El socialismo en sentido amplio se establece tras la ruptura política de 1945 en Venezuela. De ahí en adelante, todo sería una versión de socialismo.
Las ridículas discusiones sobre un perdido legado de Chávez en Venezuela son tan ajenas a la realidad como las pretensiones de políticos e intelectuales empeñados en negar que el socialismo de ayer y hoy ocasionara la miseria en que vivimos. De hecho, la inconmensurable destrucción material y moral en que hundió al país el socialismo revolucionario, dejó junto a la destrucción de ya más de dos tercios de la economía, escasez, hiperinflación, metástasis de corrupción, entrega de la soberanía a una mísera agencia subimperial, y de buena parte del territorio al eje transnacional de crimen organizado, terrorismo y marxismo, la reaparición de enfermedades endémicas como la malaria.
Ese y no otro es el legado de Chávez, como el chavismo fue el legado del socialismo democrático que le precedió. Lo que vivimos en Venezuela es el paradójico e inesperado resultado final de las ideas de la generación del 1928, esa que en 1945 tomó al poder y rompió con el viejo populismo introduciendo uno nuevo. Hoy, en consecuencia, sufrimos sus efectos a largo plazo. Es paradójico pues con aspiraciones democráticas esa socialdemocracia creó condiciones para un totalitarismo. También es inesperado, porque los socialistas nunca esperan lo único que su ideología produce siempre: miseria y muerte.
El antiguo populismo hispanoamericano del siglo XIX partía de la tradición mercantilista asumiendo una inevitable modernidad con el comercio internacional. En paz, aquello apenas podía crear más riqueza de la que consumía. Y la paz fue poco frecuente entonces en Hispanoamérica. Pero en otras regiones, surge y se expande entonces un capitalismo industrial que logró un crecimiento inusitado de población y nivel de vida. Así creció la demanda global de materias primas y productos agrícolas diversos. Aquella globalización capitalista creó nuevas tecnologías de transporte y refrigeración. También extendió la idea del libre comercio. De finales del siglo XIX a principios del XX, todos los estados de Hispanoamérica –pese a nuestra tradición mercantilista– pasaran de paupérrimos a pobres. Y alguno –Argentina– estuvo al borde de desarrollarse entonces.
En Venezuela, a principios del siglo XX, Juan Vicente Gómez (último caudillo tradicional y primer dictador moderno) estableció un Estado moderno. Su paz dictatorial permitió el crecimiento económico. Atrajo inversiones para la explotación petrolera que en poco tiempo sería dominante del sector externo y principal de la economía. Con esa renta de un petróleo propiedad del Estado, Venezuela tuvo un Estado relativamente rico ante una sociedad relativamente pobre.
Guillermo Rodríguez G.
@grgdesdevzla
Fuente: PanAmPost
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