lunes, 17 de abril de 2017

RICARDO VALENZUELA, IDEOLOGIA III, DESDE FRONTERA MEXICO ESTADOUNIDENSE

REFLEXIONES LIBERTARIAS

En EU el siglo 19 transcurría velozmente tratando de sanar las heridas de una cruenta guerra civil que había dividido al país. Pero ya hervía otra confrontación que, no solo lo dividiera, atentaría contra todos los principios que le habían dado vida. El enfrentamiento entre neoconservadores y liberales estaba declarado, y se encontraban en el campo de batalla de la ignorancia y el odio. Pero los liberales se sumergían en un periodo en el cual perdían su arrojo, y abandonaban la fiereza requerida para continuar la batalla contra el conservadurismo estatista, hasta la victoria. Perdían su fervor por aquel cambio total moldeado con la pureza de sus principios.

Ello abría un fértil campo para el socialismo, que de inmediato ganara gran popularidad. Sería también oportunidad de los nuevos corporativistas para usurpar los términos “liberal y progresista”, cuando buena parte del partido Demócrata adoptara un potaje de ideas mercantilistas y socialistas. Los liberales originales cedían al estado el dominio sobre los instrumentos claves del poder. Ya no serían hostiles ante el poder ejecutivo y la nueva burocracia, ahora le daban la bienvenida al creciente centralismo del ejecutivo, y dócilmente se sumaban a la oligarquía de una burocracia ya atrincherada.

Hubo dos motivos que provocaran este desenlace. Primero, los liberales abandonaban la filosofía de los derechos naturales para montarse en la ola del utilitarismo tecnocrático. En lugar de la búsqueda de libertad como el camino ideal para lograr lo debido y lo justo, se enganchaban a ese utilitarismo que consideraba la libertad, solo como un camino más para lograr un vagamente definido objetivo de bienestar general, o, del bien común.

El utilitarismo fue una teoría ética que se resume como “hacer el mayor bien al mayor número de personas”. Satisfacción de preferencias y felicidad para todo mundo, por decreto. Partiendo solo de su definición, parece un sistema aceptable y deseable. Pero si lo analizamos con más detalle veremos que no solo no es deseable, sino que además es inaceptable desde un punto de vista ético. Incluso se puede refutar desde una perspectiva lógica y argumentativa. Con ello se perdía la pureza de la verdadera filosofía liberal, y el objetivo fundamental de un verdadero cambio radical.

El segundo fue que los liberales en ese proceso perdían la urgencia para provocar los cambios. Ese urgente deseo que ardía en sus interiores, para abolir todo lo diabólico que había encadenado a los pueblos durante siglos, se evaporaba. Contagiados por el clásico estilo de reforma gradual de los utilitarios, perdían aquella obsesión para eliminar, lo más rápido posible, lo injusto y lo erróneo. Habiendo iniciado como feroces revolucionarios blandiendo todo lo que era opuesto al conservadurismo, pasaban ahora a ser la imagen de lo que tanto habían combatido.

En EU los abanderados del liberalismo habían sido los miembros del partido Demócrata, que se le conocía como el partido de la libertad. Eran los campeones del libre comercio, monedas duras, separación de la economía del Estado, de una mínima intervención del gobierno, poder federal casi inexistente. Era el partido de la paz, del antimilitarismo, antiimperialismo. Pero todos esos principios serían abandonados cuando el partido fuera capturado por las fuerzas de William Bryan en 1896, y el tiro de gracia se lo darían con la presidencia de Wilson dos décadas después. Ahí fallecía el sueño de Jefferson.

William Jennings Bryan, el populista de EU, sería candidato a la presidencia 3 veces. En todos sus intentos Bryan furiosamente enfrentaba a los llamados “Bourbon Demócratas”, quienes  representaban el clásico liberalismo Laissez-faire. Ellos habían sido el gran soporte de Grover Cleveland, al que llevaran a la presidencia en dos ocasiones. El grupo seguía apoyando a Cleveland para una candidatura más por un tercer partido, pero él tajantemente rechazaba la invitación. Sorpresivamente Bryan les arrebataba la nominación, para iniciar el declive del liberalismo entre los demócratas.

