lunes, 3 de abril de 2017

CARLOS ALBERTO MONTANER, MADURO SIGUE SIENDO UN PELIGRO PARA TODOS

Maduro rectificó. La Fiscal General del país, Luisa Ortega Díaz, le facilitó el cambio en bandeja de plata. Seguramente fue pactado. Primero, Nicolás Maduro había eliminado cualquier vestigio de democracia en Venezuela. Sus sicarios en el Tribunal Supremo de Justicia se encargaron de asumir las funciones de la Asamblea Nacional. Era la última maniobra. Continuarían la dictadura, pero sin tapujos y con mano aún más dura. El camino quedaba libre para acusar a los diputados de traición a la patria. O de lo que se les ocurriera. 

No pudieron. La resistencia nacional e internacional fue demasiado intensa. Los diputados y los estudiantes se echaron a la calle a protestar. El paso dado era demasiado descarado. Luis Almagro armó rápidamente el frente de la OEA, mientras PPK, en Perú, prácticamente rompía relaciones, y los aliados de Maduro –Leonel Fernández, Rodríguez Zapatero y Martín Torrijos—le advirtieron que no podían acompañarlo en este nuevo espasmo totalitario.

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