos por un segundo que parte de esa producción se queda en Colombia. Un volumen muy sustantivo, en la realidad, se coloca en los mercados internacionales, donde se hacen los grandes beneficios del negocio. La razón es simple: el precio promedio por gramo de cocaína en el mundo es de 74 dólares, pero en el vecino país poco más de la mitad de sus consumidores (50,2%) la puede adquirir por un valor de 4,4 dólares.

Lo que sí es sensato imaginar es que el lugar natural para hacerlo transitar hacia los mercados que les aportan el mejor beneficio es Venezuela y las razones sobran. La vigilancia en todas las líneas fronterizas es muy precaria, los órganos e instituciones del orden público, incluidas las Fuerzas Armadas, o están contaminadas o son “comprables” por los narcotraficantes, los puertos y aeropuertos para el traslado al exterior de estas sustancias son igualmente muy susceptibles de corrupción, tenemos miles de kilómetros de costa muy vulnerables y útiles para este comercio  y, más recientemente, se ha estado produciendo una connivencia activa de autoridades “revolucionarias” en muchos terrenos a este lucro perverso y fácil.

Lo que es triste es que en este tema del tráfico de drogas sí que vamos de la mano con nuestros vecinos neogranadinos mientras en otros campos nos distanciamos cada día mas. Allí sí que la colaboración en los negocios se ha materializado parara beneficio de los dos lados y eso lo saben de primera mano Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro.

Mientras el mundo ignorante y lerdo aplaude “la paz” de Colombia, no hay muchos que hoy se conmiseren del daño que en esos mismos años se le ha hecho a Colombia con su re-narcotización, ni nadie deplora la perversión fraguada en contra de los venezolanos en un momento en que atraviesan el más espantoso drama humanitario.. Hoy en día los venezolanos no consumen más porque nuestra propia estrechez económica no lo permite. Es así como más de la mitad de la cocaína producida en Colombia pasa por nuestro territorio, es decir, por manos venezolanas, en su camino hacia los centros de consumo.


La Historia castigará este oprobio que se organiza en los dos lados de la frontera. Pero los artífices serán castigados mucho antes de que la Historia termine por dar su veredicto.

Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@BeatrizdeMajo1
Internacionalista
El Nacional
Miranda - Venezuela

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