Desde
hace varias horas se percibe una campaña internacional, auspiciada y ejecutada
por poderosos medios de comunicación, dirigida a presentar a Juan Guaidó como
un usurpador de la Presidencia de la República, una suerte de Carmona II, con
la evidente intención de repetir los dolorosos acontecimientos del día 13 de
abril de 2002, que terminaron con la reposición en el poder de Hugo Chávez.
Esta
campaña, en países donde la opinión tiene peso suficiente como para determinar
la acción de sus gobiernos, debe ser desmontada antes de que logre sus
inconfesables propósitos; debe ser combatida con la verdad, con una explicación
sencilla, clara, digerible y de difusión masiva que exponga la realidad
constitucional en que se encontraba Venezuela el 10 de enero de 2019, y la
obligación ineludible del Presidente de la Asamblea Nacional (sea cual fuese su
nombre), de cubrir el vacío de poder provocado por la inexistencia de un
Presidente electo, derivado de un acto electoral ilegítimo, tanto por su
convocatoria como por su ejecución.
Por
una de esas jugarretas que el destino suele hacerles a los pueblos y a los
hombres, un joven político, ayuno de la experiencia necesaria, se encontró un
día con la inmensa obligación constitucional de conducir a su pueblo de regreso
a la libertad. El artículo 233 de la Constitución Nacional vigente, en su segundo
párrafo, le impuso la obligación de encargarse de la Primera Magistratura de su
País; es evidente que la inmensidad de los deberes a cumplir lo hizo dudar, al
punto que en vez de juramentarse el día 10 para evitar la vacancia
presidencial, prefirió hacerlo trece días después, una vez comprobado el
inmenso apoyo popular a su mandato.
Lo
sucedido el 23 de enero de 2019, deberá ser estudiado con detalle por
sociólogos, políticos e historiadores. En el humilde criterio de quien esto
escribe, lo más importante de esa fecha histórica fue la demostración de valor,
intrepidez y madurez política del pueblo venezolano. El hombre común, esos que
llamamos venezolanos de a pie, percibió la importancia y cumplió con su deber
de grano en el granero de la libertad; captó que estaba solo, engañado muchas
veces por políticos despreciables; lo movió el hambre y la mengua, pero también
la necesidad de rescatar su autoestima, de ratificar con hechos concretos que
no había perdido la fe ni el orgullo de haber nacido en tierra de libertadores.
Nunca
en la historia de este País o de otro de América, un hombre juró cumplir los
deberes que le imponen la Constitución y la Ley, con la legitimidad con que lo
hizo nuestro recién estrenado
Presidente. Lo percibo así, porque desde hace más de un siglo se acostumbra que
los presidentes de la República asuman sus funciones ante la Asamblea de
representantes del pueblo; esta vez no sucedió así. Haciéndonos recordar los
albores de la democracia, de ese sistema político que prevaleció en Atenas
durante el siglo V y que resumió Pericles en su inmortal Oración Fúnebre,
Guaidó juró ante la gente misma reunida en inmensa Asamblea. No exagero cuando
digo que fueron mares de gente en Caracas, Maracaibo, Barquisimeto, Valencia y
demás ciudades y pueblos de nuestra geografía.
Además,
hay un hecho humano que vale la pena resaltar: concluido el juramento, miles
estallaron en llanto. Esas lágrimas que corrían por las mejillas de mujeres de
diversa edad y de hombres recios, fue una explosión de sentimientos
encontrados: la fusión de las tristezas pasadas con la ilusión de un futuro
mejor; el recuerdo de los emigrantes y de los que no volverán jamás porque
entregaron sus vidas a la noble causa de la libertad; la vívida angustia que
producen la mentira, el engaño, la traición, que renovaron la vigencia del
criterio de El Libertador de que “se nos ha dominado más por el engaño que por
la fuerza”.
Hoy,
24 de enero de 2019, Venezuela tiene un Presidente provisional dotado de la más
completa legitimidad, no solamente porque lo hace con apego a los artículos 233
y 236 de la Constitución Nacional, sino porque juró cumplir sus deberes, por
exigencia expresa de un pueblo que ve en él un instrumento de la libertad.
Dulce
María Tosta R.
@DulceMTostaR
turmero_2009@hotmail.com
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