En la modernidad, entendida como un periodo histórico caracterizado por un conjunto de ideas y cambios profundos en la sociedad, las políticas educativas han de poner especial atención a las denominadas competencias socioemocionales que le permiten al individuo afrontar con éxito su adaptabilidad a nuevas opciones; siendo por tanto de vital importancia que sean incorporadas como estrategias fundamentales en planes de inclusión social y laboral; bajo el principio que el desarrollo y fortalecimiento de esas competencias mejora, entre otros aspectos, el desempeño laboral (requisito básico para luchar contra la pobreza) habida cuenta del efecto positivo que tienen sobre la habilidad, la destreza y la conducta. Al propio tiempo, dichas competencias han de estar insertadas en un escenario de saberes a la luz de: Saber (conocimiento cognitivo), Saber Hacer (conocimientos aplicados o capacidades), y Saber Ser (comportamientos y conductas relacionados con la aplicación de los conocimientos); todos los cuales emanan de cuatro contextos diferentes, pero íntimamente vinculados: Educativo (formación integral de las personas); Formativo (fortalecimiento de las competencias profesionales); Productivo-Laboral (fortalecimiento de las conductas funcionales) y el de Relaciones Sociales (fortalecimiento de las habilidades necesarias para vivir con calidad).
Los cambios impulsados por la economía global (integración más estrecha de las economías del mundo), exige el desarrollo de nuevas destrezas acordes con la realidad productiva y competitiva en una obvia conexión entre la formación y el trabajo, que igualmente ha de estar sintonizada con el cambio global mediante la creación de oportunidades que faciliten una empleabilidad real con visión de presente y futuro, cuyas características han de ser “informadas” al modelo educativo para ser enseñadas en pro de inducir que los ciudadanos se puedan adaptar a un mundo cambiante, competitivo y globalizado; al tiempo de diseñar curricularmente iniciativas académicas innovadoras que respondan tanto a la realidad actual como para un ¡mundo en permanente construcción!.
De igual modo, la modernidad ha impulsado modificaciones en el sector educativo desde un enfoque orientado a la transferencia de información y conocimiento, que luego se enfocó en el desarrollo de competencias, y más recientemente hacia el desarrollo de las habilidades genéricas que hace referencia a los conocimientos, habilidades, hábitos, actitudes y emociones que faciliten en el individuo ser exitosos en la vida, cara al ámbito de trabajo que privará en los tiempos por venir donde se requerirán menos actividades mecánicas y automáticas, y en su lugar más actividades creativas en un escenario tal como el que sostuvo el Ministro de Educación de Argentina durante el Foro Económico Mundial 2017: “Un niño hoy puede esperar cambiar de trabajo al menos siete veces en el transcurso de su vida y cinco de esos trabajos aun no existen”.
Las habilidades genéricas, también denominadas blandas o transversales, son parte integrante de una amplia serie de competencias que van desde las no vinculadas con lo cognitivo (perteneciente o relacionado con el conocimiento) hasta las que exigen competencias poco comunes. En tal sentido, ciertos estudios de instituciones especializadas coinciden en clasificar cuatro categorías de habilidades sobre las cuales se debe enfatizar:
I.- Habilidades para el presente siglo (para aprender a innovar):
Creatividad, pensamiento crítico, solución de problemas, comunicación, colaboración, razonamiento cuantitativo, pensamiento lógico, y metacognición (capacidad de autorregular los procesos de aprendizaje, comprender y predecir nuestra propia conducta).
II.- Habilidades para la vida personal y la vida profesional:
A.- Sociales: Empatía, toma de decisiones, productividad y ética, liderazgo y responsabilidad.
B.- Consciencia de sí mismo: Identificar emociones, auto-percepción, reconocimiento de fortalezas, seguridad en sí mismo, autoeficacia, actividades del cuerpo y la mente.
C.- Autorregulación: Control de impulsos, manejo del estrés, auto-disciplina, motivación, establecer metas, organización.
D.- Consciencia de los demás: Toma de perspectivas, valoración y aceptación de la diversidad, respeto por los demás.
E.- Capacidad para relacionarse: Comunicación, compromiso social, trabajo en equipo.
F.- Toma de decisiones: Identificación y solución de problemas, análisis de situaciones, reflexión, responsabilidad ética.
III.- Habilidades de información, tecnología y medios:
Competencia informática, competencia mediática, competencias tecnológicas de la información.
IV.- Pensamiento, valores y actitudes éticas:
Valores, ética, pensamiento moral, responsabilidad social.
Reflexión final: Las categorías precedentes, así como el marco de referencias expuesto por el fundador de International Space University (antes citadas), relacionado con aquellos otros elementos que igualmente deben, en conjunto, ser cultivados en los ciudadanos; las asumimos como válidas y necesarias para el caso venezolano con el fin de procurar la participación ciudadana en la reconstrucción de una Venezuela incorporada a la modernidad (luego del cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres), como consecuencia de su perseverancia (firmeza y constancia en la manera de ser y obrar), autoestima (consideración que uno tiene de sí mismo), sensibilidad (actitud de la persona sociable), pasión (tener una misión en la vida) y curiosidad (deseo de saber o averiguar una cosa).
La evidente necesidad de refundar a Venezuela, luego de la destrucción causada por el régimen chavista-madurista-militares en los últimos veinte años, será solo posible si la educación ocupa un lugar de importancia en el Plan País, bajo la premisa que ¡si no educamos para el futuro, no estamos educando! al tiempo de obstaculizar una reconstrucción en el marco de la modernidad.
Jesús Alexis González
@jesusalexis_gon
No hay comentarios:
Publicar un comentario