Chuchill, aristócrata ingles, llegado el día de unir a todos los desesperanzados sectores del país, en especial a las clases medias y obreras para resistir y derrocar al fascismo nazi, tuvo el coraje y la fuerza moral para desobedecer a los más altos rangos de su propio partido.
Es el subtítulo de Churchill y Orwell, importante libro de Thomas E. Ricks (Península/Planeta, 2017), un manual para el ciudadano que pretenda ejercer cualquier dirigencia política, profesores y alumnos de las ciencias conectadas al moderno politicismo, a cada miembro de una sociedad como la actual venezolana con necesidad urgente de orientación en la correcta y eficaz reconstrucción democrática por venir.
Lo único positivo que dejó la revolución castrochavista es una profunda convicción: la política atañe a la nación entera sin pretextos para evadir esa responsabilidad. La comparación entre dos personas tan distintas pero similares en su lucha libertaria descrita en este delicioso texto merece varias reseñas. Pero ante el 1 de mayo de 2019, con dos millones y medio de empleados públicos esclavizados, vale destacar solo tres de sus temas.
¿Cómo se combate la estrategia totalitaria del ‘apaciguamiento’ social practicada por los oficialistas y sus presuntos opositores que en los momentos del border line, el posible logro de la libertad, ambos se dedican sistemáticamente a torpedear ese duro esfuerzo?
La importancia de un liderazgo desprovisto de resentimientos, capaz de tragar amargo sus previas teorías, prejuicios, daños y errores tácticos.
Admitir que solos no se puede triunfar.
Chuchill, aristócrata ingles, ficha militar casi novelesca del imperio británico, llegado el día de unir a todos los desesperanzados sectores del país, en especial a las clases medias y obreras para resistir y derrocar al fascismo nazi, tuvo el coraje y la fuerza moral para desobedecer a los más altos rangos de su propio partido, corrupta burocracia militar y civil ‘apaciguadora’ y entreguista que firmó pactos de paz y cedió algunos de sus territorios al Führer. A punto de sucumbir ante los bombardeos hitlerianos sobre la propia isla, esa élite le seguía odiando a Winston antes humillado, ahora indispensable, con ansias secretas de que desapareciera del todo luego de la guerra. Capítulos alucinantes de un fenómeno que hoy se copia peligrosamente en demasiados países de este hemisferio. Con una diferencia. La oligarquía envidiosa y delictiva que así se comporta tiene sus comandos en una delictiva mafia transnacional y en la Rusia neosovietista con oficina sucursal en La Habana, unidas para someter a todas las Américas desde la rica heredera Venezuela.
¿Cómo se puede vencer a una fuerza militarista adoctrinada para beneficio exclusivo de su jefatura que se adorna con medallas ganadas en traición a la patria desde el narcotráfico y la entrega de sus reservas naturales ‘apaciguando’ a la población con hambruna, pestes, ejecuciones y masacres?
Siguiendo el ejemplo que Churchill dio. Cuando casi toda Europa sucumbía bajo la bota nazi comprendió que aún disponiendo de una potente fuerza aérea, Inglaterra sola y desde su oratoria motivadora, no podía triunfar sobre tamaño poder invasivo. Tragó hiel y desafiando incluso a los ‘pacifistas’ de EEUU que se resistían a colaborar de facto, luego de muchas llamadas telefónicas al presidente Roosevelt, lo convenció de que su acción masiva en esa lucha no era un favor sino la definitiva salvación libertaria de ambos continentes.
En Venezuela, sus países vecinos fronterizos y regionales se repite la historia. Llega el chance decisivo de una lucha global que George Orwell tituló Rebelión en la granja (1945). Mañana será tarde pues en cada totalitarismo a los desalmados ‘más iguales que otros’ se les derrota con intervenciones armadas. Y si no está asegurada hoy por el imperio al que corresponde, garante de las independencias nacionales, que la dura verdad vaya por delante pues una repetida consigna piadosa sin desenlace a la vista, puede provocar en el pueblo receptor más víctimas físicas y mentales que cualquier batalla.
Bolívar y Miranda pidieron y aceptaron apoyos foráneos de toda índole. El presidente Juan Guaidó va bien y llegará del todo si se aplica al justo momento pues como sugirió en sus trabajos periodísticos, reporteriles de guerra y literarios, el famoso polaco Ricardo Kapuscinski, todas las libertades locales tienen al fondo un bélico juego de tronos imperiales que se turnan. Cuestión de elegir a tiempo. En criollo, lo que es igual no es trampa.
Alicia Freilich
@aliciafreilich
alifrei@hotmail.com
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