COLOMBIA EN CAPSULAS
La CEPAL ha alertado a lo largo del tiempo acerca del perverso y
progresivo proceso que América Latina ha transitado hacia su propia
narcotización. A fines del año pasado,
el organismo, una vez más puso el dedo en la llaga cuando aseguró que nuestra
región concentra la totalidad de la producción global de hoja de coca, pasta
base de cocaína y clorhidrato de cocaína del mundo. La ONU también se hizo eco de esa
preocupación cuando afirmó que los mayores productores son Colombia, Bolivia y
Perú y que otros países confrontan el problema del control interno del tráfico
hacia terceros países y del tráfico hacia dentro de sus fronteras para
alimentar su propio consumo.
Al contrario de lo que se pudiera pensar, Colombia, nuestro vecino, en
estos años de negociación con las FARC de su proceso interno de paz, en lugar
de haber provocado una reducción de la producción de parte de la narco
guerrilla, lo que ha experimentado a esta fecha, es un incremento de los
cultivos de 200.000 Hectáreas, lo que les permite producir más de 1200
toneladas de cocaína cada año. Las cifras han sido dadas a conocer por las
propias autoridades colombianas, encabezadas por la Procuradoría.
No creamos por un segundo que parte de esa producción se queda en
Colombia. Un volumen muy sustantivo, en la realidad, se coloca en los mercados
internacionales, donde se hacen los grandes beneficios del negocio. La razón es
simple: el precio promedio por gramo de cocaína en el mundo es de 74 dólares,
pero en el vecino país poco más de la mitad de sus consumidores (50,2%) la
puede adquirir por un valor de 4,4 dólares.
Lo que sí es sensato imaginar es que el lugar natural para hacerlo
transitar hacia los mercados que les aportan el mejor beneficio es Venezuela y
las razones sobran. La vigilancia en todas las líneas fronterizas es muy
precaria, los órganos e instituciones del orden público, incluidas las Fuerzas
Armadas, o están contaminadas o son “comprables” por los narcotraficantes, los
puertos y aeropuertos para el traslado al exterior de estas sustancias son
igualmente muy susceptibles de corrupción, tenemos miles de kilómetros de costa
muy vulnerables y útiles para este comercio
y, más recientemente, se ha estado produciendo una connivencia activa de
autoridades “revolucionarias” en muchos terrenos a este lucro perverso y fácil.
Lo que es triste es que en este tema del tráfico de drogas sí que vamos
de la mano con nuestros vecinos neogranadinos mientras en otros campos nos
distanciamos cada día mas. Allí sí que la colaboración en los negocios se ha
materializado parara beneficio de los dos lados y eso lo saben de primera mano
Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro.
Mientras el mundo ignorante y
lerdo aplaude “la paz” de Colombia, no hay muchos que hoy se conmiseren del
daño que en esos mismos años se le ha hecho a Colombia con su re-narcotización,
ni nadie deplora la perversión fraguada en contra de los venezolanos en un
momento en que atraviesan el más espantoso drama humanitario.. Hoy en día los
venezolanos no consumen más porque nuestra propia estrechez económica no lo
permite. Es así como más de la mitad de la cocaína producida en Colombia pasa
por nuestro territorio, es decir, por manos venezolanas, en su camino hacia los
centros de consumo.
La Historia castigará este oprobio que se organiza en los dos lados de
la frontera. Pero los artífices serán castigados mucho antes de que la Historia
termine por dar su veredicto.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@BeatrizdeMajo1
Internacionalista
El Nacional
Miranda - Venezuela
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