El título de este artículo proviene de la serie, americana. de ciencia ficción con toques de humor: Braindead. En ella, una invasión de insectos, parásitos alienígenas, devoran los cerebros de los principales dirigentes políticos americanos, y a consecuencia de ello, sobreviene la somalización del país. La trama de la serie televisiva está ambientada en la etapa final de la era Obama, cuando Hillary Clinton y Donald Trump ya estaban trenzados en la campaña electoral.
Los marcianos de esta serie son unos bichejos pequeñitos, verdes y con cara de calavera, pero con gran cerebro, llegan a la Tierra en unos genuinos y auténticos Platillos Voladores. Su propósito no es claro. Existen tres tesis dentro de la Casa Blanca. “La científica dice que son tecnológicamente más avanzados, ergo deben ser pacíficos, y las dos posturas militares, la del ataque preventivo caiga quien caiga, y la de mostrar precaución ante la situación”.
La protagonista, de Braindead, Laurel Healey, vuelve a Washington para ayudar a su hermano, el senador demócrata Danny Pino, en las negociaciones con los republicanos para la reapertura de la Administración. Al poco tiempo de su llegada, Laurel descubre la conspiración de insectos que se ha instalado dentro de las cabezas de personajes claves, tanto del partido demócrata como del republicano, quienes se enzarzan en absurdas discusiones sobre el control del gasto público, la subida de impuestos a los ricos, el problema de las armas, el uso partidista del terrorismo, el aborto, entre otros.
El control cerebral ejercido por los alienígenas retroalimenta la espiral de odio entre ambos bandos, recreándose en las diferencias y sumergiéndose en un bucle sin fin. Problemas de oído; falta de equilibrio; renuncia a practicar sexo; prescindir de bebidas alcohólicas o dedicarse indefinidamente a escuchar la canción You Might Think, son algunos de los síntomas que permiten la identificación de los poseídos. Mi tía Filotea que no se perdió ninguno de sus 13 capítulos, dice: en Braindead, vemos a políticos y militantes radicalizándose cada vez más en sus respectivas posturas y disfrutando más del enfrentamiento en sí, que de solucionar los problemas de los ciudadanos.
Mi apreciada pariente teoriza sobre que el extraño comportamiento de los políticos es motivado por un raro espécimen animal que penetra en sus cabezas y señala que son una especie de pulgones que dañan el organismo de cualquier ser vivo, arrasan con todo lo bueno y en ocasiones terminan hasta con la vida de quienes tuvieron la desgracia de padecerlos. Los infectados suelen ser dañinos y peligrosos para la sociedad, no importando si tienen trabajo o que hayan culminado una carrera profesional, ya que, su ambición es insaciable y se roban hasta el bienestar social del pueblo.
Dice mi tía que estos pulgones se alimentan de seres vivos, ambiciones y corrupciones sin faltar su voracidad para acabar con áreas históricas y verdes. Cuenta que existen diferentes tipos de pulgones que chupan la sangre a sus víctimas por toda su existencia y son conocidos como parásitos permanentes que se caracterizan por habitar en un organismo durante toda su vida, exceptuando aquellos momentos que pasan de un huésped a otro, comúnmente conocidos como: salto de talanquera.
Estos animalitos y animalotes, van desde organismos unicelulares llamados protozoarios, hasta gusanos, que pueden observarse a simple vista”, expresa mi tía Filotea, quien recuerda a un chivudo que calificaba a otros animales opositores como gusanos. En la flora también se encuentran parásitos temporales que buscan al huésped enquistado en el poder con el fin de alimentarse de él. Una vez llevada a cabo esta acción, lo abandonan y montan tienda aparte con otros insectos.
Desde tiempos prehistóricos, siempre ha sido difícil acabar con esta clase de insectos. A muchos de ellos no los detecta ni el más sofisticado microscopio electrónico. En los tiempos que corren se les puede encontrar en lujosas calles, yates, aviones, hoteles, paraísos fiscales, supermercados, restaurantes o en diversos eventos. Esta clase de plaga es como la langosta que llega y devora lo que está a su paso, es una cepa resistente a los cambios de temperatura y hasta de administraciones.
Estos pulgones que invaden el cerebro de la clase dirigencial, se refugian cómodamente en los nidos del poder. Esta clase de chinches son más numerosos que una colmena de abejas africanas y, aunque ellos juran hacer todo por el bien de la gente, lo cierto es que no le aportan nada bueno al pueblo, más bien se sirven de él. Permanecen amodorrados por largos periodos y solo se mueven o despiertan enfurecidos cuando ven invadidos sus territorios o cuando es trastocado su bienestar y sus bolsillos. Son parecidos a los cacuros de “papo viejo”, ni pican ni echan miel.
Noel Álvarez
@alvareznv
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