martes, 30 de abril de 2019

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, A MENOS DE UN EMBARAZO DE LA LIBERTAD

Todas las cifras, las proyecciones múltiples y las reflexiones certeras cuadran perfectamente. No hace falta descuartizar los oráculos, lanzar cartas agoreras a un mesón o increpar a algún vidente para buscar una respuesta satisfactoria. Estamos muy cerca de las decisiones justas para empezar el tortuoso camino para restablecer aquel país perdido en la memoria.

Se ha levantado una polvareda de dudas con los últimos anuncios. En ningún caso son proclamas insípidas o una perorata más para avivar la ilusión. Resulta evidente que la idea en este momento no es repetir sin respiro que el mandado está hecho. Todavía resta una serie de acontecimiento por sortear para lograr el cometido supremo de una nación con la cabeza bien amueblada.

Pero todo concuerda. No me hace falta utilizar el escalímetro escolar para medir las intenciones y los planes futuros. Guaidó ha anunciado sin reservarse las emociones del momento, que las elecciones presidenciales se efectuarán entre siete y nueve meses. El parámetro se ajusta al final de año que señaló el almirante norteamericano y cabeza del Comando Sur.

Muchos cambiaron las intenciones y creyeron que estos comicios se efectuarían con un propósito desatinado y fragoroso, involucrando a quienes actualmente usurpan el poder. Si entendemos con claridad la bitácora propuesta desde principios de año por el presidente interino, antes deben ocurrir otros hechos, principalmente el cese de la usurpación.

Los motivos sobran para impulsar medidas extremas. En eso concuerdo con los impetuosos del teclado y quienes se atrincheran en las redes sociales. Pero, sin lugar a duda, la intervención militar deja resabios dolorosos, heridas indelebles y unas secuelas tan complicadas que puede revestir procesos hasta enigmáticos.

Por eso no se ejecuta a las volanderas como primera opción. Antes se manejan las otras alternativas como medidas precisas para atosigar a la válvula de presión. Lo fundamental es que, de no alcanzarse la dimisión del tirano, se recurriría a la fuerza militar extranjera. Está programada al final del manifiesto libertario y en letras góticas. Prevista para finales de año y con el empecinamiento de ser el último propósito.

Antes del ajusticiamiento castrense en el país, desbordarán las sanciones a los malandrines de Miraflores y su entorno, las declaraciones amedrentadoras, las disposiciones sulfúricas y las justificaciones para arremeter contra la dictadura de forma bélica. El mismo senador Marco Rubio señaló recientemente que Maduro debe rendir cuentas por la detención arbitraria de ciudadanos norteamericanos, como lo ha hecho con los empleados de la empresa Citgo, a quienes catalogó de rehenes.

Cada movimiento del mandato ilegal de Maduro será medido en detalle. Las sanciones continúan. Esta vez cayeron contra la diplomacia inescrupulosa del régimen. El canciller Jorge Arreaza podrá olvidarse de sus bienes en el país de Mickey. La misma dosis recibió la jueza Carol Padilla, quien tiene sobre sus espaldas, el dictar privativa de libertad contra Roberto Marrero y Juan Requesens.

Observamos con ojos propios que vamos por el camino correcto. La dictadura no va a ser absuelta de sus culpas. Será sometida a los buenos oficios de la justicia. Lo sabe Maduro y su camarilla de indecentes. Tan caldeadas están las emociones y los nervios de puntas, que el propio gobernante usurpador le alzó la voz a una educadora que le solicitó un aumento salarial en plena transmisión televisiva.

Reitero mi posición entusiasta sobre los sucesos venideros. Guaidó nos ha adelantado que los próximos días serán claves para el futuro del país. Se hablan de elecciones libres. Esa frase en contundentes. Olvidemos las barandas inquietantes de espera del CNE, así como de los resultados fantasiosos, trastornados y sin conciencia.

Rescataremos la democracia. Debemos bajar los niveles pesimistas. No se puede desbarrancar a una tiranía a sombrerazos. Han sido años de inexactitudes y está vez no nos han tendido otra trampa. Hoy el horizonte no está manchado de rojo, sino se avizora una bandera tricolor de esperanzas. 

José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571

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