La libertad de un país encadenado a un sistema oprobioso, no se destraba con sueños apacibles. No es un hallazgo mental ni una conjetura por atragantarme de emociones. Las mafias del poder tienen sus aviones de príncipes, sus alcobas señoriales, sus entuertos medidos y sus ganas inmensas de continuar traficando con la paz de un pueblo.
Se requiere más que un paraíso discursivo o una mera premisa para alcanzar la meta hartamente señalada. Los abusos dejaron de camuflarse para volverse evidente en el mundo entero. El mercado de almas perturba a todos, pues el hambre descalabra al vecino y no está en un continente lejano como el africano.
Por eso desmerito sobremanera la afirmación de un colega, quien a través de un tuit descomunal, aseguraba más con una erudición de baja monta que con una convicción verdadera, que “la comunidad internacional impondrá a Venezuela unas elecciones vigiladas, pero con la participación del chavismo. Hay que unirse para ganarlas”.
Es tan mala, vulnerable y rudimentaria esa hipótesis desafiante, que echaría al trasto la visión de transición defendida por Guaidó casi con sangre. Es apoyar a la usurpación y a sus sufragios de fantasía. Sobre todo, no veo al veterano periodista con oráculos entrañables y precisos, ni tan poco oigo ecos dispersos en el mundo que concilien en ese postulado.
Lo que sí empuño como un paso hacia adelante es la aprobación de un proyecto de ley para enfrentar nuestra enervante crisis, cuyo propósito real es restaurar la democracia en el país. Tal propuesta -considerada como la legislación más severa y amplia hasta la fecha en torno a nuestra realidad-, fue admitida por el comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos.
El mencionado estamento tiene por nombre: Ley de Ayuda de Emergencia, Asistencia para la Democracia y Desarrollo de Venezuela (VERDAD). El proyecto, apuntalado por senadores demócratas y republicanos, muestra un camino providencial de que no existe en el congreso norteamericano, rebatiñas entre partidos ni vacilaciones perdidas, sobre la necesidad de devolverle la capacidad democrática a la nación con mayores reservas petroleras del planeta.
Marco Rubio fue uno de los precursores de esta idea genial. “Es un esfuerzo significativo por parte de EEUU” -dijo sin dispersar su foco sobre la restauración del estado de derecho y el orden democrático-, “acompañado de nuestros aliados regionales y de la comunidad internacional”.
El senador demócrata Bob Méndez, otro de los artífices de esta cruzada, no tuvo empachos para referirla como un paso trascendental para apoyar a los venezolanos, en el oscuro y difícil capítulo de lucha por recuperar al país del régimen de Nicolás Maduro y restaurar un proceso democrático.
El loable y oportuno proyecto VERDAD establece, no solo 400 millones de dólares en ayuda humanitaria, revocar visas a diestra y siniestra, sancionar el endeudamiento indebido de Maduro y el comercio de oro, sino reconoce los esfuerzos del presidente Guaidó para acelerar la planificación, con instituciones financieras internacionales, en la reconstrucción de Venezuela posterior a la salida del tirano.
Ningún país mojaría tanto sus barbas y mucho menos uno tan poderoso como el yanqui, si no tuviese planes reales y rigurosos para desquebrajar las barreras de la dictadura venezolana.
El cese de la usurpación es una meta irremplazable. Nada ni nadie nos puede imponer a la usanza de los últimos comicios, un proceso electoral viciado y con el mismo esquema turbulento. Hoy se cuenta con más cartas para ganar la partida. El sendero está lleno de obstáculos inadecuados, con zancadillas terribles y con el estruendo de risotadas de unos forajidos sin una pizca de humanidad, que no quieren desenroscarse del poder. Pero la lucha tiene una perspectiva medida y clara.
Mientras Maduro aprueba recursos para la activación del proyecto de creación de una línea de producción de la ametralladora Caribe, calibre 9.19 mm, y un país entero padece de una hambruna incomparable por tener todos los estándares de producción alimenticia paralizados, existe otro proyecto en marcha en el senado norteamericano para cambiarle la cara a la calamidad.
Hace seis años escribí en redes sociales una frase a las volandas, que hoy tiene más vigencia: “al superar con fe, la tormenta más aciaga y llena de truenos, siempre florece un arcoíris en forma de sonrisa, como premio de Dios”. Nunca mi cursilería sin remedio ha sido más oportuna.
José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
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