Dentro de pocos días celebramos Nochebuena… y me
encuentro frente a una página en blanco, sin encontrar de qué escribir.Había reflexionado sobre el espíritu de la Navidad y
sentía que debía transmitir un mensaje positivo. Los lectores esperan en estos
días una señal, una luz en el túnel… unas frases que los ayuden a enfrentar la
dura realidad… que levante el ánimo para continuar la lucha.
Me parecía que, por las fechas, se imponía un poco de
esperanza. Para de alguna manera estimular el estado de ánimo tan decaído, que
se empeñaba en estrellarse contra el rostro y el corazón… percibo que nos rodea
una energía negativa, producto de la desesperación y de la ausencia de
esperanza.
Pero no podía escribir; mis dedos se negaban a
inventar argumentos que mi corazón no creyera. Se imponía escribir la verdad,
describir el dolor, la ausencia, la perdida… para entender la dimensión de lo
que enfrentamos… para intentar explicar esto y para poner los pies en la
tierra.
Una verdad que nos ayude a enfrentar la batalla, con
la visión exacta de los hechos… que nos permita acertar en las decisiones.
En estos días los discursos oficiales parasitan el
buen entendimiento. El venezolano se debate entre sus tradiciones y la rabia
contenida en sus corazones. Se sabe estafado, burlado, manipulado.
Se resiste a que le roben su espíritu navideño… lo han
despojado de tantas cosas, que hace una cuestión de honor, defender sus
sentimientos, sus recuerdos, sus rituales y los momentos felices con familiares
y amigos.
Una sarcástica declaración oficial, trajo a mi mente
al iluminado de Sabaneta, que arengaba a las masas con su grito de guerra
“tenemos Patria”, un invento publicitario para justificar lo que venía… que
perderíamos todo, como les pasó a los cubanos.
La “Patria” de Chávez la coronó Maduro, es la patria
con “P” minúscula, rojita… manchada de sangre inocente; una patria sin
servicios de luz y agua, sin medicinas, sin empresas que produzcan. Es también
la patria sin comida, sin tierras cultivadas, sin pollo, carne o café.
Sin justicia…sin papel higiénico. Es una patria que
sus militares traicionaron, que los que controlan el poder arruinaron y que le
robaron lo que producía.
Es la patria de chavistas, enchufados y boliburgueses
multimillonarios. Es la patria que el pueblo venezolano abandona caminando;
ante la hambruna, la desnutrición y las enfermedades.
La torpe y desventurada declaración, que estimuló mis
recuerdos, la daba Rangel Silva, tratando con nuevas mentiras de justificar,
que solo podía entregar a cada uno, un “pedacito de pernil”. Me pareció tan
representativo de la realidad… era lo que había dejado la revolución
bolivariana, un pedacito de patria.
Cuando un gobernador está ocupado cual dependiente de
pulpería, ejemplifica el país que tenemos. El país de Maduro, donde los
indicadores sobre la corrupción parecen no tener límites, donde un solo hombre
– Alejandro Andrade – puede obtener una comisión por un monto de más de mil
millones de dólares, imagínense el total negociado.
Entre Chávez y Maduro lograron que el país llegara al
puesto 169 del ranking de transparencia internacional.
Hoy se imponer decir la verdad sin anestesia, aunque
suene duro porque eso incluye también a gran parte de la población… protestando
por un pernil, cuando tiene al frente al destructor del país.
El gran crimen del régimen es más perverso, porque
además de robarse todo, se han dedicado a la trasformación del pueblo de
Venezuela. Buscan convertirnos en un país de vándalos; masas irracionales que
se incitan al saqueo de supermercados, de camiones de productos, de tiendas de
artefactos eléctricos.
Buscan acostumbrarnos a la ley de la selva, la del más
vivo, a la del típico chavista ladrón. Intentan desmoralizar al pueblo como
hicieron con los militares, cuando implantó el plan Bolívar 2000 al margen de
la Contraloría… una vez que se ensuciaron, quedaron comprometidos y bien
callados.
Un pueblo que se sienta a esperar, que la caigan las
cosas de arriba, es un pueblo educado para mendigar. Susceptible de ser
manipulado una y otra vez; sea por necesidad o por ignorancia.
Si no asimilamos lo que sucede como una triste
lección, seguiremos cometiendo los mismos errores. Este consejo es válido también
para los dirigentes políticos y empresariales; quienes o asumen riesgos
vivenciales para superar esta crisis, o sino prepárense para desaparecer.
Esto es lo que hay, nos queda un pedacito de patria…
ese pedacito es como una semilla, que encierra toda la potencialidad de un
árbol. Donde pueden florecer valores, principios, oportunidades,
emprendimiento, fe, esperanza, trabajo, salarios, educación, respeto, orden,
justicia…
Ese árbol puede dar frutos, venezolanos honestos y
emprendedores; empresarios que generen trabajo y riquezas; funcionarios al
servicio de su pueblo.
Tendrá la oportunidad de crecer y producir nuevas
semillas, si los que estamos aquí y ahora, lo cuidamos, habrá que regarlo y
protegerlo con el ejemplo, con honestidad y con coraje… Nadie dijo que será
fácil construir un nuevo bosque… con muchos árboles.
Muchos no han querido aceptar, que para que la planta
crezca, hay que arrancar la mala hierba que la rodea. Nacional y extrajera… a
la que el chavismo permitió invadir nuestros campos.
No podremos recoger maíz, en una tierra reseca llena
de ortigas. Estas malezas se confunden con buena simiente, se disimulan… hasta
es posible que la tengamos al lado nuestro.
Lo primero que tenemos que entender, es que salir de
esto es tarea de todos. Demasiado importante para dejarlo en manos de unos
pocos, que se han mostrado poco asertivos.
El pueblo, las universidades, los sindicatos, los
profesionales, los padres de familia, los gremios, todos debemos asumir un rol
protagónico en dos frentes, el nacional y el internacional. La iglesia como
institución, una de las pocas que despierta confianza, tiene una
responsabilidad histórica importante, probablemente convertirse en el factor de
unión nacional.
La claridad en las posiciones futuras, será crucial
para recuperar la confianza internacional. Los egos desmesurados, los intereses
partidistas o personales, aprenderán a unificar esfuerzos y a canalizar
acciones contundentes o serán ignorados… porque si no, solo quedará espacio
para la reacción incontrolada de las muchedumbres enardecidas.
Que se puede esperar como reacción ante un legado de
destrucción y corrupción. La ausencia de una política de Estado dirigida hacia
la solución de la crisis, no justifica la negligencia de acciones opositoras
lucidas.
Esto es lo que deseo en el 2019, el nacimiento de una
oposición integral, patriota, con estrategias pragmáticas adaptadas a la
realidad. Con proposiciones económicas, políticas y sociales, que nos saquen
del marasmo actual.
Un movimiento nacional, sincero, probo, capaz de hacer
alianzas internacionales, con los intereses de política internacional en juego.
Que llame a los de adentro y los de afuera, a los profesionales, a los expertos
y a los que están dispuestos a enfrentar las horas más difíciles… las horas
finales
Así la “esperanza” en el año 2019, tendrá posibilidad
de ser una realidad.
Nelson
Castellano-Hernandez
nelsoncastellano@hotmail.com
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