Maduro, como coloquialmente es llamado, puede ser acusado de mil cosas, pero no podrán achacarle haya bajado la guardia en su interpretación presidencial, deseo sepa estimado lector no es una opinión sino una descripción de hechos. Basta apreciar sus innumerables alocuciones, son variopintas en tonalidades, pero jamás se ha amilanado; da órdenes, pronóstica a futuro, amenaza, convoca y desconvoca a su real placer a todas las instituciones del Estado, trata de proyectar a nivel mundial solidez en su gestión.
Por otro lado, Juan Guaidó hace lo propio, es probablemente el personaje político más fuerte o, al menos, el que más daño le ha infringido al régimen chavista, tanto, que ha resultado intocable. Goza del reconocimiento de los demócratas connacionales y de la comunidad internacional determinante e influyente, asume su rol presidencial con entereza, seguro de sus minuciosos actos.
Del mismo modo, el chavista militante, el remanente del pueblo que aún tiene fe en las promesas de cambio y desarrollo provenientes de la vetusta cúpula roja, se aferra a su mentalidad (insistimos, el chavismo está lejos de ser una corriente política, es una mentalidad). Es incapaz de aceptar errores y fracasos, siempre se pliega a una excusa prefabricada con la cual espera recibir alguna dádiva gubernamental a cambio de su fidelidad, para ellos el país marcha bien.
Igualmente, una mayoritaria base social opositora desesperada, pero super optimista, que no se circunscribe tácitamente al renglón partidista, sino al descontento contra el chavismo, descontento que por primera vez en 20 años capitalizan las fuerzas opositoras, eso sí, bajo el manto de un liderazgo emergente, joven, llamado Guaidó. Para este vasto conglomerado social la oposición venezolana marcha bien, aseguran “¡Vamos bien!”
Para analistas o periodistas foráneos los venezolanos muy probablemente no estamos cuerdos, una abismal diferencia entre bandos que involucra mentalidad, concepto de patria, hasta de interpretación de nuestra historia. Un país sumergido en la peor inflación mundial de los últimos tiempos donde se puede palpar a primera vista las crudas tragedias, como las de una guerra sin que exista, pero al mismo tiempo exhibe un estilo de vida de numerosos “enchufados” o beneficiados por remesas que contrasta con el resto, pero la verdad es la mayoría pasa hambre, trabajo, padece todo tipo de parvedades, una sociedad que a pesar de sucumbir ante la descalidad de vida más acelerada que se recuerde aún no voltea la mirada hacia los lados, sino, se enfoca en su sobrevivencia personal o familiar.
Así Venezuela sobrevive sus días presentes, para los afectos al régimen Maduro se encuentra fuerte, estable, en pleno ejercicio de sus funciones presidenciales. Para los opositores Guaidó se encuentra más energizado momento a momento, a punto de consolidar los cambios que anhela la patria… todo ello ocurre mientras los días pasan y pasan, los problemas se agravan, existen dos gobiernos, tres tipos de ciudadanos (pueblo llano, enchufados y remeseros), es decir, tres países.
Alguien está equivocado, garrafalmente, no pueden existir tres realidades tan antagónicas y que todas tengan la razón ¡No es posible! Como todo, el tiempo asignará la razón a quien la tenga, el problema es que para la mayoría de los venezolanos el tiempo es su peor enemigo, cada hora consumada es una antesala a un país más caro, más inseguro, anarquizado y caotizado, ese pueblo llano no tiene nada que ver con enchufados ni recibe remesas. La intriga empeora, sí el bando errado de la historia triunfa las consecuencias serán catastróficas, sí el bando correcto se alza victorioso Venezuela volverá ser el país predilecto de inversionistas y turistas… no fuente de emigrantes, escándalos y bochornos como lo es hoy.
Leandro Rodríguez Linárez
@leandrotango
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