¿Será naive (ingenuo) pedir la reconstrucción de los partidos históricos -y menos históricos- en medio de las terribles circunstancias que se viven?
Que regresen los partidos doctrinarios, los que sustentaban su acción en un hilo conductor histórico, en sus familias ideológicas, en sus disputas intelectuales, y sus terrenales combates electorales que tanto bien le hicieron a la democracia venezolana. Que se levanten de sus santuarios, que desempolven los años perdidos, y vuelvan a rezongar orgullosos su estirpe democrática, y su vinculación con las ideas que les animaron desde su fundación, cuando el país era un estropajo autoritario, como lo es ahora.
Porque, a pesar de los pesares -sobre todo para quienes le hundieron una puñalada artera resguardados en sus instituciones- este fue un país digno en el manejo de la democracia y sus riesgos, que incorporó el torrente de las grandes mayorías que anhelaban progresar en libertad. Gracias al chantaje oficialista se ha instalado la leyenda sombría de la llamada IV República, un oscuro agujero que condensaría todos nuestros males republicanos. Así, muchos de los ya adultos jóvenes dirigentes de la oposición democrática, hablan como si la historia del país hubiese comenzado con el líder fundador del socialismo del siglo XXI. Lo anterior parece contaminar.
Es un craso error tratar de esconder el pasado bajo la alfombra nueva. No se trata de andar promocionando folletos de arqueología política, ni de sacar a los santos civiles en procesión cada cierto tiempo; pero sí recordar que Venezuela fue un ejemplo de convivencia democrática en la región, no porque fuera perfecta, sino más bien, porque a pesar de sus defectos y sus feas carencias, resolvía sus conflictos democráticamente. Trastabillaba, es cierto, pero hacia delante. Hasta que llegó el comandante y mandó a parar.
Todo lo que dices ha sido dicho, algo así argumentaron los Beatles. Parte importante de la reconstrucción del país deberá pasar por el fortalecimiento de los partidos políticos. En el caso de los históricos, reconectarlos con sus raíces doctrinales, con su esencia y recobrar sus grandes aportes a la lucha por la democracia. (En ese sentido es muy auspicioso el nombramiento de Mercedes Malavé como Presidente Provisional de Copei).
A los más novel, que se pongan a buen resguardo de la tentación caudillista, del inmediatismo, y que miren por el retrovisor de tanto en tanto, a ver si por suerte llevan sentado un santo protector de la IV en el asiento trasero.
¿Será naive pedir la reconstrucción de los partidos históricos -y menos históricos- en medio de las terribles circunstancias que se viven? Hubo un tiempo en que portar los colores, las franelas, los símbolos de una agrupación política, era motivo de orgullo, de cierta satisfacción con uno mismo. Militar en un partido era una revalidación democrática y ciudadana. Hasta que la antipolítica encontró el socio ideal que tanto había buscado. Y miren ustedes donde terminamos.
Sí, en esta columna echamos mucho de menos aquellas fiestas democráticas y partidistas, con todo y sus trompadas estatutarias. Perdonen la nostalgia, pero ojala que regresen…
Jean Maninat
@jeanmaninat
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