Maduro ejerce coercitivamente el liderazgo y es una desgracia para la nación, Guaidó concentra legítimamente el liderazgo popular, pero no puede ejercerlo. De otros liderazgos, podemos mencionar:
Enrique Capriles, nunca comprendió que el chavismo no existe, en su lugar ha existido el castrismo, por eso, aún cuando era favorito en las presidenciales contra Chávez y Maduro en 2012 y 2013 respectivamente, perdió, fue presa de la desinstitucionalización y toda su aciaga telaraña. Ahora bien, el que no haya combatido al chavismo en la forma correcta ha sido un error transversal en estos lúgubres 20 años en todas oposiciones que han desfilado.
Henri Falcón quiso jugar a la tercera vía en un país radicalmente polarizado, se convirtió en enemigo de los pros y los contras. También tenía un grave problema de linaje, esa misma radicalización nunca le perdonó que fue chavista, los rojos rojitos lo vieron (ven) como un traidor y los opositores como alguien no digno de confianza. Por sí fuera poco, Falcón trató de jugar a la sindéresis, a la mesura, en un país arrastrado accidental e intencionalmente a la visceralidad, tampoco quiso comprender el venezolano hoy no cree en el voto… craso error.
De Rosales y Cardenas ni hablar, el tiempo ha sido suficientemente claro en delatar sus condescendientes posturas a favor del régimen, al primero le perdonaron todo (como a Bertuci) para que regresase al país a complicar la oposición, al segundo, es más que obvio, después de ser “candidato opositor” volvió al gobierno como hombre de confianza, fiel, compadre del mentor de Sabaneta.
Pero eso no es todo, tenemos un liderazgo del Mas y de Copei a quien la historia los juzgará, prestándose para pantomimas electorales, declarando a favor de artificiosos diálogos, tratando de apaciguar la contundencia de la comunidad internacional contra el castrismo venezolano, lo hacen sin empacho alguno, a pesar que ese 85% de pueblo que rechaza al chavismo los rechaza también a ellos por su colaboracionismo.
Por lado del chavismo el protagonismo lo copó exclusivamente Chávez, quien al ver alguna sombra inmediatamente la apartaba. En 2012 cuando la muerte tocó su puerta, sacó debajo de la manga a Maduro, como todas sus decisiones, ha costado sangre, sudor y lágrimas al país. El castrismo venezolano debe también morir con Maduro porque fue ungido con su comandante eterno, supremo e insustituible, quitar a Maduro sería anular la última voluntad de Chávez, o sea, darle fin a una historia alargada innecesaria e injustamente en contra de los venezolanos. No hay otro líder que brille con luz propia, ni Diosdado a quién sí le quitan la forzada tarima “constituyente” se hunde en el olvido.
Llegamos a Guaidó ¡Todo un tema! Debemos reconocer su titánica labor, sin embargo, estos meses transcurridos son más que suficientes para comprender debe dejarse ya de pendejadas, saber no se enfrenta al chavismo sino al castrismo, que no se enfrenta a demócratas sino a un pedigrí de dictadores globales de altísima alcurnia, saber el castrismo jamás cederá ante diálogos ni elecciones limpias, debe saber no hay que dar oportunidades a quien cuando las tiene no las desperdicia, debe saber ya que al que a hierro mata a hierro muere.
En 20 años ha existido un solo líder. Al segundo año de su mandato, como era de esperarse, Chávez se desinfló, pero la suerte le dio la cara, utilizó el boom petrolero más alto y sostenido de la historia para fomentar pobreza manipulada a través del populismo salvaje… así como Fidel lo hiciera, se autovanaglorió, autoengrandeció, auntoendiosó.
Solo Guaidó se alza con un liderazgo que, aunque circunstancial, es propio porque le tocó a él y punto, pero falta poco para saber si continúa la búsqueda de un líder verdadero o ya lo encontramos, Guaidó dixit.
Leandro Rodriguez
@leandrotango
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