Durante
el siglo XIX y principios del siglo XX Venezuela estuvo a punto de desaparecer
como república y como Estado- Nación. Las guerras civiles, las enfermedades
endémicas, la deuda pública y los desmanes de caudillos militares la pusieron
muy cerca de ese límite indeseable. Hoy, más de un siglo después, el país se
encuentra en una situación similar. Su sistema político y económico no encarna
ni practica ningún principio republicano. Cada vez el Estado concentra de
manera discrecional más poder y cada vez dispensa menos seguridad y justicia.
La vida, la libertad y la propiedad, garantías fundamentales en todo orden
civilizado y que deben ser preservadas bajo el imperio de la Ley, están
cotidianamente vulneradas por aquellos que ejercen el poder político en nuestro
nombre.
Nuestra
historia reciente nos arroja una información valiosa. La reconstitución de
Venezuela como república viable se produce luego de la primera década del siglo
XX como consecuencia de los efectos positivos que generaron, no sólo
importantes cambios económicos, sino también cambios en sus arreglos
institucionales, los cuales gravitaron en torno a cuatro instituciones
fundamentales, a saber: La Hacienda Pública Nacional, el Sistema Monetario
Nacional, la Industria Petrolera Nacional y las Fuerzas Armadas Nacionales. Tal
cosa permitió que se constituyera un orden económico con características
ciertamente mercantilistas, pero suficientemente capitalista, que funcionó
evolutivamente bastante bien desde 1920 hasta 1977 aproximadamente. Es el
tiempo durante el cual, por ejemplo, muchos venezolanos y sus familias pasaron
de la vida depauperada en un conuco localizado en algún paraje rural, a vivir
luego como citadinos en un bloque del Banco Orero y de allí a un apartamento de
propiedad horizontal. Este proceso de ocupación económica del espacio nacional
permitió un sustancial mejoramiento de las condiciones de vida de la población
con un crecimiento sostenido de la participación por habitante en PIB que duró
casi 60 años.
Como
consecuencia directa de la estatización de la actividad petrolera ocurrida a
mediados de los años setenta del siglo pasado ( inicio de las tendencias
socialistas en la sociedad venezolana), se produce un cambio sustancial en los
arreglos institucionales del país, lo que ocasiona en adelante un fenómeno
económico inverso al ocurrido en las décadas precedentes. Aparece así lo que se
llama el Petro-Estado. De una tendencia al crecimiento continuo de una economía
de rendimientos crecientes con algunos baches de caída, se pasó a una tendencia
continua de rendimientos económicos decrecientes con ciertos períodos de
recuperación. De esta forma transcurrieron más de 20 años de decadencia
económica y política bajo los gobiernos estatistas y con inclinaciones
socialistas de AD y COPEI que hicieron retroceder ese orden capitalista
venezolano inicial a un peligroso punto de debilitamiento. En las postrimerías
de la centuria llegó al gobierno un demagogo poderoso y la revolución
bolivariana, virulentamente mucho más socialista que sus predecesores, se lanzó
sobre la yugular de la industria de los hidrocarburos, de la hacienda pública,
del sistema monetario y del estamento militar para consumar su actual y
pernicioso control hegemónico.
Para
rescatar a Venezuela hay que articular una oferta alternativa creíble y viable,
la cual no es otra que ofertar el desarrollo, en lo político e institucional,
de un sistema verdaderamente republicano con separación efectiva de los poderes
públicos, y en lo económico, la aplicación de un modelo que fomente el libre
mercado , la propiedad privada y el respeto a los contratos voluntarios entre
las personas como los más formidables instrumentos que ha creado la
civilización para alcanzar la prosperidad material mediante la generación
masiva de empleos productivos, bienes y servicios. En otras palabras, crear las
condiciones necesarias y suficientes para que se produzca una transición de una
economía socialista a una economía que sea básicamente capitalista, tal y como
lo sugiere en un reciente artículo el filósofo de las ideas y economista
venezolano Guillermo Rodríguez.
La
dirigencia opositora tradicional, luego de 20 años de fracasos como alternativa
de reemplazo al régimen chavista- madurista , insiste en continuar accionando
de la misma forma y alrededor de temas vinculados a la esfera de lo político
que poco o nada le interesan al grueso de la gente, al tiempo que sigue
proponiendo un catálogo de medidas que lucen poco articuladas, cuyo peor
defecto consiste en carecer de una visión conceptual y de conjunto que apunte
en la correcta dirección a la que se debe apuntar para producir los cambios que
puedan tener un real y positivo efecto sobre la vida de las personas .La
recuperación material, moral e institucional del país, la cual no es otra cosa
que detener el masivo empobrecimiento de la población que ha ocasionado el
socialismo del siglo XXI, sólo se puede lograr mediante un deliberado proceso
que eché las bases para una transición de Venezuela hacia el capitalismo
creando los consensos políticos y los incentivos económicos que sean necesarios
para tal propósito. No se trata de una aspiración ilusa. Basta con asomarse a
las experiencias desarrolladas en las naciones que conocieron el socialismo del
siglo XX o que padecieron los terribles efectos de políticas de índole similar
y que hoy, luego de reformas de mercado, abrazan en menor y mayor medida el
modelo de economía libre y de empresa privada con resultados exitosos. Ahí
están los ejemplos de Vietnam, China, Polonia, La República Checa, Nueva
Zelanda, Chile, Perú entre otras.
En
esta hora el país atraviesa por una severa crisis de orden sistémico. Cada día
es mayor la convicción del peligroso rumbo que han venido tomando las cosas. En
toda la nación la inseguridad nos asecha, los empleos productivos desaparecen,
las zonas industriales son pueblos fantasmas, la carencia de agua potable nos
quita calidad vida, los apagones hostigan a la ciudadanía, el acceso a una
salud y a una educación de calidad son mera ficción, la hiperinflación limpia
nuestros bolsillos, el bolívar ya no es dinero, nuestros jóvenes emigran y la
escasez se enseñorea. En general, una sensación de incertidumbre y desesperanza
se apodera de la gente. Este sombrío balance se produce luego de haber recibido
entre 1999 y 2014 los cuantiosos recursos fiscales que dispensó un prolongado
tiempo de altos precios internacionales en la cotización del barril de petróleo,
el cual, como vemos, ha llegado a su fin. Tal circunstancia debería generar una
seria reflexión acerca del origen y destino de una riqueza nuevamente
malgastada, tal y como lo confirman los resultados obtenidos durante períodos
semejantes de bonanza petrolera ocurridos previamente entre 1973 y 1982.
Rescatar
la república y generar las condiciones que hagan posible el tránsito de las
actuales formas de relaciones económicas socialistas a un capitalismo nacional
abierto al mundo, constituyen el factor de cohesión que necesita una sociedad
como la nuestra sometida a la erosiva acción de la fractura y el desarraigo. A
mi juicio los venezolanos de este tiempo debemos consumir nuestros esfuerzos en
la producción de las mejores ideas que hagan posible este propósito.
Ciertamente el destino de nuestra sociedad se ve ahora poco auspicioso. No
pareciera verse nada en el horizonte, ningún sector político luce confiable ni
transmite emoción alguna. Sin embargo no hay otra opción, tenemos la
oportunidad de cambiar nuestro futuro de forma pacífica y democrática. Sólo
basta tener el coraje cívico para intentarlo. Vida, libertad, propiedad,
prosperidad material, seguridad y justicia, son valores civilizatorios que
tienen en Venezuela millones de causahabientes.
Pedro
Elías Hernández
Pedro
Elías Hernández
@pedroeliashb
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