Los Bourbon eran el último bastión del Jeffersionismo pues representaban el capitalismo Laissez-Faire, incluyendo una recia oposición al proteccionismo, que los republicanos promovían. Luchaban agresivamente por una espartana disciplina fiscal. Apoyaban el desarrollo de grandes negocios, pero se oponían a subsidiarlos o protegerlos de la competencia. Se oponían a la expansión mundial de los EU. Eran apóstoles del patrón oro y de las monedas sólidas.

Y fue en aquellos momentos de la historia, cuando emergiera la gran confusión ideológica que nos inmoviliza hasta hoy día.

Al capturar Bryan la candidatura demócrata en 1900, los grandes capitales de Rockefeller, JP Morgan, Rothschild y Carnegie, se volcaban apoyando al candidato republicano, William McKinley, para elevarlo a la presidencia. A modo de seguro de protección, le imponían la candidatura de Teodoro Roosevelt para ocupar la vicepresidencia. McKinley sería asesinado en 1901, abriendo la avenida para quien luego bautizaran como Bully Boy. Teodoro Roosevelt asumía la presidencia y, sorpresivamente, como furioso remolino iniciaba un agresivo proceso calificado como verdaderamente progresista—ya en el significado moderno—atacando a quienes lo habían llevado a la vicepresidencia, los grandes capitales y sus Trusts.

El panorama político de EU se tornaba realmente confuso. Estaba reciente la última administración de Grover Cleveland, demócrata, considerado como el libertario más grande que haya ocupado la Presidencia. Sería remplazado por un republicano con ciertos tintes liberales, McKinley, quien hubiera vencido a un demócrata populista clásico, Bryan, llevando como compañero de fórmula a un republicano populista moderno, Teodoro Roosevelt.

A partir de 1904, los demócratas Bourbon iniciaban su desaparición. Wilson, quien fuera miembro del grupo, en 1912 negociaba un acuerdo con William Bryan, el gran enemigo de los Bourbon, para, con su soporte, lograr la candidatura a la presidencia. Wilson era elegido presidente y nombraba a Bryan Secretario de Estado y, renegando de todos los principios de los Bourbon, iniciaba la ruta que llevaría a los EU a consolidar el estado omnipotente y bélico, a costa de la libertad de los estadounidenses.

Wilson apoyaría el golpe de estado en Mexico en contra de Francisco I Madero.

Arribaría después FD Roosevelt, un socialista miembro de la realeza de Nueva York quien, aprovechando los errores del presidente Hoover, republicano proteccionista, iniciaba una agresiva segunda ronda de socialismo. Sería el encargado de clavar los últimos remaches al ataúd del liberalismo, para la emergencia de un nuevo partido Demócrata estatista, con tintes socialistas. Un partido Republicano de apariencia tan similar, que hasta la fecha muchos los confunden, y un pueblo estadounidense tan harto del menú, que ahora eligen a Donald Trump, una combinación de Teodoro Roosevelt, Herbert Hoover,  Woodrow Wilson y “el loco” Bucaram de Ecuador.

"Si pudiésemos correr el velo oscuro de la antigüedad [en lo referente al origen de los reyes, del Estado y los impuestos] y pudiéramos rastrearlos hasta sus orígenes, encontraríamos que el primero de ellos no fue más que el rufián principal de alguna banda desenfrenada; su salvaje modo de ser o su preeminencia en el engaño, le hicieron merecer el título de jefe entre canallas. Incrementando su poder y depredación, obligó a los pacíficos e indefensos a comprar su seguridad con frecuentes contribuciones." Thomas Paine.
 
Ricardo Valenzuela
chero@reflexioneslibertarias.com
@elchero 
  Frontera México Estadounidense

No hay comentarios:

Publicar un comentario