El
Gobierno Provisorio de 1958 constituye un precedente significativo de alto
valor político que debe ser apreciado en esta hora de cambios esenciales que la
nación mayoritariamente demanda, que la Comunidad Internacional respalda, que
la historia exige ante la necesidad de rescatar la República y la democracia.
Un
gobierno de unidad nacional se hace indispensable, así se asumió en el pasado
como forma de entendimiento, compromiso e integración política para afirmar la
democracia -y más ahora- ante la tarea de lograr una profunda reconstrucción
nacional en condiciones mucho más difíciles que entonces.
La
defensa de la constitucionalidad y el derecho a gobernar a fin de alcanzar la
viabilidad política del país, fue uno de los elementos principales del Gobierno
Provisorio, asimilando la experiencia de las divisiones y ambiciones que
comprometieron al incipiente proceso democrático.
Se
restableció la legalidad de la democracia, “mantener el orden jurídico
vigente”, “con suma discreción, de sus facultades legislativas”, en contraste
con el autoritarismo dictatorial, ello sin omitir medidas que permitieron
resarcir los daños y perjuicios a la nación en virtud de los graves delitos
cometidos por el régimen. Se creó un Estado Democrático de Derecho que condujo:
“en el más breve lapso” a un: “proceso electoral libérrimo” según René De Sola.
En
este momento, el retorno a la institucionalidad se hace indispensable en virtud
del deterioro y de-sarticulación del Estado, la pérdida de separación,
autonomía e independencia de los poderes, la falta de reconocidos y efectivos
contrapesos democráticos.
La
defensa de la democracia; el respeto a las libertades y derechos; el
aseguramiento de personas y bienes; la normalización de las relaciones
internacionales; el rechazo moral a: “la herencia recibida…: adulación,
represión y corrupción”, como dijo Numa Quevedo, es parte de los objetivos de
la transición para bien de Venezuela.
José
Félix Díaz Bermúdez
@articulistasred
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