Se acaba el 2019, y se abre la incertidumbre acerca de si el próximo año seguirá Guaidó al frente de la presidencia de la AN, o si las fuerzas políticas ahí representadas deciden elegir un nuevo líder.
Bajo su liderazgo, la Asamblea Nacional, y la oposición en general avanzaron de manera significativa, especialmente en cuanto al reconocimiento de la comunidad internacional para enfrentar los designios tiránicos de Maduro y sus amos.
En entregas anteriores sugerimos la ratificación de Guaidó en la presidencia de la AN, en vista de que su liderazgo ha sido positivo, y para evitar pugnas en la oposición que pudieran frenar los avances obtenidos hasta el presente.
No obstante, ya comienza a observarse un estancamiento en los logros de la oposición, producto de que el paso del tiempo ha puesto en evidencia la imposibilidad de llevar a cabo la propuesta del cese de la usurpación; gobierno de transición, y elecciones libres (iniciativa Guaidó), por la inflexibilidad como se ha asumido.
Hoy existe frustración; desencanto y abandono, porque no se ha dicho la verdad acerca de la inviabilidad de la propuesta, y porque paralelamente la destrucción social y económica de las mayorías consigue un ritmo vertiginoso, en contraste con la excesiva lentitud de las decisiones políticas para conjurar la crisis.
Es al revés, necesitamos elecciones para promover los cambios, pero no ha habido valentía para asumir sin complejos la necesidad de negociar con el oficialismo para alcanzar ese objetivo. Al contrario, ha privado el interés del extremismo opositor bajo la premisa ridícula de que ¨con dictadores no se negocia¨. Con quién entonces si son ellos quienes tienen el control?
Según esta visión cerrada de la política no hubieran sido posibles procesos electorales controlados por los respectivos regímenes en Polonia con Jaruzelski, ganado por Walesa; en Chile con Pinochet, ganado por la Unidad Opositora; en Nicaragua con los Sandinistas, ganado por la Chamorro, y en Sudáfrica con De Clerk, ganado por Nelson Mandela.
Es decir, no hay posibilidad de que el régimen derrote a la oposición, a pesar del apoyo militar evidente, ni la posibilidad de que la oposición derrote al oficialismo, sin ninguna fuerza armada de su lado. Hay que olvidar ese escenario, y fajarse a negociar con el oficialismo para conquistar unas elecciones supervisadas internacionalmente que nos permitan demostrar que somos mayoría, pero para ello se necesitan tres cosas: Unidad de toda la oposición; votación masiva, y defensa del voto en todas y cada una de las mesas.
Desarrollemos la unidad total de la oposición sin exclusiones, y sentémonos a negociar con el régimen la celebración de elecciones, el cambio del CNE, y el REP; el voto de todos los venezolanos en el exterior, y de ser posible, la liberación de los presos políticos.
De lo contrario, va a ocurrir que los partidos minoritarios sigan negociando sus intereses con el régimen, y los acuerdos por ellos alcanzados sean desconocidos por la mayoría opositora representada en la AN, con lo cual el oficialismo tendrá la perfecta excusa para que sea el TSJ quien imponga el nuevo CNE alegando el ¨desacato¨ de la Asamblea Nacional, y nos guste o no, habrá elecciones parlamentarias únicamente en 2020.
No perdamos más tiempo, Guaidó tiene que asumir su liderazgo de verdad, y convencer a los partidos acerca de la urgencia de conjurar la crisis, y ello pasa por convocar a todos los sectores de la oposición, incluyendo al chavismo descontento y conformar una fuerza sólida que sea capaz de obligar al régimen a convocar elecciones libres y supervisadas.
La mayoría se demuestra en las mesas, con votación masiva y testigos en cada mesa; hagámoslo!
Román Ibarra
@romanibarra
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